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A las 04:15 horas del 8 de enero iniciaron los balazos. “Ta ta ta tá”, zumbaban en la esquina de las calles Jiquilpan y Río Quelite, una zona habitacional donde viven familias de empresarios y políticos. A sólo un par de cuadras reside la madre del gobernador de Sinaloa, Mario López Valdez.
Don Carlos, un vecino que solicitó que se le cambiara el nombre por su seguridad, veía por la ventana de su casa cómo la tranquilidad del barrio se derrumbaba en unos cuantos minutos. Los marinos tiraban balas en repetidas ocasiones a una vivienda pintada de color blanco, rodeada de árboles frondosos. Para él eso no tenía sentido. No sabía que alguno de sus vecinos tuviera un pasado delictivo, ni siquiera los de esa vivienda que las Fuerzas Armadas baleaban sin descanso. El señor recuerda que hace cinco años fue vendida por unos gringos, y desde entonces no supo más.
La balacera duró alrededor de 45 minutos. Se oían todo tipo de detonaciones. Las escoltas de El Chapo atacaban a los marinos, los marinos a ellos. Unos presuntos sicarios murieron en el enfrentamiento, otro intentó huir por la parte trasera de la casa. Se trepó a la barda de un vecino y como pudo cayó del otro lado. Para lograrlo, tuvo que tronar la cerca electrificada.
La vivienda no pertenecía a cualquier persona, el dueño era el varias veces campeón mundial de boxeo Fernando Kochulito Montiel. En cuanto el pugilista escuchó las detonaciones tomó a sus tres hijos y se resguardó en el cuarto principal de su vivienda, ubicado en la planta baja. Sus hijos tenían mucho miedo. Él sabía que ante una afrenta como ésta, ni sus puños lo podían proteger.
Los balazos dejaron de escucharse después de las cinco de la mañana. La Marina inició el aseguramiento de las viviendas contiguas a la de El Chapo Guzmán. Primero tumbó la puerta principal de la casa del Kochulito y más tarde le tocaron el timbre de la segunda puerta.
Cuando los marinos revisaron la casa hallaron a uno de los presuntos sicarios de El Chapo, el que se había brincado la barda. Estaba en un pasillo del segundo piso.
“Lo que estuve viviendo fue algo de película”, dice durante una entrevista afuera de su morada, y mientras lo hace reclama que hay personas que lo han señalado de estar protegiendo a delincuentes, un señalamiento que él refuta indignado.
Continúa: “Fue una noche de terror. No se lo deseo ni a mi peor enemigo. Esto es algo muy delicado. No pude conciliar el sueño. Yo esperaba un balazo en la cabeza porque lo sentí cerquita… Que me señalen a mí, diciendo ‘él fue’, las personas que me conocen no se pueden atrever a pensar que yo esté involucrado en ese tipo de cosas. Si estuviera involucrado no estuviera aquí parado”.
—¿Hay gente que lo ha señalado?
—Directamente no, pero sí indirectamente. Han dicho que sí, que cobre la recompensa. No tengo por qué cobrar nada. Me da mucha tristeza que se hable de ese tipo de cosas.
De acuerdo con la información recabada, cuando acabaron las detonaciones Guzmán Loera se hallaba dentro del drenaje. El criminal lo había hecho en otras ocasiones. Conocía el sistema.
Fueron entre tres y cuatro horas las que duraron El Chapo y El Cholo Iván caminando por un ducto pluvial, que por sus dimensiones sólo a gatas se puede recorrer. La empresa no era corta: entre la casa de seguridad y la salida, ubicada en el crucero de Jiquilpan y Antonio Rosales, hay una distancia mayor a un kilómetro.
Al hacer una revisión del lugar, un grupo de reporteros locales e internacionales (entre ellos tres de EL UNIVERSAL) que intentaban reconstruir lo sucedido abrieron la escotilla del crucero y hallaron un rifle AR-15, una arma de alto poder que debió ser abandonada por uno de los dos criminales antes de salir a la superficie. El rifle se encontraba recargado en la pared del drenaje, encajado en el fango y cubierto con restos de lodo. El primero en abrir la escotilla fue un periodista extranjero del medio ABC News.
Cuando las Fuerzas Armadas se enteraron del descubrimiento enviaron a un grupo al lugar, tomaron video a los reporteros asistentes y más tarde aseguraron el arma.
Una vez que El Chapo salió de la escotilla, él y El Cholo Iván despojaron a una persona de su vehículo Ford Focus color rojo y lo utilizaron para huir. Recorrieron la calle Antonio Rosales y llegaron a la carretera que conecta a Los Mochis con el estado de Sonora.
Todavía no se conoce el momento preciso en que fue detenido por la autoridad, pero todo indica que sí fueron unos policías federales los que los detuvieron ante el reporte de un coche robado. Supuestamente los agentes lo llevaron a uno de los moteles que le quedaban más cerca, y fue el caso del Hotel Doux.
Según testimonios de trabajadores del hotel, los elementos federales esperaron apoyo de seguridad dentro de la habitación 51, lugar donde le tomaron una foto y que posteriormente fue filtrada en redes sociales, incluso varias horas antes de que fuera presentado ante los medios de información.
La foto es esa donde El Chapo aparece sentado en un colchón del cuarto del hotel, ataviado con una camisa sin mangas y llena de suciedad. Con la mirada perdida. Ausente.
La habitación es muy sencilla. Se halla al fondo del corredor de habitaciones del hotel, tiene cochera para un auto y un pequeño jardín en su exterior. Hay un letrero que avisa del precio: “Standar Suites 300”, y un pequeño reglamento donde se indica que la cuota vale por seis horas de hospedaje, que la habitación será revisada antes de la salida del cliente y que cualquier daño conllevará un cargo económico adicional.
La habitación 51 no tiene el cartel de una jovencita semidesnuda como se dio a conocer en la foto, pero sí conserva las mismas colchas, lámparas y colores que aparecen en la imagen filtrada. Además, el lugar tiene una iluminación baja, un sillón rojo, uno café, un catálogo que lleva por título “sex shop” y un pequeño baño.
En el exterior de las habitaciones del hotel hay cámaras de videovigilancia que debieron de haber grabado el momento en que El Chapo fue trasladado al lugar. Aunque a la gerencia se le pidió acceso a las imágenes, éstas fueron negadas. Desde que sucedió la captura la demanda de cuartos en el establecimiento ha bajado considerablemente, informó la gerente, de 100 habitaciones que rentaban diarias disminuyó a 30. Eso sí, van varios que le piden la habitación donde resguardaron a El Chapo, la 51, pero esa no está en renta, al menos no durante un par de semanas más.