Es consciente de que el término no siempre se utiliza en forma positiva, pero Noé Domínguez está convencido: él es un hacker. Lo primero que aclara es que la definición de esta palabra es más amplia de lo que se ha creído en México, donde muchos le reducen a ser un pirata informático. Pero no es así. En estricto sentido, el término “hackear” significa encontrar la forma de intervenir algo para mejorarlo. Así que, un hacker lo primero que debe tener es ganas de cuestionar y aplicar sus conocimientos para cambiar la forma tradicional en la que funciona un sistema, principalmente informático, aunque no exclusivamente.
“Hackear es cuando tú encuentras un atajo, una manera mejor de hacer algo o de utilizarlo de manera distinta. Hay un movimiento alrededor del mundo para recuperar el significado original de este término, que es estudiar las cosas para saber cómo funcionan y mejorarlas. Un hacker no es un pirata informático como normalmente se cree, aunque puede serlo; sin embargo, también es alguien que busca simplemente nuevas formas de resolver problemas”, explica Noé.
El ejemplo coreano
Noé Domínguez era el típico niño que desarmaba sus juguetes para ver cómo funcionaban. Por fortuna, había otro tipo de aparatos desarmables que lo rodearon durante su infancia —como viejas computadoras que su padre desechaba— y que, sin saberlo, le servirían de guía para definir su futuro profesional.
Su padre es ingeniero en electrónica y en los años 90 dejó su trabajo para convertirse en emprendedor de lo que entonces era una de las máximas innovaciones en materia de telecomunicaciones: las antenas parabólicas. Esos gigantes que podían comunicarse directamente al espacio se volvieron atractivos para Noé.
Al crecer y estar al tanto de los avances en materia de sistemas e informática, Noé no sabía exactamente qué rumbo tomar, puesto que le apasionaban tanto los sistemas computacionales como las tecnologías de la información, la electrónica y las telecomunicaciones, que fueron parte de ese mundo en el que creció. Finalmente decidió estudiar Ingeniería en Tecnologías de Información y Telecomunicaciones, y para ello se marchó de Puebla, su ciudad natal, rumbo a Monterrey, lugar donde dio sus primeros pasos en el mundo de la tecnología y la programación. Eso fue el inicio, el camino sería largo, puesto que la sed de conocimiento del joven, que actualmente tiene 28 años, era enorme.
Esa fue la razón por la que buscó nuevos horizontes y para el último año de su carrera se fue de intercambio al Instituto Coreano Avanzado de Ciencia y Tecnología (KAIST, por sus siglas en inglés), rankeada como la décima universidad más innovadora del mundo, ubicada en Corea del Sur. Más que nuevos lenguajes o programas, Noé aprendió allá a tener una visión mucho más integral de la innovación tecnológica y su aplicación en la vida cotidiana. En el afán por seguir aprendiendo, se quedó un verano más para hacer investigación en un laboratorio.
“Yo quería averiguar qué era lo que había pasado en términos de desarrollo tecnológico en Corea y que no había pasado en México. Y es que hace 30 años ambos países tenía prácticamente el mismo Producto Interno Bruto per cápita y ahora Corea tiene el doble y nosotros nos quedamos. Una de las cosas que hice para encontrar una respuesta, fue tomar una clase llamada Technology Management (administración tecnológica). Uno de los fenómenos más interesantes fue cómo ellos desarrollaron memorias ram para las computadoras. Cuando descubrieron que su valor no residía en querer mejorarlas en su diseño, sino en perfeccionar los procesos de fabricación, ahí fue cuando descubrieron e innovaron en los sistemas de producción. En cosas como esa radica la diferencia de su desarrollo económico”, asegura.
Hacer escuela
Noé realmente se volvió un hacker porque tenía ganas de averiguar cómo mejorar lo que fuera necesario para que sus conocimientos en tecnología y sistemas tuvieran un mayor impacto. Por ejemplo, uno de sus primeros logros en Codeando México fue ayudar a algunos periodistas a convertir información de PDF a Excel para su análisis. Esto parece simple, pero representa un gran cambio para la cultura de la transparencia y el periodismo de datos. “Antes no había un requerimiento de publicar información en datos abiertos. Cuando alguien publica en PDF la información, es muy difícil analizarla de manera aritmética o estadística”.
En Codeando México, Noé ayudó muchas veces a extraer información de manera automatizada de sitios gubernamentales que no tenían una opción de descarga de información. Uno de sus mayores orgullos es datamx.io, ahora una plataforma cívica de datos abiertos que tiene una ventaja sobre los demás portales de este tipo, porque maneja información tanto gubernamental como de sociedad civil.
