Ana Rojas Maravilla
solo quería ganar un poco más de dinero. Solo eso: trabajar horas extra para ahorrar algo, lo que fuera, y que el apretado sueldo que ganaba en aquella maquiladora en Mazatecocho , Tlaxcala , le asfixiara un poco menos.
Era, en general, un mal trabajo: largas jornadas, mucho maltrato, poco dinero. Pero, al menos, era trabajo. Uno al que había llegado cuando apenas tenía 14 años , la edad en que debería estar en la secundaria. Nunca tuvo prestaciones . Nada de seguro social ni contrato. Menos un seguro de vida o una caja de ahorro. Las horas extra quedaban sin pagarse. Pero, extrañamente, en febrero de este año le pidieron doblar su turno con la promesa de una mejor paga. Y ella, de solo 23 años, aceptó a pesar de su cansancio.
La oferta resultó una trampa. Aprovechando la soledad de la fábrica, el hijo del dueño de la maquila violó a Ana . Las fotografías que tomaron los médicos dan cuenta de la brutalidad con la que Rodolfo N. agredió a la joven: no le bastó romperle el espíritu, también quería romperle el cuerpo. Una violación con una inexplicable carga de odio .
En una cultura machista como la que impera en muchas zonas de México, especialmente en zonas rurales de Tlaxcala, el silencio es la norma ante una agresión sexual . Las mujeres aprenden a callar ante la opción de hablar y que luego les caiga una lluvia de críticas que las responsabilizan por su propia violación. Lo esperado era que alguien joven como Ana masticara su dolor en una esquina oscura, callada, asumiendo una culpa inexistente.
Es una vieja cultura de silencio que se ha impuesto con especial presión en los delitos sexuales: un estudio de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas calculó que el 94.1 por ciento de los acosos, abusos y violaciones no se denuncian. Se barren bajo la alfombra de la vergüenza pública. Las víctimas son, casi siempre, mujeres. Y es peor cuando ser mujer se combina con ser pobre, joven y en zonas rurales. Como Ana.
Pero no lo hizo. En cambio, habló. Gritó. Buscó ayuda para que su historia retumbara por las paredes de la maquila. Y la fuerza de su voz la sorprendió a sí misma y sorprendió al violador que creyó que quedaría impune. No fue fácil: la voz de Ana tuvo que crecer por encima de los vecinos que la culpaban , de las otras trabajadoras que mascullaban a sus espaldas, incluso tuvo que sobreponerse al dedo acusador de un religioso de Mazatecocho, Tlaxcala, y su feligresía, que tachaban a la joven como la instigadora de un hombre débil como Rodolfo N., a quien una jueza, sorprendentemente, estuvo cerca de amparar .
Gracias a eso, este jueves 27 de septiembre la Policía de Investigación de la procuraduría de Tlaxcala orquestó un operativo táctico para cumplir con una orden de aprehensión contra Rodolfo N. Esta noche, el violador espera su castigo en una celda fría, mientras el calor de miles abriga a Ana en el camino hacia su recuperación.
Por eso, ahora que ha comenzado la campaña #CorazonesUnidos, quiero reconocer a todos aquellos que hicieron posible que la justicia llegara a esta joven. Desde el gobernador Marco Antonio Mena hasta los agentes que se arriesgaron por ella, desatando la mordaza del silencio.
Pero especialmente, #YoReconozcoA Ana Rojas Maravilla por su valentía y su voz estremecedora.
Por su inspiradora dignidad que nos da un valioso mensaje: nunca más un país donde el que tenga más dinero se sienta con la capacidad para tratar como objeto a una persona.
¿Y tú a quién reconoces?
@RosiOrozco DENUNCIAS AL 018005533000 o a comisionunidos.org