Periodismo de investigación

Abogados. Entre la justicia y el poder

Litigan casos de políticos en desgracia, banqueros de altos vuelos, empresarios que lidian con sindicatos, campesinos amenazados. Entramos a despachos de 5 de los juristas más influyentes del país

El ex secretario de Gobernación es de los pocos abogados que sin previa cita se apersona en el tercer piso de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (GERMÁN ESPINOSA)
12/07/2015 |02:44Elena Michel |
Redacción El Universal
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“Mi bateo no es de 100%, pero es muy alto”

Irrumpe en su oficina con una amplia sonrisa que sepulta la imagen solemne que proyectó durante su paso por la Secretaría de Gobernación, entre 2008 y 2010.

Ocupa una silla minimalista mientras fuma un cigarro. Un cuadro original, del pintor Fernando García Ponce, simula un tapiz de fondo que envuelve su propia figura.

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El teléfono rojo timbra; atiende. “Lo tengo por payaso, me acostumbré”, dice Fernando Gómez Mont Urueta, casi excusándose por este aparato que habitualmente está en las oficinas de altos funcionarios y sirve sólo para emergencias o llamadas del Presidente.

La colonia Lomas de Chapultepec alberga la oficina del bufete Zinser, Esponda y Gómez Mont. Una casa color arena de tres niveles.

“Claro que cobramos bien a quienes nos pueden pagar, y por supuesto no cobramos a quien no nos puede pagar”, refuta, con una fórmula que equilibra el lujo y la filantropía.

El ex secretario de Gobernación es de los pocos abogados que sin previa cita se apersona en el tercer piso de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), donde despachan los 11 ministros. A todos los conoce muy bien.

Desde la Secretaría de Gobernación, él procesó las ternas, de las cuales el Senado eligió a Luis María Aguilar y Arturo Zaldívar como ministros, los mismos que en enero pasado se enfrentaron por la presidencia de la Corte.

“Las relaciones personales sirven para poder ser escuchado. Pero yo nunca he abusado de la amistad de nadie, con poder o sin poder, para pedirle un favor especial o por razones personales en el ejercicio de un asunto que yo estoy postulando. Siempre he llegado, los conozca o no, con los argumentos que, yo creo, debe ser vista la causa que defiendo”, dice.

El bufete se especializa en la “administración de crisis” y sus clientes son canalizados por otros despachos cuando se requiere “intervención especial para potenciar” la solución de un caso.

“Normalmente no somos abogados de cabecera, a nosotros nos llega una gente que cree verse sometida a un problema harto complicado y que va asumiendo dimensiones cada vez más dramáticas. Por eso, incluso, entra en el área de lo penal. Nuestros principales referentes de clientes son otros despachos”, explica.

¿Cuál es su porcentaje de eficacia?

—Creo que muy alto, pero eso también puede ser un argumento falaz, porque normalmente tú tomas casos que crees que puedes llevar adelante. Diría que mi bateo no es de 100%, pero es un bateo muy alto, gracias a Dios.

En su oficina conviven símbolos emblemáticos del mundo del Derecho, como el tradicional martillo que se usa en las salas de las Cortes para llamar al orden, junto al cual hay un globo del mundo astral, unas manzanas verdes para la buena suerte y dos imágenes de la Virgen de Guadalupe. “Soy creyente, no practicante”, comenta.

Su trayectoria se desarrolló bajo la tutela de Diego Fernández de Cevallos.

¿Hay muchos abogados panistas exitosos ligados a Fernández?

—Yo he trabajado con Diego desde hace décadas, tanto en el ámbito de la política como en el ámbito del Derecho. Es un abogado muy competente, muy trabajador, serio.

En su firma, a diferencia del mundo de la política, no importa si el acusado es del PAN, PRD o PRI. Lo mismo asesora a dependencias que litiga contra ellas. Su despacho llevó la defensa de Raúl Salinas de Gortari, de Rogelio Sotomayor, ex director de Petróleos Mexicanos acusado de participar en el llamado Pemexgate, y la defensa de Canal 40 en contra de TV Azteca, por la ocupación de sus instalaciones, entre otros.

¿Deja más este negocio que la política?

—¡Ah bueno!, pues sí. Las limitaciones de ingreso de los servidores públicos son altas, respecto a otras posibilidades que da un trabajo comprometido, sí. Pero tampoco creas que da para sólo trabajar unos años y luego ya no laborar. Da para vivir muy bien, pero no para retirarse temprano.