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Después de conocer las carencias económicas de las comunidades indígenas y los problemas visuales de sus habitantes, Roberto Alvarado Yáñez decidió involucrarse en la fabricación de los primeros armazones oftálmicos y solares sustentables del mundo. Originario del estado de Chihuahua, Roberto Alvarado emigró a la Ciudad de México con tan sólo cuatro años. En ese momento, ser el menor de seis hermanos representó abandonar su ciudad natal para mudarse, en compañía de su padre, a la capital del país.
Proveniente de una familia de optometristas, Alvarado Yáñez optó por estudiar la licenciatura en Administración de Negocios en la Universidad Tecnológica de México (Unitec), donde pronto descubrió su vocación por el altruismo. Con 34 años de edad, sonríe cada vez que exalta su amor por México, su solidaridad y empatía con los desprotegidos, aquellos que —como él dice— nadie quiere ver: los de abajo, los menos privilegiados han sido su razón de ser.
Actualmente, Roberto Alvarado es CEO y socio fundador de Grupo Óptico ICH —vocablo maya, cuyo significado es visión—, la primera empresa mundial ecofriendly en producción de lentes oftálmicos. Por la originalidad del proyecto, en 2015 obtuvo el primer lugar del Premio Global al Emprendimiento James McGuire, donde recibió 50 mil dólares para el desarrollo de su empresa. Ese mismo año ganó The Adventure, el concurso de emprendedores más importante del mundo, patrocinado por la empresa de whisky Chivas Regal.
Cambiar la visión, por primera vez
“Con mis lentes pude ver las estrellas por primera vez”. De esta manera, Pedro, un niño originario de Salina Cruz, Oaxaca, agradeció el regalo más valioso que había recibido a sus ocho años de vida: la vista.
Esta era la primera ocasión en que Roberto Alvarado donaba lentes a la comunidad; la segunda vez para su familia.
La historia de Pedro cambió la vida de Roberto. Durante su estancia en Oaxaca, uno de los cuatro estados con mayor pobreza en el país, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), Roberto encontró el proyecto que además de ayudarle a concluir su carrera, paulatinamente transformaría la vida de millones de personas.
Fue así como hace cuatro años y con el apoyo de la Incubadora de Empresas de la Unitec surgió Grupo Óptico ICH, la única empresa mexicana dedicada a la fabricación de armazones oftálmicos y solares.
ICH, un nuevo concepto
Conformada por Roberto Alvarado, Adrián Ramírez y César Cardona, ICH nació para renovar el mercado óptico. Tras permanecer 50 años sin innovación, Roberto Alvarado encontró en el PET —tereftalato de polietileno— una forma ecológica y responsable de crear lentes.
Sus características lo hicieron el material idóneo para fabricar anteojos ligeros, dos veces más resistentes, según pruebas de laboratorio, hipoalergénicos y a bajo costo. Además, la reutilización ha ayudado a disminuir los altos índices de contaminación, ya que su proceso de degradación tarda entre 500 y mil años, aproximadamente.
Aunque México es el segundo país más consumidor de PET en el mundo, al año se obtienen cerca de 722 mil toneladas de plástico; es líder mundial en reciclaje, al acumular 429 mil toneladas de envases. Casi 80% del material reciclado en el país tiene como principal destino China. A diferencia de lo que para muchos es basura, para Alvarado Yáñez es su principal herramienta de trabajo. Con el tereftalato de polietileno ha logrado producir mensualmente hasta 3 mil 500 piezas de armazones oftálmicos, superando los 15 lentes que elaboraba cada mes, cuando el proceso era artesanal.
En ese entonces para la fabricación de lentes recurría a moldes de madera, donde se fundían acetato y, en mayor medida, PET, y a piedras de joyero, con las que pulía y daba el terminado final. El material era recolectado, cortado y triturado por el joven emprendedor, quien al desconocer el proceso de producción trabajaba basado en su intuición y en el deseo de mejorar la calidad visual de las personas. “Los lentes salían feítos. Cuando empezamos a vender nuestros primeros armazones, la gente nos compraba por lástima o porque consideraban nuestra idea como algo innovador”, recuerda.
Con el tiempo y con el financiamiento de empresas como Chivas Regal y Petróleos Mexicanos (Pemex) , el proceso de producción cambió. Sustituyó la recolección manual de botellas de plástico por pellet —bolitas de PET reciclado—, y por un molde de acero con un costo de 100 mil dólares; debido a su alto precio, compró un solo molde que favoreciera al rostro de cualquier persona de entre 13 y 90 años; para poder adquirirlo empeñó su automóvil.
