De acuerdo con el último Programa de Desarrollo del Sistema Eléctrico Nacional (PRODESEN), el monto total de las pérdidas de electricidad producida por la CFE durante 2016 fue de 36,744 millones de pesos. Y en solo un año, este monto se incrementó un 25.5%, ascendiendo a 46,525 millones de pesos en 2017. Según el PRODESEN, $16,267 millones fueron por pérdidas técnicas (energía que se pierde en las redes y líneas de transmisión y distribución), y $30,325 millones por pérdidas no técnicas (fundamentalmente robo de energía, alteración de los medidores y falta de pago).

Hace unos días, el presidente Andrés Manuel López Obrador, refiriéndose a la corrupción en Pemex, declaró que “… hay la hipótesis de que, de todo el robo, sólo 20% se da con la ordeña de ductos, que es una especie de pantalla…la mayor parte tiene que ver con un plan que se opera con la complicidad de autoridades y con una red de distribución”, señalando que en promedio salen de los centros de distribución 600 pipas diarias cargadas de gasolina que no aparecen en registros, lo cual representa muchísimo más que las 42 tomas ilegales que en promedio se registran cada día, las cuales, por lo demás, también son coordinadas con los centros de distribución.

Por supuesto que la misma hipótesis puede plantearse respecto al robo de electricidad: la pantalla son los diablitos, el verdadero desfalco proviene de los medidores desconectados o trucados y las “exenciones de pago” a grandes y medianas empresas. Ya en septiembre pasado, Manuel Bartlett, actual titular de la CFE, declaró en entrevista a El Heraldo de México que “los grandes daños para el sector no son los diablitos, son los diablotes que no pagan”.

Como muestra un botón: en una revisión de la CFE en el año de 2012 a dos de las plantas de Embotelladora Mexicana Pepsico, empresa que ocupa el lugar 53 por su volumen de ventas en México, se encontró que habían sido instalados dispositivos electrónicos que hacían que los medidores marcaran un consumo sensiblemente menor al real. Ante el “descubrimiento”, la empresa se comprometió a pagar 105 millones de pesos a la CFE (ver portal de Aristegui Noticias, julio 5 de 2012).

Se vienen a la mente las múltiples denuncias realizadas por los trabajadores del SME poco antes del golpe del gobierno de Calderón, nunca investigadas, en el sentido de que a diversos centros comerciales y a empresas vinculadas a Televisa, TV Azteca y otros grandes consorcios, se les permitía abastecerse de electricidad a pesar de que al revisar los medidores resultaba que los cables estaban conectados por fuera de ellos, o que mantenían los propios medidores al interior de sus instalaciones y no permitían a los trabajadores acceder a ellos para hacer la lectura de consumo correspondiente.

La CFE es la cuarta empresa con mayores ventas en el país. El 22% de la energía que produjo en 2017 fue para el consumo de 1000 grandes empresas; el 37% para 300 mil empresas medianas; 25% para 33 millones de usuarios domésticos y 16% para 4 millones de usuarios comerciales, agrícolas y de servicios.

En el corto plazo, es prácticamente imposible revisar los 33 millones de servicios domésticos para impedir robos y fugas de electricidad mediante “diablitos”; además de que para las comunidades más humildes deben buscarse otro tipo de alternativas. Sin embargo, en lo inmediato, sí es posible revisar las mil empresas grandes que consumen casi la cuarta parte de toda la energía distribuida por la CFE en el país. Ahí es donde están los “diablotes”, y los altos funcionarios del sector energético de los sucesivos gobiernos lo saben muy bien. Por ahí hay que comenzar. Los propios trabajadores electricistas pueden ser una enorme ayuda para descubrirlos.

Profesor. Departamento de Producción Económica. UAM-X

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