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Cuando los jefes del narcotráfico son detenidos, una de las primeras acciones que emprenden sus abogados es ampararse contra la extradición a Estados Unidos. Intercambian joyas, pistolas chapeadas en oro y dólares, muchos dólares, por un papel que les evite una condena en una celda de tres metros en el extranjero.
Eso no lo hizo Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, un narcotraficante que durante ocho años inundó el Pacífico Sur mexicano de cocaína y cortó las cabezas de sus adversarios. Cuando fue detenido —el 30 de agosto de 2010— llamó a sus familiares que vivían en Estados Unidos y les encargó que buscaran al mejor abogado en las más de mil ciudades de Texas.
El apodo de La Barbie no es fortuito: Valdez Villarreal nació y creció en Laredo, Texas, en el mismo país donde fue creada la famosa muñeca rubia de ojos azules y nariz respingada.
Una vez preso, quería regresar a su país para purgar sus delitos, pero también para obtener una reducción de sentencia y suplicar clemencia como ciudadano estadounidense.
Entonces, La Barbie contrató a Kent, un reconocidísimo abogado, todo un rockstar del Derecho que había defendido a deportistas, raperos y a la actriz Farrah Fawcett. Su nombre completo: Kent A. Schaffer, quien aceptó, también a cambio de muchos dólares, el reto: extraditar de México a EU a un ciudadano de origen estadounidense, el primero en ascender a líder de un cártel del narcotráfico.
Cinco años después de aquella tarde en que fue detenido, La Barbie regresó a casa. Finalmente, el 15 de septiembre de 2015 logró que el gobierno de México concediera su extradición.
Una investigación realizada por EL UNIVERSAL revela que en los últimos cinco años La Barbie y cuatro socios pactaron con Estados Unidos y, a pesar de sus delitos, han alcanzando acuerdos con el gobierno de aquel país. El intercambio: proporcionar información del cártel que comandaba y de grupos rivales.
Todos son juzgados en la Fiscalía de Distrito Norte de Georgia por traficar desde Colombia, Costa Rica y México toneladas de cocaína a ese país. Hace unas semanas fue desclasificado un documento que da cuenta del poder de La Barbie, un ciudadano estadounidense que llegó a traficar hasta 14 toneladas de cocaína por envío.
Cómplices de El Mike a La Barbie
Documentos proporcionados a este diario por las fiscalías federales de Texas, Luisiana y Georgia detallan quiénes y cómo operaban en la estructura criminal que comandaba La Barbie y cuatro de sus principales cómplices.
El ascenso de su organización delictiva radicó en la estructura que implementaron los capos viejos: los puestos jerárquicos quedaban en familia. Carlos Montemayor, su suegro, y Juan Montemayor, su tío político, comandaron todos los envíos de droga a Estados Unidos.
En el vecino país, tres personas fueron clave: Rubén Hernández, Roberto López y dos jóvenes mexicano-estadounidenses: Jesús Ramos y Héctor Flores, que conocían todas las carreteras y bodegas de sur y este de Estados Unidos, facilitando la colocación de la droga en miles de calles.
En documentos de la Corte, a los que tuvo acceso EL UNIVERSAL, se detalla que fue en 2000 cuando La Barbie dejó de ser un narcomenudista local y se convirtió en capo. Antes de ese año y desde que salió de la high school en Texas, trabajó para Adelmiro Ramírez, un narco de Laredo. En ese entonces, Villarreal no era La Barbie, sino El Mike.
Después conocería a gente del cártel de los Beltrán Leyva y rápidamente ascendería a jefe de sicarios. Todo empezó cuando La Barbie dejó dos caballos pura sangre y un entrenador en las puertas del rancho de Arturo Beltrán Leyva.
En esa época también conoció a Carlos Montemayor, un empresario de eventos charros. Se casó con su hija y desde la alianza iniciaron su propio negocio, beneficiados por la amistad que sostenía con Arturo Beltrán.
A La Barbie, ciudadano estadounidense, no le fue difícil comunicarse con jóvenes hijos de padres mexicanos que sólo hablaban inglés y habían crecido en las fronteras del sur. Eran igual que él... Valdez Villarreal hablaba el idioma como nativo. Formó su organización con jóvenes chicanos que movieron su droga en tráileres desde Texas hasta Atlanta.
Nombres, nombres y nombres
Hace unas semanas, la Fiscalía Federal de Georgia desclasificó un documento que había mantenido en secreto: la transcripción de la audiencia del 6 de enero de este año, en la que Valdez Villarreal se declaró culpable.
Éste ofrece una aproximación de las últimas investigaciones que ha llevado a cabo la DEA y proporciona detalles inéditos de la red que mantuvo durante casi una década.
El narcotraficante hizo un contacto en Colombia con quien se reunía en el rancho de los Beltrán Leyva y desde entonces las cargas de cocaína aumentaron dramáticamente.
Una vez, el colombiano envió 3 mil kilogramos de cocaína a Acapulco en un barco de pesca, documenta el expediente.
En México coordinaban los envíos Rubén Hernández y Roberto López, al servicio de Carlos Montemayor. En Estados Unidos, Jesús Ramos era quien trasladaba la droga en tráiler y Héctor Flores hacía los cobros de la venta de cocaína y llevaba el dinero hasta la frontera de Texas. Instaló “oficinas” en varios estados, a las que telefoneaba La Barbie para estar al pendiente del “negocio”.
