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Los traficantes sólo necesitan asegurarse de que nadie los vea, filtrar la arena más delicada, encostalarla y meterla en un camión de carga. Por cada saco que entregan de forma ilegal reciben una bicoca en el mercado negro, pero sus principales compradores son hoteles, spas, grupos inmobiliarios, fincas y espacios destinados a actividades turísticas, que no compran sólo unos cuantos costales.
El contrabando del material pétreo (arena) a nivel mundial se estima en 18 millones de toneladas cada año, lo que lo convierte en el segundo recurso más demandado después del agua, de acuerdo con la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (IUGS, por sus siglas en inglés). La cifra es también, de acuerdo con el mismo organismo, seis veces mayor al consumo anual de petróleo, que registra 3 mil 400 millones de toneladas.
Por su parte, la Fundación de Defensa de la Naturaleza (Fudena), organismo venezolano independiente dedicado a la conservación de los recursos naturales y el ambiente, y a la promoción del desarrollo sostenible, asegura que “casi una cuarta parte de las playas del mundo padecen los síntomas del saqueo”.
Aunque en Indonesia y Malasia —de acuerdo con la IUGS— ocurren las situaciones más graves de tráfico de arena, según la Geological Society of America, en México se registra el fenómeno principalmente en Baja California, cuyas playas son “extraídas” para ser llevadas a EU.
Tan sólo en el último trienio y los primeros meses de 2016, cerca de 26 toneladas se intentaron traficar en el país, así lo confirman datos proporcionados a EL UNIVERSAL por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), vía Ley de Transparencia, con apoyo en un cruce de datos difundidos por la institución. Entre 2014 y 2016 casi se cuadruplicó el contrabando de arena, pasando de 3.5 a 12.6 toneladas, de acuerdo con el oficio que responde a la solicitud con folio 1613100015816.
Las huellas de la extracción ilegal están identificadas oficialmente en Baja California, Baja California Sur, Campeche y Quintana Roo.
“Falta control de las autoridades”
“El problema de la pérdida o saqueo de arena de las playas es algo que se ha dado desde los años 30 o 40 del siglo pasado (...). Queremos echarle la culpa al cambio climático, pero la verdad es que el problema de erosión y pérdida es resultado de la falta de control que existe por parte de las autoridades para la extracción de arena”, afirma el investigador Saúl Chávez, del Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste (Cibnor), en La Paz, Baja California Sur.
El especialista en procesos costeros también asegura que mientras se realicen construcciones junto al mar, el conflicto del saqueo de arena no se podrá detener. “¿Qué pasa cuando en estas zonas se construyen edificios? Se detiene el proceso biológico de regeneración, en vez de eso las playas erosionan. Es lo que pasa en Cancún, se pierden millones de dólares al año para intentar rellenar las playas y así retrasar su desaparición”, añade el biólogo, quien señala que la arena empezó a ser extraída en los países con “buen desarrollo económico”, como Estados Unidos y varias naciones europeas.
Pero no es el único uso. De acuerdo con el oficio de Profepa, se usa para “filtros de arena en albercas, rellenos de calles y construcciones”. Un inspector de la dependencia, quien pidió el anonimato, explicó que también se utiliza para fincas, hoteles e incluso con fines de santería. Pese al problema y el contexto ilustrado por el especialista, dice el funcionario que “no es un foco rojo”, por tratarse de “saqueo hormiga”.
Precios y puntos de robo
Los traficantes de arena suelen utilizar la criba, una especie de malla metálica que sirve como separador de los sedimentos más finos para luego empaquetarla. Normalmente se utilizan costales con una capacidad de 25 kilos. No extraen pequeñas cantidades, sino centenares de costales que necesitan transportar en camiones de carga. El material termina en sitios que no expiden los permisos correspondientes.
Un permiso para la extracción de arena ante la Comisión Nacional del Agua (Conagua), independientemente del uso, expone que “no se expedirán concesiones para la explotación de materiales pétreos de las riberas o zonas federales de los cauces y vasos de propiedad nacional (...), se podrá concesionar siempre y cuando no afecten las zonas de protección”.
Apenas el 8 de mayo pasado pescaron in fraganti a tres contrabandistas que dejaron numerosos huecos en la Bahía de los Ángeles, Baja California. Es una reserva de la biósfera ubicada en el municipio de Ensenada, con miles de hectáreas marinas que albergan al tiburón ballena, la ballena de aleta y al lobo marino, zona decretada como protegida en junio de 2007. El resultado fue el aseguramiento de más de 280 costales con un peso de 12 mil 600 kilos.
En abril del año pasado ocurrió bajo el mismo modus operandi otro hecho similar: la Profepa detectó actividades de excavación en una playa de Baja California, donde encontraron 57 costales (mil 500 kilos de arena). Según la solicitud de información, cada 25 kilos tienen un valor de 43.50 pesos. Es decir, por los aseguramientos totales en el último trienio los traficantes recibirían aproximadamente 45 mil 240 pesos.