Noé sabe que lamentablemente, en México no todos los jóvenes tienen la oportunidad de acceder a las universidades, por eso, al volver de Corea y después de trabajar en proyectos de datos abiertos como Codeando México, decidió iniciar la Escuela de Hackers en Puebla junto con otros programadores y mentores que, como él, deseaban compartir sus conocimientos con quienes quisieran aprender a innovar desde el código y la programación.
“Es cierto que mucha gente actualmente quiere entrar en emprendimientos tecnológicos, pero en la Escuela de Hackers queremos ir más allá, queremos ser una opción amigable y accesible para formar programadores de clase mundial. Cuando sales de la escuela te queda un largo camino para tener el nivel competitivo que necesitarás si quieres trabajar en cualquier lugar del mundo como desarrollador o programador. Necesitas al menos un año y medio o dos de práctica, de ponerte retos, buscar nuevas formas de crear soluciones tecnológicas”.
Este joven poblano sabe que en la vida jamás se deja de aprender. Ahora está en los últimos preparativos para volver al KAIST, donde ha sido aceptado para estudiar una maestría en administración tecnológica, pero su huella como hacker en México está ya en la Escuela de Hackers, que quedará a cargo de mentores de su equipo, con quienes permanecerá en contacto, compartiendo el conocimiento de su posgrado.
“Con la Escuela de Hackers lo que buscamos son personas que quieran cambiar e incidir en su entorno a partir de la tecnología. Queremos ayudarlos a creer y fortalecer sus conocimientos técnicos, a partir de compartir conocimiento. Los mentores diseñamos programas que los alumnos necesitan a partir de intereses, inquietudes y conocimientos previos. Por eso no importa si apenas estás aprendiendo a programar o si llevas un año escribiendo código, en esto jamás se deja de evolucionar y aprender”.
La Escuela de Hackers empezó como un deseo de conocer a otros que como él, estaban trabajando en el campo de la programación y el desarrollo de software. Fue simplemente una convocatoria abierta para reunirse en la ciudad de Puebla y conocerse mucho más allá de las redes sociales o el trato remoto. Así se fueron conociendo varios hackers y mentores, intercambiaron inquietudes y se dieron cuenta de que todos estaban realmente con el deseo de compartir e intercambiar conocimiento.
El grupo fue creciendo hasta conformarse una comunidad conocida como codersmexico.com, donde interactúan casi 500 usuarios. David, uno de los mentores, tiene un canal de YouTube en el que publica tutoriales de programación y tiene más de 18 mil suscriptores. Todo esto les hizo pensar que hacía falta realmente tener un proyecto serio de escuela para hackers puesto que, por un lado, están otros proyectos con intereses 100% comerciales, que son muy caros y no pueden estar al alcance de todos, y por otro, los proyectos en la llamada deep web o internet profunda, como la escuela anunciada por Anonymous. Noé no está seguro de que esa escuela realmente exista, puesto que es casi un mito en la comunidad de hackers y developers.
La Escuela de Hackers inició como un experimento gratuito de intercambio de conocimiento. De ahí salieron “graduadas” 14 personas. Actualmente cuenta con una comunidad de apoyo integrada por más de 500 programadores. El programa formal de Escuela de Hackers, para sostenerse, ahora tiene un costo. Se trata de un curso de cinco semanas que incluye tanto las clases, como la asesoría de este grupo de programadores, y una membresía en un espacio de coworking para que puedan desarrollar sus proyectos.
Todo esto tiene un costo de recuperación de 8 mil 750 pesos. Los primeros dos alumnos de esta modalidad están ya por graduarse y muy pronto se abrirá la nueva convocatoria.
Clasificar hacia lo impensable
En el mundo de los hackers existen ciertas “clasificaciones” para determinar los fines con los que el conocimiento avanzado de manejo de software y sistemas de seguridad cibernética es usado. Hay “buenos, malos y no tan malos”.
Los llamados Hackers de Sombrero Blanco son los “chicos buenos” de la seguridad de los sistemas informáticos. Ellos tienen que experimentar y estudiar a fondo los sistemas para encontrar sus puntos débiles y fortalecerlos; los de Sombrero Gris usan sus habilidades para traspasar los niveles de seguridad y después ofrecen sus servicios como administradores de seguridad informática para corregir dichos errores, y los de Sombrero Negro son aquellos que realizan actividades para vulnerar la seguridad de los sistemas, violentarla y extraer información restringida con un fin monetario. Ellos también pueden crear virus, spywares y malwares. Para Noé, quedarse con una sola definición es una visión equivocada.
“La mayor capacidad de un buen hacker es mejorar un sistema, hacerlo funcionar, incluso con funciones antes impensables.