Hace diez años se presentó en la capital un brote de influenza que amenazaba convertirse en epidemia. El entonces jefe de gobierno tomó medidas extremas para detenerla: de plano paró la ciudad. Y logró el objetivo.
Escribí entonces que “como ciudadana me siento agradecida con Marcelo Ebrard por las decisiones que tomó, con las cuales logró detener el contagio y estoy segura que la mayoría de los capitalinos agradecemos la fuerza y la oportunidad con que se tomaron”.
Hoy sin embargo, llevamos más de una semana con una terrible crisis ambiental y la jefa de gobierno no ha tomado ninguna medida significativa. El argumento que da es francamente absurdo: que si son partículas diferentes a las de siempre, que si no hay protocolo para atender estas contingencias, y el pretexto favorito: que los gobiernos anteriores lo hicieron mal.
Digo que son argumentos absurdos, porque nadie tiene protocolos para situaciones inéditas, y lo que hay que tener en esos casos es la capacidad y la fuerza para tomar decisiones que enfrenten el problema.
Pero no es el caso. Apenas después de una semana, se empezó a pensar si declarar o no contingencia. Y mientras, los niños siguieron asistiendo a las escuelas y las fábricas y construcciones siguieron trabajando. Y cuando ya se hizo la declaratoria, la única medida que se tomó fue blanda, pues como dice el Nobel Mario Molina, parar autos no es la solución.
Confieso mi sorpresa ante la actitud de Claudia Sheinbaum, pues sus intereses políticos dominaron sobre sus conocimientos científicos. Ella sabe bien lo grave de la situación, pero prefirió que no le digan, como le dijeron a Ebrard, que había exagerado. El entonces político priista Manlio Fabio Beltrones profirió la frase: “El remedio salió más caro que la enfermedad”, evidentemente más preocupado por los negocios afectados que por la salud de los habitantes.
¡Pero por eso sacamos a los priistas del poder! ¡Y por eso pusimos a quienes nos habían prometido que su principal preocupación seríamos los ciudadanos!
Hace diez años, en este espacio le pedí a Ebrard formar un grupo para analizar lo que sucedió y a partir de las conclusiones echar a andar acciones para la ciudad que incluyeran medidas para otra ocasión de crisis. Por supuesto, esto no se hizo y henos aquí hoy en una gravísima situación (ya advertida por los expertos) y sin tener la menor idea de qué hacer.
A Claudia Sheinbaum le pido hoy que tome ya medidas drásticas para enfrentar el problema y que se asesore con quienes investigan para saber actuar en ésta y en próximas ocasiones ante las contingencias. Porque antier fue un asunto epidemiológico, ayer fueron los temblores, hoy es la contaminación y mañana puede ser otra cosa. ¡Y las emergencias no se pueden atender sin trabajar en el largo plazo!
Pero además, es igualmente importante que tome en cuenta los fundamentos sociales y culturales de estas emergencias, porque evidentemente ellas no solamente tienen que ver con la naturaleza, sino con el modo de pensar y actuar de los ciudadanos. Y si no entendemos esto, no podremos enfrentar los problemas.
En nuestro país se apoya muy poco la investigación científica y menos aún en ciencias sociales; no se hace nada para la prevención y solo se da dinero a lo que se ve inmediatamente y se puede presumir. Hoy está peor que nunca, pues tenemos un gobierno para el cual el conocimiento no es prioritario (al contrario, se descalifica a los expertos) y unos legisladores francamente ignorantes (algo evidente en su manera de asignar el dinero).
El presidente ha dicho que confía en que la jefa de gobierno va a saber actuar, pero esa confianza no se basa en ningún elemento que la sustente, como no sea el cariño que le tiene, que no sirve para combatir la contaminación, a la que no se ha enfrentado de manera adecuada, sino con el modo tradicional de que aquí los problemas llegan y se van sin que sepamos cómo ni por qué, solo atenidos a la suerte.
Escritora e investigadora en la UNAM