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El jet lag por las 14 horas de diferencia que hay entre la Ciudad de México y Seúl fue apenas el primer golpe de realidad experimentado por Narda Santana en respuesta a la decisión, al menos aventurada, de irse a vivir tres meses a Corea del Sur con el pretexto de un curso intensivo de idiomas, nada relacionado con videos de entretenimiento masivo.
Gracias a Seonju, una amiga de intercambio estudiantil que conoció en la universidad, pudo instalarse en los suburbios de la capital coreana, con choques culturales que de a poco asumió: “El baño, quitarse los zapatos en la casa, los ruidos en la mesa al comer, los alimentos”, todo el entorno se encargó de hacerla ver que estaba al otro lado del mundo; incluso el saludo, que se reducía a una ligera reverencia.
Por aquellos días, producir videos para YouTube sólo era una idea surgida a finales de su carrera, alentada por la falta de contenidos sobre cultura asiática en español. Su referencia era el canal Eat your kimchi, de una pareja canadiense, y no existía algo similar en México. El proyecto tardó en iniciar. Esperó viajar más de 12 mil kilómetros para decidirse a llenar ese espacio.
Hoy, bajo el nombre Latina Saram, su canal es una realidad, con más de 250 mil suscriptores y un crecimiento de 39 mil 400 durante el último mes, según el sitio Socialblade, especializado en medir el comportamiento de las redes sociales. Si bien acumula 11.4 millones de reproducciones en apenas año y medio, sus números no resultan sorprendentes en medio de todo el consumo nacional, y lejos está de contratos millonarios como los de Yuya o Werevertumorro, los mexicanos que más cotizan.
Lo cierto es que su actividad comienza a ser redituable, cada vez son más marcas las que la buscan y es la youtuber más influyente del rubro, no sólo en México, sino en toda la región. Sus videos, en los que muestra el peculiar modo de vida coreano, hicieron tal eco que tras ingresar a estudiar negocios a la Korea University —una de las tres más importantes en aquel país—, su nueva alma mater la eligió embajadora universitaria para América Latina.
Pe-Mex en Surcorea
Narda llegó a México en su adolescencia, procedente de Perú, para finalizar el bachillerato en la Ciudad de México. Aquí la esperaba familia mexicana, su hermana incluida, por eso se considera una chica Pe-Mex (peruana-mexicana). Becada en una de las instituciones de educación superior más importantes del país, desarrolló cultura emprendedora y tuvo un primer acercamiento con Corea. De niña le gustaba el anime, pero gracias a estudiantes de intercambio se interesó en todo. En ese momento el mundo youtuber apenas le hacía cosquillas en la mente.
Al terminar la carrera, participó por una plaza en una empresa transnacional. “Por un error administrativo no me pudieron contratar, me pidieron que esperara un año y no acepté”, cuenta Nalú, como la conocen sus seguidores. Con un escenario gris y una decepción amorosa a cuestas, determinó que tomar clases de coreano directamente en la península asiática era un buen aliciente para aliviar una mala racha en su vida.
Con mil dólares en la bolsa y el apoyo dividido de sus padres, aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Incheon en octubre de 2014. No había un rastro de castellano en las calles, y el inglés con que se comunicaba pronto se esfumó. A partir de ese momento la vida le cambió muy rápido. Cuando los tres meses del curso pasaron, ya no vivía alojada con su amiga, sino en un diminuto apartamento estudiantil en el centro de la cuarta urbe más rica del orbe.
Sus ahorros también se fueron pronto, apenas le duraron un mes. Al borde del drama financiero, el pago por unos cursos de español que ofreció le permitieron comer durante unas semanas más. Aunque gracias a un puesto de tiempo completo en el área de marketing de Yello Mobile se estableció en Seúl. Más allá de tratarse de una de las compañías emergentes con mayor proyección en los negocios digitales asiáticos, fue ahí donde comenzó la odisea youtuber, con un video en el que hizo que un compañero de trabajo hablara en español, el cual fue un éxito.
La grabación fue publicada en una página de Facebook dedicada a la cultura asiática y de inmediato cientos de usuarios comenzaron a solicitar más videos con diferentes contenidos. Atenta a las solicitudes, supo identificar esa necesidad de entretenimiento entre el público latino, y en diciembre de 2014 nació el canal, con un iPhone prestado y el apoyo de amigos coreanos para editar.
La aceptación fue inmediata. Aun así, se dio un año para determinar si era un proyecto rentable, tomando en cuenta tiempo y recursos invertidos. Si conseguía más de 100 mil suscriptores le entraría de lleno. En ese lapso la dinámica se complicó, puesto que no podían ayudarle sin remuneración, así que debió involucrarse en todo el proceso de creación por medio de tutoriales en internet, programas de edición piratas y una cámara de mediana calidad que debió comprar.
