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Desde la cúpula del poder, él sigue reinventando al país. Nada tiene que ver con su mandato la política tradicional. Ha roto todos los esquemas. Y trastocado el calendario, para instaurar oficialmente el primero de julio como el Día de la Cuarta Transformación.
A ver: a quién se le había ocurrido un informe de siete meses de gobierno precedido de la Diosa de la Cumbia. Nada más a él. Y a ese enigma impenetrable de las cosas que pasan por su cabeza, sobre todo por su corazón y a veces por su estómago. Las razones y las sinrazones que han provocado dos fenómenos paralelos de opinión pública: por un lado, un México brutalmente dividido entre quienes lo tienen por su gurú iluminado, incontestable e infalible al que no se puede rozar ni con el pétalo de una crítica; enfrente quienes se descomponen de solo pronunciar su nombre y en los cafés, las redes y todavía pocos en las calles lo insultan y exigen su renuncia inmediata.
A propósito, López Obrador cuenta todavía con un índice de aprobación muy alto que ronda el 65 por ciento. Pero entre los que desaprueban su gestión y los arrepentidos se estima una caída de ocho por ciento. De ser así, apenas un pellizco de dos millones a sus 30 millones de votos, que sin embargo serían 20 estadios Azteca al tope.
El fenómeno alterno es el de opinólogos de todo tipo que disponen de espacios de expresión: políticos, académicos, analistas, columnistas y reporteros como el que esto escribe. Aquí tampoco hay acuerdo. Pero podríamos agrupar un tanto anárquicamente, los pros y las contras más destacables. A fe mía y entre los positivos:
- El haber mantenido una apreciable estabilidad macroeconómica y un aceptable tipo de cambio. Ayer, por ejemplo, hubo buenas reacciones en los mercados.
- El acercamiento, como nunca antes, a las comunidades más pobres, hasta ahora olvidadas por los gobiernos anteriores
- El combate a la corrupción como una constante en todos sus actos
Y hablando de negativos:
- El pecado original de la cancelación de Texcoco y el empecinamiento irracional por Santa Lucía; la necedad contaminante de Dos Bocas y la ocurrencia indefinida del Tren Maya
- La baja sistemática en el pronóstico de crecimiento que ahora nos sitúa en apenas 1.13 si bien nos va en este 2019.
- El menosprecio por áreas tan sustanciales y sensibles como la salud, el bienestar, la ciencia y la cultura. Ejemplos: el cierre insensato de las estancias infantiles; los miles de nuevos desempleados en la burocracia; las absurdas políticas de becas en Conacyt, Conade y Cultura que obligan a nuestros jóvenes más destacados a limosnear para cumplir sus sueños. Ya hemos hecho cuentas y los pocos miles de millones de “ahorros” por estos machetazos, simplemente no pintan en el presupuesto nacional. Y más parecen diseñados para ofender, para lastimar y para demostrar quién manda aquí.
A propósito, me parece que lo más urgente es que López Obrador se comporte como Jefe de Estado y ya no más como candidato en campaña. Que gobierne para todos los mexicanos por igual y no solo para sus incondicionales. Que se comprometa a dejar de fomentar esa revancha social mal entendida de chairos contra fifís. Un peligroso ridículo histórico. Está bien que sea radical; pero puede serlo también en el diálogo, el humanismo y la tolerancia.
Periodista. ddn_rocha@hotmail.com