La Reforma Educativa de 2013 realizó modificaciones al texto del artículo 3º constitucional, y una de las más importantes fue el especificar que la educación obligatoria (desde preescolar hasta media superior) debe ser “de calidad”. La calidad se refiere, como lo explica el mismo artículo, a la idoneidad de los materiales y métodos educativos; la organización escolar; la infraestructura educativa; y los docentes y directivos, para que garanticen el máximo logro de aprendizaje de los estudiantes.
Como instrumento de esta aspiración, se creó el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE), que entre sus muchas funciones, tiene la obligación de informar cada año al Congreso de la Unión sobre el estado que guarda el Sistema Educativo Nacional (SEN), y para ello, desde que fue creado, ha publicado un informe anual llamado la Educación Obligatoria en México.
A principios de este mes fue presentado el Informe 2018, y está organizado en ocho capítulos que hacen un balance sobre los logros y retos del SEN, los cuales concluyen en que el principal obstáculo para el alcance del derecho a la educación de calidad es la inequidad social.
Al analizar el contexto socioeconómico en que se desenvuelve el Sistema Educativo Nacional, el Informe revela que la población en condición de pobreza y de bajos ingresos tiene dos grados de escolaridad menos que la población en general, la cual se ubica en 9.2 años. Además, los hablantes de lengua indígena son los más rezagados en este indicador, con casi cinco grados menos de diferencia.
En el Derecho a la educación obligatoria, se presentan avances importantes. Por ejemplo, en 2010 sólo 65% de los niños de entre 6 y 11 años que vivían con algún tipo de discapacidad asistía a la escuela, mientras que en 2015 esta proporción se incrementó a 88.7%. Otro de los aspectos donde se avanzó fue en la reducción de la desigualdad de género: ya que el acceso de las mujeres a la escuela logró el mismo nivel que para los hombres en todos los grupos de edad.
Sin embargo, en la infraestructura y materiales educativos, se determinó otra inequidad: aquellos tipos de escuela que dan servicio a alumnos de contextos desfavorecidos son a los que suele dotárseles con menos insumos materiales o de menor calidad, cuando en realidad son las que requieren de una mayor aportación.
Uno de los contenidos que más celebro es el que alude a la Evaluación para la profesionalización de los docentes y directivos. Como sabemos, desde la Reforma Educativa se requiere de un concurso de oposición, a través de evaluaciones, para el ingreso, permanencia y reconocimiento en el Servicio Profesional Docente, dejando atrás prácticas clientelares y de influyentismo, para transitar a un enfoque basado en el mérito. En este sentido, se ha observado en los resultados de cada ciclo que los concursos de oposición han influido en la preparación de quienes aspiran a ingresar al servicio, tanto a escala individual como de las acciones de las Escuelas Normales con sus egresados. Transitamos, sin duda, hacia un magisterio de mayor profesionalismo.
En lo que confiere a la calidad del currículo y de la organización escolar sucede algo alarmante, ya que en el caso de la educación primaria y secundaria, los programas de estudio están diseñados para escuelas en donde cada docente atiende un grado (de organización completa), perdiendo de vista que también existen escuelas en condición multigrado. De la misma manera, los programas olvidan incluir orientaciones pertinentes para atender a poblaciones diversas, como de necesidades educativas especiales.
Los resultados de aprendizaje alcanzados en los últimos diez años por la educación básica, muestran que los logros en Matemáticas avanzan de manera muy lenta, y que en Lenguaje y Comunicación se ve incluso un estancamiento en los aprendizajes al paso del tiempo. Ante todo, lo más preocupante es que a medida que los estudiantes incrementan de grado escolar, presentan niveles de logro más bajos, lo que en parte es causado porque no se aprende bien lo básico, de manera que los aprendizajes posteriores se ven afectados.
Para finalizar, es siempre interesante analizar la cifra del gasto público destinado a este sector social. Mientras debiera mantenerse en ascenso, es una lástima que durante el periodo 2008-2016 se ha mantenido en la misma proporción del PIB: 2.7%. No obstante, comparado con lo que se destina a otros servicios, se revela que la importancia que se le ha dado al servicio educativo es marginal. Asimismo, que aún no es posible realizar en México una evaluación completa de la suficiencia, la eficiencia y la equidad del financiamiento público del sector educativo, pues para ello se debe contar con información detallada sobre el uso y el destino de los recursos públicos, y aunque esto ya ha sido alcanzado en lo que concierne a los fondos federales, los recursos estatales siguen presentando opacidades. Se requiere que cada entidad federativa detalle los gastos que destina a la educación.
Lo anterior constituye parte de los logros y retos del Sistema Educativo Mexicano. Y además de los obstáculos que se han ido derribando, celebro la publicación de este informe anual, ya que constituye una expresión de transparencia y de seguimiento a las políticas educativas. La relevancia de describirlo en un artículo de opinión no es hacer un llano resumen de él, sino comunicarlo para su discusión. En lo referente a la educación, todos aceptamos en que constituye uno de los motores más importantes para el progreso social; sin embargo, contamos con pocos puntos de análisis para valorar qué rumbo está tomando esta materia.
Es por ello que considero que este tipo de datos y conclusiones deben ser dados a conocer a todas las personas, y en lo particular a los profesionales de la educación, incluyendo a los docentes en formación y ejercicio. Ellos son los primeros que deben conocer el estado que guarda la materia de su trabajo, aspiraciones y luchas. Pero tampoco se debe soslayar al resto de la sociedad: todos podemos actuar en favor de una causa cuando estamos informados y sensibilizados en torno a ella. ¿Cómo? A través de asociaciones civiles, o con acciones simples como supervisando más las escuelas a las que asisten nuestros niños y adolescentes conocidos.
Toda acción que emprendamos en favor de la educación, la cual se transforma en conjunto, partirá del saber que tengamos de ella. Hagamos, pues, que estos datos sean difundidos; si el material lo tenemos, sería una lástima desperdiciarlo. Marchamos indiscutiblemente hacia un sitio, pero el camino podrá mejorarse sólo si lo conocemos.