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La teoría de la evolución biológica por medio de la selección natural, propuesta por Charles Darwin en 1859, es sin duda uno de los avances científicos que han tenido mayor impacto en la vida, la cultura y las sociedades humanas. Como todo avance científico, la explicación darwiniana del origen de las especies no es producto del trabajo de una sola persona, sino que es el resultado de una actividad colectiva. De hecho, uno de los mayores méritos de Darwin fue sintetizar los avances de la época en materia de botánica, zoología, embriología, taxonomía, economía natural, e incluso filosofía, por mencionar algunas disciplinas, mismos que sirvieron como base teórica y metodológica para el desarrollo de la teoría.
Una vez planteada, la teoría darwiniana de la evolución biológica tuvo implicaciones serias sobre la forma en la que el ser humano se piensa a sí mismo, ya que a partir de entonces el estudio de lo humano se integra a la ciencia y el hombre y la mujer se vuelven sujeto de estudio natural. La teoría de la evolución muestra que no es necesario recurrir a explicaciones sobrenaturales para dar cuenta del origen del ser humano y pone en entredicho el creacionismo y el diseño inteligente. Mientras que antes se pensaba que las especies eran fijas y perfectamente adaptadas a su ambiente, porque así había sido creadas, el evolucionismo sostiene que las adaptaciones son imperfectas y resultan de la combinación de la variación de los organismos y la selección natural, que significa que las diferencias individuales y las presiones selectivas del ambiente llevan a la supervivencia y reproducción diferencial de los organismos, es decir, que algunos organismos sobreviven y se reproducen, mientras que otros no lo hacen. Este proceso, después de un largo periodo de tiempo, lleva a la transformación de las especies.
Para la filosofía, la llegada del darwinismo significa nuevas formas de abordar viejos problemas, como la generación y el desarrollo del conocimiento, y surgen campos como la epistemología evolucionista de mecanismos, que pretende estudiar el conocimiento en términos de los procesos y mecanismos biológicos que lo originan, la epistemología evolucionista de teorías, que plantea que el proceso mediante el cual una teoría triunfa sobre otras es análogo al proceso de selección natural que ocurre entre las entidades biológicas en la naturaleza, y la ética evolucionista.
Otros campos como la psicología, la antropología, el arte y la literatura también se vieron influidos por el darwinismo, pero el mayor impacto de la teoría fue su extrapolación —errónea— al ámbito social, que comenzó no con Darwin, sino con Herbert Spencer y se utilizó para sostener posturas aberrantes y anticientíficas como el racismo y la eugenesia, e incluso para respaldar regímenes políticos autoritarios. En México, por ejemplo, fue empleado por opositores de la revolución para defender el gobierno de Porfirio Díaz.
El aparato central de la teoría de la evolución biológica planteada por Darwin —lo que yo he llamado el núcleo duro del darwinismo— sigue vigente hasta nuestros días, aunque, por supuesto, la teoría en su conjunto se sigue modificando para incluir los desarrollos más recientes de la biología moderna.
Directora de la Facultad de Ciencias
de la UNAM