Ante fenómenos naturales como los terremotos, tan importante es nuestra capacidad de reacción como las medidas preventivas que se toman. En este sentido, resulta fundamental que se cumplan las normas de construcción establecidas de acuerdo con el tipo de suelo, para evitar daños y disminuir el impacto que estos pueden tener.
Los expertos nos han hecho saber que, aunque los sismos no son, aún, predecibles, sí podemos estar seguros de que en zonas sísmicas constantemente habrá temblores de diferentes magnitudes, incluidos algunos de gran intensidad. Por ello lo primero que un gobierno ha de asegurar es que las inmobiliarias y las compañías constructoras estén reguladas y cumplan con lo estipulado en el reglamento oficial de construcciones. Por desgracia, en México esto no siempre ocurre por la gran corrupción existente, por la precariedad de muchas familias que no pueden construir sus casas de forma óptima, y por el hecho de que las normas no pueden aplicarse de manera retroactiva (como ocurrió con las construcciones que en 1985 no sufrieron daños aparentes y no se reforzaron).
Ahora bien, una vez que ocurre un sismo, la búsqueda y el rescate de personas es la prioridad principal e inmediata, sobre todo considerando que las primeras horas son cruciales, y que encontrar y rescatar a los sobrevivientes es una tarea sumamente compleja, riesgosa y exigente. Por ello, en el mundo se han desarrollado diversas tecnologías que facilitan estas labores y son herramientas imprescindibles para responder efectiva y eficientemente ante este tipo de emergencias.
Una de ellas es el dispositivo FINDER, desarrollado originalmente por la NASA para medir la distancia orbital y detectar pequeños cambios en los niveles del mar, que emite microondas de baja frecuencia y es capaz no sólo de detectar el latido de un corazón a través de hasta seis metros de concreto, sino de determinar si éste es humano en cuestión de 1 minuto. FINDER fue una de las tecnologías que otros países prestaron a México para ayudar en la búsqueda de sobrevivientes, junto con un prototipo de serpientes robóticas equipadas con cámaras y desarrolladas por la Carnegie Mellon University que, con sus 5 centímetros de diámetro y casi un metro de largo, pueden llegar a lugares inaccesibles para los rescatistas.
En México también se han creado varios prototipos para ayudar en las labores de rescate, como es el sistema mecatrónico de visualización FELES, desarrollado por alumnos del IPN y que consta de un vehículo cuadrado de 20 centímetros que resiste temperaturas de hasta 300 grados centígrados, funciona con un sistema robótico inteligente y está equipado con sensores infrarrojos, de temperatura, de humo, ultrasónicos, de luz y con una cámara especial para aplicaciones inalámbricas. Un sistema que es, además, capaz de emitir alertas a su operador hasta a un kilómetro de distancia.
Otro desarrollo importante dado a conocer en 2013 y que contó con el apoyo de la Secretaría de Ciencia e Innovación de la Ciudad de México, es un robot prototipo de exploración y rescate (también a cargo de científicos del IPN), consistente en una plataforma sobre ruedas, equipada con cámaras de video, en la que se monta un brazo manipulador capaz de levantar una carga de hasta 3 kilogramos.
Como ya sabíamos y ahora, tras el 19S, la experiencia nos lo ha dejado en claro, resulta fundamental contar con tecnología de punta y específica para el rescate de personas cuando se produce un desastre. Por lo que apoyar el desarrollo de tecnologías locales con este fin, con recursos públicos y privados, más allá de la fase de prototipo, no sólo lograría este cometido, sino que sería un acto de sensatez y responsabilidad.
Coordinadora de Proyectos
Académicos Especiales en
la Facultad de Ciencias de la UNAM