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Ecatepec, Estado de México
Valeria tiene una enorme sonrisa. Como si fuera un trompo, brinca, sube, baja, da vueltas y corre por toda el área verde ubicada debajo de la sexta estación del Mexicable, en San Andrés de la Cañada, Ecatepec. Al poco rato se detiene y mira un pequeño dron que vuela sobre ella. “Yo quiero volar con ese avión para subir muy alto y comer algodones de nube”, dice la pequeña en tono dulce.
Quienes la conocen, describen a Valeria como una niña “con mucho ángel”. Quizá por eso cuando el pintor Guido Van Helten la conoció, sintió la necesidad de plasmar su rostro a todo lo largo y ancho del muro principal de esa estación del Mexicable.
“Se siente muy bonito”, dice Valeria sobre la idea de que su cara esté pintada en una pared gigante. Con apenas cinco años, aún no dimensiona que su semblante representa una oportunidad para cientos de mujeres en Ecatepec que se enfrentan a un entorno difícil.
La pintura en aerosol de la cara de la pequeña es tan sólo uno de los 50 murales que forman parte de la segunda fase del proyecto Ecatepec Arte Urbano. Durante su primera etapa, bajo el lema #LaCalleEsTuya, 128 mil inmuebles cobraron vida cuando sus fachadas se llenaron de colores. Ahora, con la segunda fase, artistas nacionales e internacionales usan los muros de las casas y de las estaciones del Mexicable para dar un regalo a la gente de Ecatepec: la posibilidad de un entorno diferente.
Guido Van Helten es uno de estos artistas. Viajó hasta una de las zonas más conflictivas del Estado de México porque se enamoró del proyecto. Antes de aceptar, investigó en su computadora todo sobre Ecatepec. Así se enteró que esta zona conurbada tiene uno de los índices más altos de violencia y que es uno de los peores lugares en México para ser mujer. Así fue como aceptó, convencido de que ahí hacía mucha falta un poco de arte.
Para Guido, más que el dinero, se trata de la gente. Cuando dijo sí al proyecto, le avisó a los organizadores que necesitaba estar en Ecatepec una semana antes de comenzar a pintar. Recorrió las calles para hablar con sus habitantes, para conocerlos, para saber qué les dolía y preocupaba. En esa búsqueda llegó al Instituto Nacional de la Mujer y entonces supo que su pintura debía ser el rostro de una niña que representara la luz, la posibilidad de un futuro diferente para las mujeres en el municipio.
Repleto de manchas de pintura en la ropa, Guido cuenta que ha disfrutado mucho este trabajo: “Me gusta más pintar aquí. No veo el mismo modo de vida en las calles de aquí que en las de la Ciudad de México o de otras grandes ciudades. Aquí yo disfruto de ver a la gente en la calle, vendiendo su fruta, trabajando. Hay una sensación diferente cuando estás con las personas. Me gusta que los niños pequeños se te acercan, te hablan, juegan futbol en las calles y quieren pintar contigo”.
Aunque Guido es un artista reconocido a nivel mundial a quien le ofrecen proyectos en todo el mundo, siempre trata de elegir los que le parecen especiales, aquellos que traten de llevar el arte a quienes más lo necesitan. “De muchas maneras el arte siempre tiene un efecto positivo en la gente, en el área donde se pinta, en el aspecto de la comunidad. Tener estos muros da otra cara a Ecatepec, le da otra posibilidad, quizá la oportunidad de cambiar su realidad actual”, dice.
Terapia de colores
A lo lejos se ven las casas que se amontonan unas sobre otras en los cerros sin árboles. La mancha urbana aparece desde que uno entra por la carretera, pero a diferencia de otros años, ahora no es gris, sino un mosaico multicolor.
Rosa, rojo, verde, azul, colores vivos. Ecatepec quiere dejar de ser una mancha gris, quiere dejar de ser el lugar donde desaparecen y mueren mujeres, donde los asaltos ocurren todos los días. Lucha por dejar atrás su mala fama y convertirse en un museo gigante, en un ejemplo de recuperación de espacios, de transformación.
Al igual que le ocurrió a Guido, el pintor Héctor Valverde aceptó trabajar en el proyecto por todo lo que representaba para Ecatepec. La casa que él está pintando, sobre la conocida avenida San Andrés, donde corre el Mexicable, guarda una forma geométrica perfecta para el tipo de obra de este artista. Líneas de diferentes colores, azul, rosa, verde, rojo, amarillo, blanco y negro cubren por completo la propiedad que al terminar tendrá unos relieves en la parte de abajo para dar la sensación de pintura escurrida.