La sorpresa: no es mexicano
En 2005, la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) comenzó a interceptar llamadas de todo el cártel de La Barbie y fue hasta ese momento que advirtieron que era un ciudadano estadounidense —igual que ellos— quien estaba traficando más de 300 kilos de cocaína a la semana. La Barbie apenas cumplía 31 años.
En la transcripción se detalla que fue en este periodo cuando se ganó el célebre apodo. Era un hombre de ojos verdes, blanco y cabello castaño que cuando le daba el sol parecía dorado. Era tan rico que pagaba a los colombianos hasta 8 mil 200 dólares por kilo de cocaína pura.
Absolutamente toda la droga fue enviada a Memphis y Atlanta en Estados Unidos. Valdez Villarreal llegó a traficar a EU hasta 14 toneladas de cocaína por entrega, detallan.
Desde Colombia también obtuvo rifles AK-47, AR-15, pistolas, M-16, lanzadores de granadas, equipos de visión nocturna, rifles calibre .50, especialmente diseñados para ser montados en vehículos; uniforme antibalas y granadas impulsadas por cohetes.
La mercancía y la droga salían de Colombia, llegaban a Costa Rica en lanchas y submarinos, y de ahí eran entregadas en Acapulco, México, o en Estados Unidos. Generalmente las armas primero y la droga en segundo lugar.
Un chofer lo delató
La intercepción de llamadas telefónicas permitió a la DEA conocer la voz de Carlos Montemayor y Édgar Valdez Villarreal. Después, la detención de uno de los operadores en EU sirvió para fincarle cargos. Jesús Ramos era un hombre que había crecido en Laredo, Texas. Desde muy joven aprendió a manejar camiones de carga. Cuando era menor, embarazó a una jovencita; después volvió a casarse, con una profesora y procreó otros dos. Quería que sus hijos fueran a la universidad y, al menos ante el fiscal, juró que él, como otros conductores, aceptaba hacer entregas para pagar sus deudas.
En 2004 empezó a trabajar para La Barbie en EU. En sus camiones trasladaba el dinero de la venta de cocaína desde varias ciudades de ese país hasta la frontera con México. Fue detenido en una carretera del país, en noviembre de 2005, con 2.3 millones de dólares a bordo.
Su juicio inició ese mismo año y su defensa ofreció a su cliente como “informante”. El gobierno de ese país inició un proceso para averiguar si Jesús Ramos era confiable y si podría aportar datos sobre La Barbie y su organización.
La defensa consideró que una carta escrita por su esposa al juez, donde enumeraba las virtudes de su marido, le permitirían convertirse en informante y con ello obtener la reducción de su condena. Ramos dijo lo que sabía. Igual los otros acusados.
Los coacusados con La Barbie obtuvieron sentencias que evitaron penas de por vida. Jesús Ramos obtuvo una de apenas cinco años e hizo un pago de 15 mil dólares; Rubén Hernández, 22 años en prisión y un pago de 200 dólares; Juan Montemayor, 21 años y 300 dólares. Todos con posibilidades de reducir el tiempo en prisión entre cinco y 10 años.
Quienes aún enfrentan a la justicia son La Barbie y Carlos Montemayor. Su suegro ha pedido, a través de una carta, “clemencia” al gobierno de EU, mientras que La Barbie repentinamente cambió su declaración de inocente a culpable, como lo hacen los capos que intentan pactar con ese gobierno a cambio de información. La sentencia previsible es de 20 años, pero, al igual que sus socios, podría reducirse a la mitad. Todo depende de cómo culminen los acuerdos.
¿Por qué la extradición?
Kent A. Schaffer aceptó una entrevista con EL UNIVERSAL desde su oficina en Houston, Texas. Es la primera vez que habla desde que lograron que La Barbie, quien fue su cliente, fuera extraditado a Estados Unidos.
Viajó al menos 10 ocasiones a penales de máxima seguridad en México para entrevistarse con Valdez Villarreal, luego de que su familia lo contratara en Texas para exigir al gobierno mexicano la extradición.
En 2010, Schaffer fungió como intermediario entre su cliente y los gobiernos de ambos países. “Siempre fue un caballero, una persona con la que se trataba muy fácil, nunca tuve una mala experiencia de ningún tipo. Todo un caballero”, dice el abogado.
Recuerda que la extradición fue un proceso muy complicado: lograr que ambos gobiernos llegaran a un acuerdo para cualquier tema era difícil, pero el caso de Valdez Villarreal era complejo porque había choques de intereses.
Finalmente, en septiembre de 2015 su cliente volvió a casa. La Barbie, dice en inglés con acento recio, texano, no quería pasar 10 o 15 años en México si después tendría que pagar sus delitos en Estados Unidos. Quería regresar a su país y enfrentar los cargos en su contra, no desperdiciar tiempo en México, como otros capos.
Estaba bien, hasta el momento en el que fue trasladado a la última prisión donde estaba encarcelado. A partir de ese momento permanecía aislado la mayor parte del tiempo, tenía muy poco contacto con otras personas. A partir de eso su condición empeoró y quedó en una posición en la que prefirió ir a su país.
La Barbie, el American Drug Lord, como lo han rebautizado en Estados Unidos, se ha vuelto tan famoso entre sus connacionales que se prepara una película sobre la vida de un jugador de futbol que se convirtió en capo.
Sí, protagonizado por un actor europeo, rubio de ojos azules. Charlie Hunnam, británico.