El avance tecnológico que recibió permitió que la propia máquina inyectara los pellet en el contenedor para obtener un producto casi terminado. Ahora para completar el proceso sólo es necesario poner los tornillos y ajustarlos con una máquina de calor. Durante el proceso, también procura cuidar el medio ambiente.
Si bien el método evolucionó gradualmente, Roberto Alvarado busca apoyo económico de instituciones gubernamentales para poder actualizar su equipo. De esta manera, el proceso de producción sería más rápido y los costos bajarían de forma considerable, lo que beneficiaría tanto a la empresa como a los consumidores.
Ventanas al conocimiento
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el mundo existen cerca de 4.5 billones de personas con problemas visuales. En México, según datos de la Secretaría de Salud, más de 40% de la población sufre de algún tipo de ametropía —defecto ocular que ocasiona un enfoque inadecuado de la imagen sobre la retina. Muchos de ellos no reciben el tratamiento adecuado por los altos costos que llegan a tener los lentes correctos, lo que provoca problemas de aprendizaje, así como una posible ceguera parcial o total a largo plazo.
Por ello, a través de ICH, Alvarado Yáñez brinda una alternativa de bajo costo, de buena calidad y 99% sustentable. “En muchas ocasiones se cree que las personas humildes deben tener productos de baja calidad. Nosotros no creemos en eso: somos seres humanos y todos somos iguales. Ellos merecen y tienen derecho a una buena visión”, afirma Roberto Alvarado, el primer ecooptometrista mexicano.
Parte de la labor social que realiza consiste en destinar entre 5% y 20% de las ganancias totales de Grupo ICH a comunidades de difícil acceso y con escasos recursos económicos. “Visitamos lugares donde nadie más quiere ir. Sitios donde no se habla español. Atendemos a las personas y les ofrecemos productos de primera calidad, desde los lentes hasta los exámenes optométricos”, asegura. La otra mitad radica en practicar exámenes de la vista sin ningún costo, hechos por un equipo voluntario de optometristas, egresados, en su mayoría, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN).
Las campañas son realizadas en dos etapas. De lunes a viernes detectan a personas con problemas visuales, especialmente a aquellas que tengan más de dos dioptrías, nunca se hayan practicado un examen de la vista y no cuenten con anteojos ni recursos para pagarlos, mientras que los días sábado se hace la donación.
En algunas ocasiones, las campañas reciben patrocinios de gobiernos delegacionales y de empresas estatales como Pemex, que apoya, durante sus visitas a Poza Rica, Veracruz, la causa de Grupo ICH a través de alimentación, hospedaje y logística. Desde su nacimiento en 2012, ICH ha beneficiado a 2 mil personas por mes originarias de la sierra de Oaxaca, Veracruz e Iztapalapa. Además, según los planes de Roberto, el próximo estado a conquistar será Puebla: “Buscamos hacer un buen armazón, que les dure dos o tres años, porque en la sierra no va a haber un técnico que los pueda ajustar”.
En Iztapalapa, durante un evento organizado por la delegada Dione Anguiano, Roberto Alvarado prevé que en los próximos tres meses 10 mil personas reciban un tratamiento ocular. Durante su estancia en esta delegación, considerada como la zona más marginada y peligrosa de la Ciudad de México, este ecooptometrista espera cambiar la forma en que las personas ven el mundo y que por falta de recursos no dejen de comprar lentes como si fueran un privilegio que no pueden pagar. “En Iztapalapa nos hemos encontrado con grandes historias. Hay niños que tienen una mente bien grande, pero no tienen una buena salud visual”. Por eso la mayor parte de las ventas no se realizan en la óptica, negocio familiar empezado hace 35 años, sino en las campañas. Por el difícil acceso a las zonas rurales y la falta de oportunidades que tienen sus habitantes, Alvarado busca hacer un armazón de gran resistencia.
Aunque actualmente el costo total de los lentes, incluido el examen de la vista, es de 499 pesos, son 80% más económicos que los elaborados con pasta o acetato. “En el mercado nacional los lentes de buena calidad son muy caros. Las marcas que son de bajo costo son prácticamente desechables, que son los armazones chinos.”
En los próximos siete años, Roberto Alvarado contempla, por medio de ICH, cambiar la visión de 10 millones personas en todo el mundo. Sabe que su ecoempresa se nota prometedora, y que la materia prima que usa da para seguir ayudando a más personas que lo necesiten: “Vamos a ser la empresa número uno en fabricación de armazones oftálmicos sustentables”, afirma.