El Gobierno Federal Electo está desplegando una consulta popular para lograr un Acuerdo Nacional sobre la Educación. La estrategia se apoya en dos herramientas: foros estatales y una plataforma electrónica, donde cualquier ciudadano y actor educativo (maestros, alumnos, padres de familia, especialistas y autoridades) puede mandar su propuesta de mejora. Éstas pueden dirigirse a cualquier nivel de Educación, y versar sobre tema libre. Hasta el momento, se han recibido más de 50 mil propuestas que pueden consultarse en el sitio web:

El objetivo de tan ambiciosa consulta es sencillo de comprender: escuchar a todas las voces, en un claro intento de garantizar la democracia y pluralidad para construir la Agenda Educativa. Sin embargo, no todo podría ser luz en la maniobra.

Resulta sospechoso que se quiera consultar a todas las personas, como si se careciera de pistas para resolver los problemas de Educación que nos aquejan. La realidad es que ya contamos con cientos de indicadores y observaciones obtenidos en foros, investigaciones científicas e informes, como el del Estado de la Educación Obligatoria en México, que se publica anualmente por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa. ¿Por qué no tomar lo que ya se tiene? ¿Por qué darle la espalda al rigor científico? De hecho, la ciencia también parte de la observación sobre el terreno, por lo que no ignora la realidad práctica. El problema con los hallazgos científicos no es que resulten en “teoría”, sino que esa teoría no se concrete en acciones. Y ello no se va a conseguir con la solicitud de más opiniones que nos reiteren lo que ya sabemos que está mal, sino con la correcta organización de los recursos ya disponibles. Es decir, que en lugar de gastar recursos en obtener señalamientos de los problemas que ya conocemos, deberíamos emplearlos en trabajar en las metas ya trazadas, que a su vez no pueden alcanzarse porque los medios escasean, al emplearse incorrectamente. Requerimos romper el círculo vicioso.

Además, aunque se pretenda escuchar a todos los involucrados en la Educación, no se aseguró que la consulta se comunicara a todos. Varias Instituciones de Educación Superior lo difundieron entre todo su personal, ciertamente, pero en el caso de Educación Básica, la comunicación dependió mayoritariamente de redes sociales: WhatsApp, Facebook, o en algunos casos, correo electrónico. Pero en una sociedad como la nuestra, en donde la mayoría no acostumbramos a participar, y en donde no creemos que nuestra voz sea efectivamente escuchada, la estrategia efectiva debió haber sido en el mismo terreno de trabajo: en las escuelas. Mejor habría sido que la información se transmitiera en las reuniones pedagógicas de los docentes, y que se le pidiera a cada centro escolar emitir una propuesta de mayor solidez. De otra manera, corremos el riesgo de que la plataforma se sature de comentarios cargados de subjetividad y poca seriedad, o de una excesiva cantidad de propuestas que después no puedan leerse, diluyendo así a las mejores.

Pese a lo anterior, debemos admitir que la intención de escuchar a la ciudadanía se tiene, y que, en materia educativa, todos contamos en este momento con una oportunidad de proponer, y ser parte de la solución que tanto decimos anhelar. La plataforma cierra hasta el 29 de octubre: aun tienen tiempo las escuelas de destinar unos minutos para reunir a su personal, y articular sus más urgentes necesidades. Si no es así, todavía podemos participar individualmente. Implicarnos resulta preferible y más responsable que dejarlo a otros, y cobijarnos después en la comodidad de la queja. El próximo Gabinente aún cuenta con el beneficio de la duda, y nosotros con el beneficio de poder involucrarnos ahora. La responsabilidad es compartida.

La mejor propuesta que al presente le puedo extender al próximo Gobierno Federal, es que desplieguen una sistematización cabal y profesional, y que rindan cuentas claras de la manera en que se consideraron todas las opiniones. Cuentan aun con la oportunidad de cambiar el rumbo de las amargas experiencias. Cuidemos que lo que tiene ahora una intención plural, no se convierta en una estrategia populista, utilizada como bandera para decirse “gobierno incluyente”, que dice escuchar al pueblo, pero que al final lo mantiene en el silencio de sus batallas.

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