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Asus 52 años, Rosario Prado es madre, esposa y a veces hasta investigadora. De miércoles a viernes se dedica a caminar por diferentes calles de la ciudad de México pegando carteles con el rostro de su padre.
En septiembre de 2013, Luis Prado, de entonces 83 años, desapareció entre las más de 15 mil personas que diariamente abordan los camiones de la Terminal Central de Autobuses del Norte.
En la última década (2006-2015) se tienen registrados 674 ciudadanos que se esfumaron en algún punto del Distrito Federal, según el Registro Nacional de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED). En 210 casos son individuos que tienen más de 40 años.
La cifra más alta se reportó en 2011: 210 familias buscaban a alguien en la capital mexicana.
Rosario conoció este mundo hace dos años. Ahora cada vez que sale de su casa todo el tiempo carga un fólder azul con las orillas rotas y con diferentes anotaciones que se han ido borrando con los años. Ahí tiene guardadas las fichas que obtuvo en el Centro de Atención a Personas Extraviadas o Ausentes (CAPEA), en la PGR y en la Asociación Mexicana de Niños Robados y Desaparecidos (AMNRDAC).
El 3 de septiembre de 2013, Luis Prado y una de sus hijas llegaron de Hidalgo. Rosario era la encargada de llevarlos con el médico que atendía a su padre desde 2010, cuando le detectaron Alzheimer.
Luego de la desaparición en la Central de Autobuses, la mujer levantó una denuncia ante CAPEA y gracias a ese documento pudo tener acceso a las cámaras de seguridad del lugar.
Ese mismo año, otras 118 personas se extraviaron en el DF. De ellas, 20% en la delegación Iztapalapa, seguida de la Cuauhtémoc, territorio en el que se reportaron 17 víctimas. Los detalles se conocen poco, pero en 74% los expedientes describen a una persona del sexo masculino.
Sus edades van desde los seis hasta los 88 años. Tres de cada 10, es decir, en 40 de los casos, aún no cumplían la mayoría de edad.
El caso del padre de Rosario es como el de muchos otros adultos mayores que desaparecen en las calles de la ciudad de México. En 2013 el registro de RNPED contabilizó siete averiguaciones en las que la víctima tiene más de 80 años, como el señor Prado.
La diferencia es que él no aparece en esta estadística del gobierno. Las autoridades lo catalogan como una persona extraviada, es decir, aquellas que por razones ajenas a su voluntad desconocen o no recuerdan sus datos de identidad y domicilio. A Luis Prado ninguna autoridad lo busca.
Rosario ha viajado a Hidalgo, Puebla, Tlaxcala, Morelos y Estado de México durante el proceso para hallar a su papá.
No sólo la fe ha disminuido con el tiempo. La economía de la familia también ha mermado.
Entre pasajes, comidas, copias de todos los formatos, el dinero poco a poco disminuye. Si Rosario tuviera que describir en una sola palabra la situación por la que pasa sería: “infierno”. Eso es para ella; “esto es el infierno. Le cambian a uno la vida. Se la cambian de forma horrible”.