Martha Erika Alonso Hidalgo está muerta. Apenas si alcanzó a tomar posesión como gobernadora de Puebla, cuando sucedió el accidente en el que perdió la vida.
Pero aún recordamos que el perdedor de las elecciones y su partido la acusaron de fraude e hicieron hasta lo imposible por arrebatarle el triunfo. Solo que no lo lograron pues el tribunal correspondiente le dio la razón a la señora. Pero recordamos también que por ese motivo y siguiendo la tradición de ese grupo político, insultaron a los magistrados, los acusaron de corruptos y, según los calificó Andrés Manuel López Obrador, de “antidemocráticos”.
Y no nada más. El señor Miguel Barbosa se declaró gobernador legítimo y su partido creó lo que llamó “un movimiento de resistencia”, destinado a darle lata todo el tiempo a la gobernadora. Lo primero que hicieron fue acusarla de querer desviar fondos públicos, algo extraño sin duda, pues mientras no lo había hecho ¿cómo sabían que lo quería hacer?
Nunca estuve de acuerdo (y así lo dije), con que la señora de Moreno Valle se lanzara a buscar la gubernatura de su estado, no porque no tuviera derecho o capacidad para ello, sino porque lo hizo cuando su esposo aún era gobernador. Hablé de casos parecidos que no tuvieron éxito, como el de la esposa de un gobernador de Tlaxcala y el de la esposa del presidente Vicente Fox, quien dejó correr el rumor de que se interesaba por contender para la presidencia, para ver cómo lo recibía su propio partido. Y hasta denuncié a quienes se salían de la casa familiar o se divorciaban para hacernos creer que ya no tenían nada que ver con el marido y así poderse apuntar. Y hablé también de casos que sí tuvieron éxito, que se han dado y se siguen dando en presidencias municipales de México y en algunos países de América Latina.
En mis muchos años de estudiar a las primeras damas, siempre insistí en que debía prohibirse que las esposas se lanzaran como candidatas antes de que hubiera pasado por lo menos un periodo regular de gobierno. Puse como ejemplos a Hillary Clinton y Margarita Zavala, quienes esperaron el tiempo adecuado antes de ser candidatas, algo a lo que repito, tienen todo el derecho como cualquier ciudadano que se considere con merecimientos y capacidad y que consiga los apoyos necesarios.
Sin embargo, me queda claro que el triunfo de la señora Alonso (o de cualquier otra persona), me guste o no me guste a mí, no significa que se le pueda faltar al respeto, acusar e insultar y buscar minar, porque lo que se está minando es a las instituciones. Y eso es lo que hicieron en Puebla los morenistas. La señora Yeidckol Polevnsky, presidenta de ese partido, ordenó a los legisladores que no escucharan ni respetaran a la gobernadora, a quien llamó “esa mujer”. E incluso insultó a la nueva presidenta municipal de la capital, morenista ella, por asistir al primer acto público de la dicha gobernadora.
Esto último viene a cuento porque hoy están allí otra vez estos dos personajes: el señor Barbosa que quiere de nueva cuenta ser candidato para las elecciones que se llevarán a cabo en junio, y la señora Polevnsky, que lo apoya. Solo que esta vez, además de los candidatos por los demás partidos, han aparecido otras posibilidades también por el propio partido Morena.
¿Van a repetir ellos su mismo método de insultar y descalificar y acusar de fraude y buscar minar a las instituciones con tal de salirse con la suya, así sea con sus propios compañeros de partido?
El juego político se debe hacer en el seno de las instituciones; si estas no nos satisfacen hacemos por cambiarlas, pero no las destruimos cuando no hacen lo que queremos. Y también, convendría que se hiciera sin insultos, en aras de elevar la calidad de nuestra vida pública y de dejar de hacerla tan ríspida, algo que la dirigenta de Morena y varios otros de ese partido parecen no entender cuán necesario e importante es.
Escritora e investigadora en la UNAM