A pesar del problema, el oficio no especifica ningún detenido. El comunicado informó, en mayo pasado, de la aprehensión de tres personas durante un operativo coordinado con la Policía Federal Ministerial; pero ningún responsable de negocios legales donde se usa la arena.
El material pétreo es utilizado en la construcción y es comúnmente extraído de arroyos y dunas; su hurto también representa un grave peligro para el medio ambiente de ciudades costeras. “La arena de los arroyos debe llegar al mar para el proceso de regeneración de la playa. Sin ese sedimento las playas erosionan, pero además su saqueo en arroyos obstaculiza que con la lluvia la arena permee en el subsuelo y garantice la recarga de acuíferos”, dice Chávez.
Un ejemplo, señala, es Baja California Sur, que sufre de sequías gran parte del año y “cuando llega a caer lluvia la mayor parte del agua se pierde debido al saqueo de arena”. También cuestiona la eficacia de las autoridades, que para él no han sabido controlar ni vigilar este recurso no renovable que está desprotegido por falta de “permisos adecuados para su extracción”.
En diciembre de 2015, el diputado priísta Timoteo Villa Ramírez presentó un punto de acuerdo en el que exhortaba a la Secretaría de Economía y a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales a tomar medidas urgentes contra “la explotación de arena en las playas mexicanas”. Esto luego de que el legislador hiciera alusión a un caso en abril de 2015 en el que fueron extraídos ilegalmente 300 metros cúbicos en Quintana Roo, en una zona de anidación de tortugas verde y caguama, especies que están en peligro de extinción.
El tesoro del mar
David Carenzo está sentado en la parte baja de la playa de Balandra divisando el silencioso paraje sudcaliforniano junto a su amigo Armando Lozano. Ambos son unos cuasi biólogos marinos de la UABCS que recuerdan sus días de prácticas aquí. Hunden sus manos en la arena de mar y toman un puño de este componente húmedo para olfatearlo. “Huele a podrido por el manglar, pero tiene muchos nutrientes”, coinciden los veinteañeros.
Después escarban hasta encontrar una espina de erizo y otros esqueletos marinos, un ejercicio que es común en sus investigaciones de campo. En el agua tibia de este paradisiaco espacio hay mantarrayas que se camuflan con el material pétreo. “Camina arrastrando los pies en la arena, porque si las pisas te pican”, advierten sobre el sitio que anida diversas formas de vida. El Colectivo Balandra lo afirma en su página de internet: “Es un espectacular y saludable bosque de manglar”.
Sus características son únicas, al grado de ser uno de los pocos manglares de regiones áridas que no presentan contaminación, al igual que el Mar Rojo y el Golfo Pérsico. Por sus detalles de arena fina, poco desgastados, este tipo de espacios son más atractivos para los traficantes y empresarios que lo usan en sus negocios. En 2014, la organización Cielo, Tierra y Mar (Citymar) presentó una denuncia por el saqueo de 40 metros cúbicos (cada uno equivale a una tonelada y 450 kilos] en Quintana Roo, en un área protegida por la anidación de tortugas.
Esta entidad no fue registrada por la Profepa a pesar de que un año después sorprendieran 25 camiones con 500 metros cúbicos de arena procedente de la duna costera Punta Morena, denunció la presidenta de la organización ecologista, Guadalupe Álvarez Chulim. Las primeras indagatorias señalaban que se trataba de una operación ordenada por particulares y su destino eran dos hoteles.
Para que naciera la arena de las playas implicó un proceso de miles de años atrás en las partes altas de las montañas. Esos sedimentos se transportan desde las cuencas altas hasta las costas. “Conforme van avanzando hasta el mar adquieren menor tamaño y van formando las arenas”, explica el experto Saúl Chávez, quien añade que una vez en las desembocaduras pasan por otro proceso mediante el oleaje. El resultado es el verdadero oro de las playas.
Ese tesoro formado en millares de millones de granitos eclosionan en un ambiente “altamente energético”, porque cuenta con la influencia de la tierra, el océano y la atmósfera.
“Es algo tan evidente. Mucha gente ignora la importancia de estos ambientes y lo que representa el saqueo”, añade el biólogo, quien cuenta que, desde hace años, “volúmenes inmensos” de arena de Ensenada, Baja California, fueron saqueados y llevados a Estados Unidos para regenerar playas.
En esta cadena donde se saquea el oro del mar, no sólo son responsables los traficantes, sino los empresarios y los turistas.
Entre la lista de afectaciones en zonas “altamente dinámicas”, los turistas no son en su mayoría conscientes de que la comodidad de “sacar el pie del cuarto y ya estar en la playa” en algunos edificios u hoteles que usan arena ilegalmente, tienen un enorme costo: la pérdida del área que terminará por dejar como cementerios los ambientes costeros.
De forma silenciosa, y desde inicios del siglo pasado, el hombre encontró en el tráfico de arena este otro negocio ilegal a base de un recurso natural. Actualmente la extracción de arena crece y con ello la erosión de las playas y, en los peores casos, la extinción de estos parajes.