Para diciembre de 2015 superó por mucho la meta fijada: eran más de 150 mil suscriptores de todo Latinoamérica; entre México, Perú, Colombia, Argentina y la comunidad hispana de Estados Unidos radica el grueso de sus seguidores. Ella seguía sin creer en la fama que había acumulado, hasta que viajó a Lima a una convivencia masiva con fans. La recepción llena de ovaciones nunca la esperó.
Una joven industria
Luego de la irrupción de los videoblogueros comandados por Gabriel Montiel (Werevertumorro) y compañía, el trabajo de los youtubers se volvió la nueva panacea para muchos jóvenes inmersos en la comunicación de masas. Uno de los alicientes son los ingresos que se pueden lograr, derivados de Google y los contratos publicitarios, aunque en realidad son pocos quienes reciben esas grandes sumas.
La compañía californiana acapara un porcentaje de los contratos (se estima que 45%). Además, el pago corresponde a factores como número de reproducciones, tipo de publicidad que atraiga el canal, tipo de contrato establecido con YouTube, así como el formato de publicidad que sea incluido en los videos.
Aproximaciones de Socialblade indican que un partner gana, en promedio, dos dólares por cada mil reproducciones, aunque influyen variantes como las vistas al día y el total de suscriptores. El caso de Narda es más complejo, pues las marcas orientales todavía no están muy interesadas en el mercado occidental. De hecho, explica que hay canales coreanos con menos tráfico y mayores ganancias que ella, debido a la diferencia de patrocinadores.
Un elemento que le ha sido de mucha utilidad es la red de contactos que comenzó a tejer desde sus tiempos en el Tec. Ésta creció en Asia, donde pudo convivir con estrellas de pop coreano (K-Pop), con youtubers de aquel continente, con quienes pudo intercambiar experiencias, y latinos con los cuales ha participado en videos para apoyarse mutuamente.
Debido a sus números, las ganancias no son cuantiosas, recién comienzan a reflejarse, pero al igual que otros en el medio se favorece de contratos para anunciar productos como maquillaje en su canal, además de vincular la figura de Latina Saram y monetizar su labor de influencer en redes como Facebook, Twitter e Instagram.
“Es complicado, porque nadie sabe cuánto cobrar por eso”, comenta a EL UNIVERSAL sobre las dificultades para remunerar su trabajo en un mercado incipiente. De lo que está segura es que no puede promocionar cualquier producto a sus seguidores. Esa meticulosidad la ha llevado a no concretar ciertos acuerdos. “No puedo ofrecer algo que sé que no le podría gustar a mis seguidores (…) sería una falta de respeto”, explica con voz aterciopelada, que por momentos deja salir el acento chilango.
Cualquier día puede terminar
Para no depender de su naciente fama, Narda optó por seguir trabajando y así mantener el sueño de su vida: convertirse en CEO de su propia empresa. Tras un año en Yello, consiguió un puesto en otra compañía de tecnología, en la que podría ejercer sus estudios universitarios, pero con un horario más relajado para compaginar el trabajo digital.
A lo largo de su jornada, aprovecha cualquier tiempo libre para responder los comentarios de los seguidores —buenos o malos—, e interactuar con sus comunidades, para saber con exactitud lo que quieren y mejorar los contenidos, sin importar que no se termine de acostumbrar a trolls e insultos. “No me vuelvo loca [con la fama], tengo los pies bien puestos en el piso y soy consciente de que en algún momento una televisora puede contratar a un modelo guapísimo, invertir muchos recursos en un canal que podría desbancarnos a todos”, se sincera.
Tampoco se fija mucho en la competencia, sabe que “el sol sale para todos (…), a final de cuentas el punto es ofrecer un buen producto que le guste a los seguidores”. El consejo que ofrece a menudo es “que sean constantes, originales, y que tengan retroalimentación con los viewers, al final es gracias a ellos que estamos aquí”, platica en entrevista telefónica.
Pocos meses después de llegar a Corea pensaba en trabajar como mesera para alargar una aventura que parecía caducar. Volver sonaba lógico. Dieciocho meses más tarde, mientras su canal crece a ritmo constante, al fin regresará a México en calidad de embajadora universitaria para promover intercambios estudiantiles.
Con este par de recompensas y 27 años de vida, no tiene la necesidad de moverse de país, tampoco sabe dónde podría parar, pero se siente tranquila con la vida por no haberse quedado con las ganas de vivir al otro lado del mundo, en un continente lejano con un idioma casi indescifrable. Tranquila, por atreverse. Por haberlo intentado.