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La salud pública debe ser una prioridad en nuestra sociedad, si bien es cierto actualmente se recurre al empleo de granos genéticamente modificados y moduladores del crecimiento en aras de abastecer la demanda de alimentos, no podemos olvidar que sólo se deben usar sustancias que no tengan indicios de toxicidad, propiciando así una productividad sustentable e inocua.
Se sabe que el clembuterol es un anabólico utilizado en medicina para pacientes con asma o con problemas de respiración, permitiendo la apertura de los bronquios para que el oxígeno entre al cuerpo con mayor facilidad, pero también está considerada como una sustancia prohibida para los deportistas por la Agencia Mundial Antidopaje (WADA, por sus siglas en inglés), dadas sus características estimulantes y anabolizantes que actúan sobre el metabolismo de lípidos y proteínas aumentando la masa muscular y disminuyendo la acumulación de grasa.
El uso del clembuterol comenzó a popularizarse a mediados de los años noventa cuando los engordadores de ganado se dieron cuenta de que mezclándolo con el alimento lograban más kilos de carne que de manera normal. Una res alimentada debidamente tarda en promedio cinco meses en llegar a condiciones óptimas para el sacrificio, mientras que otra tratada con el anabolizante lo hace en tres, sin olvidar el bajo costo del fármaco.
La organización Mundial de la Salud (OMS), prohíbe a los países utilizar el clembuterol en la engorda artificial de ganado para consumo humano, en nuestro país está prohibido desde el 2002, a pesar de ello, en muchas entidades federativas se sigue utilizando (el centro del país y el bajío son las regiones donde se ha detectado más éste problema.
Pese a que en México el uso del esteroide está tipificado como delito, quienes lo administran al ganado gozan de una casi absoluta impunidad, distribuyendo la carne contaminada por distintas vías comerciales y sin control, sin que importe que en la Ley Federal de Salud Animal se establezcan penas de entre cuatro y ocho años de prisión y multas para quien suministre esta sustancia al ganado destinado al consumo humano.
Un caso reciente se dio en Tlahuelilpan, Hidalgo, donde en mayo de 2013 la carne de bovino que se vendió en una carnicería de esa localidad intoxicó a 56 personas, producto que fue adquirido de un ganadero local sin que se dilucidara quién realmente había sido, y derivando el caso sólo en una multa para el tablajero.
Los moduladores de crecimiento, el clorhidrato de clembuterol ha provocado intoxicaciones en los consumidores. Los residuos de clembuterol en la carne que se consume pueden afectar las funciones pulmonares y del corazón en el ser humano, y que su uso en dosis elevadas provoca nauseas, dolor muscular, nerviosismo, cefalea, incoordinación, incremento en la frecuencia cardiaca, aumento en la presión arterial y, en algunos casos, enfermedades de la tiroides y alergias.
En el país existen 2016 rastros, de los cuales 122 cuentan con la certificación TIF, cuya carne es vendida principalmente en los supermercados, el resto, sin certificación, proveniente de rastros municipales o casas de matanza, donde no hay control sanitario se vende en carnicerías y tianguis, es decir, éste último tipo de carne es el que consume la mayor parte de la población.
Cómo ciudadanos debemos preocuparnos y preguntarnos qué estamos consumiendo realmente, ¿por qué se comercializa el clembuterol sin ningún control cuando está prohibido y es un alto riesgo para la salud?