La intención de Valverde es sacar los colores de su contexto para que la gente los perciba de manera más grande, que el observador se involucre, “que sea una especie de cromoterapia para curar un poco a Ecatepec”, dice el artista.
“Lo que yo quiero es que cuando la gente vaya caminando por la calle, de pronto vea estas líneas, estos colores, y se sorprenda. Quizá sea una persona que no ha visto mucho arte en su vida, pero por el simple hecho de ser un humano va a sentir algo. En ese momento el arte te toca de una alguna forma y te cambia”, dice Valverde mientras señala su obra aún inconclusa.
Para este pintor el objetivo principal es hacer que la gente salga de la rutina. “Es un proyecto que está destinado a nutrir a las personas”, asegura. “Me gusta que se hace en un lugar que puede ser percibido como complicado. Aquí es donde más se requiere este tipo de esfuerzos. El arte dignifica, le da un nuevo rostro a estas zonas urbanas. Puedes mejorar la calidad de vida de las personas, tener un impacto real”, asegura.
En zona conflictiva
Desde el techo de la casa de la señora Margarita se aprecian los escasos cerros verdes que le quedan a Ecatepec. En ese techo, los artistas Tormenta y Will pintan un enorme mural.
“Pero me lo deberían pintar acá abajo, para que lo vea yo, así nada más lo ven los del teleférico”, comenta con una sonrisa señalando el carrito que pasa sobre su casa. “Está muy bien que se haga esto, así todo se ve más bonito, antes estaba todo gris y ahora ya tiene más color”.
Pero además de pinturas, Margarita dice que “deberían mandar a poner cámaras en la avenida o más policías, para que no asalten tanto y no se roben a las muchachas. Es que está muy inseguro por aquí”.
Al igual que esta señora de ojos marrones, Tormenta y Will son originarios de Ecatepec. Bajo los rayos del sol pintan sobre el techo de Margarita un mural que podrá ser visto desde arriba por las personas que viajen en teleféricos del Mexicable. Lo que la gente apreciará es el cuerpo de una mujer nadando en un cenote.
“La idea es retomar la figura de la mujer y su importancia. Mostrar otra parte de la feminidad, no tanto mostrar el problema que viven aquí, sino enseñar otra cara, la parte padre de ser mujer, exaltarla, que la vean grande, feliz e imponente. Esta podría ser cualquier mujer, una mujer libre que vive sin miedo”, dice Tormenta.
Además de hablar de su obra, el artista se enfoca en el programa: “Es un proyecto que incluye a un sector de la población que está aislado, algo para todos. Sacamos la obra del museo y la trajimos para que fuera accesible a personas que no tienen la facilidad de incluir esto en sus vidas. El arte te puede hacer reflexionar: si tú ves una pintura en la calle y empiezas a profundizar, a pensar en lo que significa, entonces las obras cumplen su función”, explica.
Originario de la colonia vecina, División del Norte, Tormenta comenta que tuvo la suerte de crecer en un ambiente rodeado de arte. “Cuando sensibilizas a un niño y lo pones a observar ciertas cosas, es increíble hasta dónde lo puedes influir. Es triste que aquí los niños no tengan acceso al arte o a la ciencia. La zona donde crecí también era conflictiva y hay chicos que yo conocía que ya no están aquí”.
Tormenta dice “ya no están aquí”, para dar a entender que no pudieron salvarse de la violencia, que fallecieron sin la oportunidad de conocer algo diferente. Ahora, este chico egresado de la escuela de pintura La Esmeralda espera que estos murales salven a muchos niños y jóvenes como el arte lo salvó a él.
“Una oportunidad para la gente”
Primero dice que no, pero después de insistirle mucho, la pequeña Valeria acepta subir a una enorme grúa con su “tío Guido”, como ella llama de cariño al pintor. En las alturas, el artista le da una lata de aerosol a la niña para que dé los últimos detalles del día al mural en el que ella vivirá para siempre.
“El arte es sólo el primer paso, debe ser el inicio de algo más, es necesario que vaya acompañado de otras acciones para que pueda transformar en un nivel más profundo”, remata Guido después de varios minutos de entrevista.
La esperanza del artista es la misma que la de los habitantes de esta zona, es la ilusión de que estos murales, con sus imponentes colores, sean el principio de algo bueno, sean una oportunidad para Ecatepec y para su gente.