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Abisaí Villalobos perdió el mismo día a su esposa e hija. Haidé Noemí López, de 26 años, murió en octubre de 2014. Tenía cinco meses de embarazo. Un mal diagnóstico terminó con esta pequeña familia. De 2010 a 2014, otras 5 mil 258 mujeres murieron durante el embarazo, parto o posparto en México, según los datos de la Secretaría de Salud. Las primeras causas fueron hemorragias, principalmente las que son inmediatas al parto, problemas de hipertensión arterial, eclampsia y preeclampsia, y otros padecimientos.
Enfermedades preexistentes antes del embarazo, hemorragias en mujeres con una cesárea previa y padecimientos que pudieron prevenirse en consultas prenatales son los factores que contribuyeron a que la estadística no bajara a la velocidad esperada, afirma Ricardo García Cavazos, director general del Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva de la Ssa: “En 40% de los casos de muerte materna que se reportaron en 2015, la madre nunca fue a revisión con el médico”.
A esto se suma que en algunas zonas rurales del país el acceso a los servicios de salud es difícil y “no hay personal capacitado las 24 horas del día para casos de emergencia”, asegura Hilda Argüello Avendaño, secretaria técnica del Observatorio de Mortalidad Materna.
México tuvo un progreso insuficiente en reducir la mortalidad materna en los últimos 25 años, de acuerdo con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), establecidos por la ONU. La meta era bajar a 22 muertes maternas por cada 100 mil nacidos vivos para 2015, pero hasta 2014 esta cifra se mantuvo en 38.
“Esa meta era demasiado ambiciosa. En Uruguay hay 40 mil nacimientos al año, la meta se calculó con esto y claro que ellos cumplieron. En México es un gran desafío cuando ves que tenemos dos millones 300 mil nacimientos al año”, asegura García Cavazos.
El gobierno dejó a un lado los indicadores de la ONU y para 2018 se trazó una nueva “meta real” de 30 muertes maternas por cada 100 mil nacidos vivos a nivel nacional.
Entre 2010 y 2014 este indicador aumentó en Durango, Tabasco, Yucatán, Sonora, Hidalgo, Chiapas y Jalisco. Mientras que en 2010 se registraron 39 muertes maternas en promedio por cada 100 mil nacidos vivos, en 2014 esta cifra se elevó a 51 fallecimientos.
Mexicanas desde los 12 hasta los 54 años perdieron la vida por una complicación en el embarazo entre 2010 y 2014. De los más de cinco mil casos registrados, dos de cada cinco, es decir 2 mil 238, tenían entre 21 y 30 años.
Haidé cumpliría 27 años en enero de 2017 y se convertiría en madre un mes después. Ninguno de esos planes se cumplirá. Ahora sólo hay un certificado de defunción que dice fibrosis pulmonar. El día que llegó al Hospital de Gineco-Pediatría 3A del IMSS, los estudios no revelaron la gravedad de lo que ocurría. El diagnóstico preliminar fue influenza.
“La fibrosis pulmonar es difícil de diagnosticar. En mujeres embarazadas la posibilidad de complicaciones es muy alta porque hasta levantarse de una silla les provoca fatiga y falta de aire”, explica Sergio Téllez, jefe de Ginecología del Hospital No. 60 del IMSS.
Sin ninguna mejoría, los médicos trasladaron a Haidé al Hospital La Raza. Su estado era tan grave que decidieron conectarla a un pulmón artificial. “Los doctores siempre me aseguraron que la salud de mi bebé era estable y que la cirugía no le iba a afectar”, cuenta Abisaí.
Tres días después de su ingreso, Haidé y su hija murieron: “Nos dijeron que incluso gastaron mucho dinero en los equipos que habían llevado”, narra el joven de 29 años.
Durante 2014, ocurrieron 561 muertes maternas en la Ciudad de México. El 37%, es decir, 205 fallecieron en algún hospital de la Secretaría de Salud (Ssa).
Las zonas más pequeñas
Entre 2010 y 2014, 30% de las muertes maternas, es decir, mil 571 se focalizaron en localidades con menos de 2 mil 500 habitantes y de origen indígena como: Llano Grande y La Humedad, Oaxaca; El Cambil, Chiapas; San Lucas Atoyatenco, Puebla, y el Remance, Guerrero.
Dos de cada 10 mujeres que fallecieron en estas localidades (315) tenían entre 13 y 20 años. El 30%, es decir, 448 no contaban con ningún tipo de derechohabiencia.
El sistema de salud mexicano no ha logrado garantizar en más de 70 años que las unidades médicas que se encuentran en lugares con población indígena tengan personal que facilite la comunicación, asegura Argüello: “No es cuestión de traductores. Necesitamos mediadores culturales, que entiendan sus costumbres”.
Con el objetivo de crear un mejor vínculo con esta población, la Ssa está trabajando con enfermeras obstetras y parteras tradicionales. “Tenemos a más de 200 colaborando con nosotros”, explica García Cavazos.