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Muchas personas están convencidas de que distintos aspectos dentro de la vida de las sociedades actuales son injustos. Hoy en día, muy poca gente podría negar que necesitamos una distribución del ingreso más equitativa, que el gobierno debe destinar recursos para combatir la pobreza, y que la participación del sector privado en esta nivelación sería muy valiosa. Aunque somos mayoría quienes pensamos así, aún hay quien se niega a participar en la construcción de un país más justo.
Desde la antigüedad, filósofos como Aristóteles afirmaron que los seres humanos adquirimos virtudes mediante la práctica. Al actuar de manera honesta y justa, con prudencia y generosidad, una persona desarrolla un carácter honorable y moral: con el perfeccionamiento de los hábitos virtuosos, las personas tomarán la decisión correcta cuando se enfrenten a desafíos éticos.
La reflexión sobre el desarrollo de la moral ha servido como base a pensadores modernos que tratan de explicar qué es la injusticia, por qué nos debe importar y cómo podemos combatirla.
Hay quienes creen que la necesidad de combatir las injusticias experimentadas por la mayor parte de la sociedad es relegada por quienes mantienen viva la ideología de que, con esfuerzo y dedicación, sin importar la posición económica y social, se puede salir adelante.
Este tipo de ideas han desacelerado la implementación de políticas públicas que ayuden a generar equidad económica. Especialmente, existe un fuerte debate sobre cómo se debe estructurar el pago de impuestos para asegurar que quienes cuentan con más recursos aporten una cantidad justa, con la cual se podría beneficiar a la población menos favorecida.
Es un hecho que una política fiscal eficiente puede ayudar a disminuir la desigualdad económica actual; sin embargo, ninguna estrategia funcionará si existen élites empresariales que sólo buscan incrementar sus ganancias, sin contribuir a mejorar las condiciones del resto de la sociedad.
En México, se ha dado a conocer que un importante número de empresarios ha utilizado estrategias fiscales para evitar pagar impuestos, y que las autoridades lo permitieron: durante las administraciones pasadas (desde el año 2000), se otorgaron condonaciones fiscales por 400,000 millones de pesos, concentradas en un selecto grupo empresarial.
Estas acciones no son justas ni éticas. No son justas, por parte del empresariado que, con el libre mercado como argumento, justifica su nula aportación al mejoramiento de las condiciones sociales de nuestro país. Y no es ético, por parte de los funcionarios públicos, que no cumplieron con el mandato de velar por el bien común, ayudar a quienes menos tienen y disminuir la desigualdad y la pobreza en México.
Esto excede las estrategias para atraer la inversión a nuestro país, y coloca a las autoridades anteriores y al empresariado en un campo de falta de valores y desconexión social. Parece que este sector económico olvidó que sus fortunas fueron construidas a partir de los recursos e infraestructura provistos por el Estado mexicano, precisamente con dinero que proviene de quienes sí pagan impuestos.
Acciones como éstas muestran que en nuestro país hay quienes piensan que la injusticia social no les concierne, porque tuvieron mejor suerte que la población de bajos recursos. Y existía también una clase gobernante que era parte de esa élite, que no solamente se favorecía de tales estrategias, sino que las hacía perdurar. Todo esto está empezando a cambiar.
Por primera vez en México, el titular del Ejecutivo federal ha anunciado que las concesiones fiscales llegaron a su fin. Quienes tengan que pagar impuestos, pagarán. No más ni menos, solamente lo que les corresponda. Esta nueva política es el principio de la construcción de una sociedad más justa en la que gobierno y sector privado trabajarán de la mano para asegurar que la población económicamente más vulnerable pueda tener mejores condiciones de vida.
El filósofo John Rawls afirmaba que la perspectiva de quienes no pensaran que es necesario modificar las reglas del juego cambiaría, si se sometieran al “velo de la ignorancia”. Este velo impediría saber en qué posición económica y social estaremos mañana o bajo cuáles condiciones dejaremos a nuestros hijos e hijas.
Si toda la población pensara así, si nos preguntáramos qué clase de gobierno, sector empresarial y país quisiéramos para asegurar que, independientemente de donde empecemos, tendremos la misma oportunidad de salir adelante, entonces nadie estaría en desacuerdo con la necesidad de generar políticas más progresistas. Y la acción de no pagar impuestos no solamente sería inmoral, sino ilógica.
Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA