Eran casi las 7:19 de la mañana de un jueves como cualquier otro. Alberto Bolívar regresaba de su jornada laboral en El Tropicana, uno de los bares más populares de la Plaza Garibaldi, sitio conocido por ser el centro de los mariachis en la ciudad de México. Apenas llevaba unos minutos de sueño cuando el caliche del techo de su cuarto comenzó a caerle encima y escuchó los gritos de su mujer que lo apresuraba para que saliera de la habitación.

“Así como bajábamos las escaleras, se iba desmoronando todo”, recuerda Alberto. Era el 19 de septiembre de 1985 y cada rincón de la capital mexicana se estaba estremeciendo.

Este hombre de más de 50 años es uno de los pocos sobrevivientes del derrumbe de los departamentos conocidos como “San Camilito”, ubicados a unos pasos de Garibaldi. La mayoría de la gente que vivía en ese conjunto de tres edificios eran mariachis o empleados de centros nocturnos de la zona. A la hora del terremoto muchos dormían profundamente. Pocos lograron salir corriendo. Otros, envueltos en la desesperación, se lanzaron por las ventanas. Nadie sabe cuántos quedaron entre los escombros.

Durante poco más de dos minutos los habitantes de la ciudad de México fueron testigos de cómo cientos de edificios se colapsaron totalmente. Eran las 7:30 de la mañana y calles de la colonia Tabacalera, Avenida Juárez y Paseo de la Reforma, entre otras, se parecían a las imágenes de zonas de desastre de una película de acción. Lo único visible eran los escombros. De aquellos grandes hoteles, edificios y hasta escuelas, ya no quedaba nada.

El terremoto de 8.2 grados en la escala de Richter de ese día y la réplica del 20 de septiembre, de 7.9 grados, ocasionaron daños estructurales en cientos de inmuebles que, en caso de haber sobrevivido al temblor, tuvieron que ser demolidos tiempo después del siniestro.

De acuerdo con datos obtenidos por EL UNIVERSAL, a través de solicitudes de información, la Secretaría de Protección Civil del Distrito Federal tiene un registro de 263 edificios que sufrieron colapsos parciales o totales durante esa mañana soleada de jueves. La mayoría de las secuelas fueron visibles en el primer cuadro de la ciudad de México.

Tres de cada 10 de estas edificaciones estaban identificadas como conjuntos habitacionales. De estos 91 registros, 25 sufrieron el colapso total de su estructura y en 65 casos los daños fueron parciales. Familias enteras quedaron atrapadas en algunos de estos departamentos.

Los espacios que eran usados para oficinas tampoco salieron bien librados. Un total de 37 edificios de este tipo se vinieron abajo total o parcialmente. Además, 23 cines y 21 hoteles también sufrieron daños potenciales. Sitios como el teatro El Roble y la escuela Conalep, ubicada en la calle de Iturbide y Avenida Juárez, desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos.

De las casi 300 edificaciones que registró Protección Civil, en 81 casos sólo quedaron escombros y en 182 los daños fueron lo suficientemente severos para dejarlos inhabilitados por un tiempo, algunos permanecen y otros fueron demolidos. El rostro de la capital se modificó drásticamente en 120 segundos.

La Secretaría de Protección Civil elaboró este diagnóstico junto con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en el proyecto denominado “Actualización de los mapas de riesgos por sismos, hundimientos, fracturas y procesos de remoción en masa y asentamiento en las delegaciones del Distrito Federal 2014”.

Pero estudios del Instituto de Física de la UNAM muestran otra realidad, una que supera la reportada en las cifras gubernamentales. De acuerdo al estudio “La Física del temblor defeño”, publicado por esa institución, asegura que “se cayeron casi 500 edificios, la mayoría entre siete y 12 pisos de altura y construidos de manera similar”. Además, el documento añade un punto relevante “los edificios que se colapsaron, sin excepción, estaban construidos sobre lo que era el antiguo lago de Tenochtitlan”.

Después del terremoto de 1985, la normatividad en cuanto a la edificación debía cambiar. Algunas de las medidas tomadas por las autoridades fueron los cambios en las normas de construcción y la elaboración de dictámenes de riesgo estructural, con lo que lograrían determinar los peligros existentes en las edificaciones. Gabriela Martínez Ruelas, estudiante mexicana de maestría en ingeniería estructural y especializada en desastres naturales de la Universidad de la Bauhaus, en Alemania, solicitó a la Secretaría de Protección Civil del gobierno del Distrito Federal información sobre estos dictámenes.

“Actualmente estoy realizando una investigación para mi tesis sobre el desarrollo urbano de la ciudad de México, después de terremotos devastadores. Requiero consultar los planes de desarrollo urbano antiguos y actuales existentes para la capital, ya que necesito realizar un análisis de cómo han impactado los terremotos a través del tiempo, en las estrategias y políticas de planeación urbana”, detalla la experta en su petición.

La investigadora preguntó a Protección Civil y le respondieron que debía ser la Secretaría de Desarrollo Urbano y de Vivienda (Seduvi) la que debía darle una repuesta a su requerimiento.

En contraste, Protección Civil fue la que entregó los datos sobre los inmuebles con daños estructurales. Las consecuencias reales y devastadoras del terremoto de 1985 continúan siendo un misterio para muchos de los capitalinos.

De estadio a depósito de cadáveres

Vivir frente a un estadio de béisbol era muy agradable para una aficionada de ese deporte como Elena Iglesias. Desde su casa o en lo alto de algún edificio contiguo de la colonia Narvarte podía ver los partidos de la liga mayor en el Parque del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), antigua casa de los equipos Diablos Rojos y Tigres.

Sin embargo, las imágenes más impactantes que presenció no fueron de un juego o un campeonato, sino de la improvisación de la morgue más grande de la ciudad, cuando a raíz del terremoto de 1985, el estadio sirvió para depositar los cadáveres de las víctimas. La cifra varía, algunos dicen que murieron tres mil personas, otros que cinco mil y en algunos casos se asegura que ese día fallecieron cerca de 10 mil.

El escenario se agravó aún más cuando se supo del colapso parcial del Centro Médico Nacional, ubicado a una cuadras de distancia. A 30 años de la tragedia, el hospital sigue en operación luego de una rápida reconstrucción.

Flora ya no ve más el estadio desde su casa. Tiempo después de la tragedia fue demolido y, en lugar del ruido de los partidos, desde 2005 lo que más escucha es el sonido de los claxons. El lote pasó de un estadio, a un depósito de cadáveres y actualmente es un centro comercial que ha cambiado toda la dinámica de la zona.

Esta plaza detonó la llegada de numerosos edificios de departamentos, “empezaron a hacer muchas construcciones, lo que cuesta aquí una casa o un departamento es la locura. No hay dónde estacionarse, no hay agua suficiente, falla la energía eléctrica”, asegura Flora.

El terremoto provocó cambios en la imagen urbana de la ciudad y con el paso del tiempo hay inmuebles icónicos que desaparecieron y otros aún existen.

Se estima que después del terremoto de 1985 cerca de 30 mil estructuras fueron destruidas y otras 68 mil resultaron con daños parciales, según el libro El terremoto de 1985. 25 años en nuestra memoria, que cuenta con más de 500 fotografías de lugares dañados, testimonios de sobrevivientes y un análisis de las causas que provocaron la caída de cientos de edificios.

El autor, Iván Salcido, explica que hace 30 años no se contaba con la tecnología adecuada en materia de construcción y que los nuevos avances deben ir de la mano con una mayor concientización sobre los desastres naturales.

Un mes después del terremoto, la Comisión Metropolitana de Emergencia dio a conocer un balance de daños. Hasta ese momento, se contaban cinco mil 728 inmuebles afectados, de los cuales 15% eran derrumbes totales o parciales y 38% tenía fracturas y desplomes parciales.

En la delegación Cuauhtémoc se concentraba la mayor parte de los daños materiales, 56% de los registros estaban ubicados en esa zona y 18% en la Venustiano Carranza, el resto se repartía en el resto de las demás demarcaciones.

Centro colapsado

La colonia Centro fue una de las zonas que acumuló la mayoría de derrumbes.

Sobre el Eje Central Lázaro Cárdenas, antes conocido como San Juan de Letrán, varios edificios se cayeron, como el Atlas y La Superleche, que tenía un café en la planta baja donde murieron sepultados sus comensales y meseros.

En la calle Juárez, se vino abajo el lujoso Hotel Regis, en el que se hospedaron personalidades como María Félix y Pedro Infante. Actualmente aquí se encuentran la Plaza de la Solidaridad. En el cruce con la calle Azueta se encontraban el hotel Del Prado y el edificio Aztlán, predios ocupados ahora por un hotel Hilton y una plaza comercial también con hotel.

En la avenida Izazaga, donde se encuentra la estación Pino Suárez del Metro, se ubicaba el Conjunto Pino Suárez, un complejo de cuatro edificios de hasta 23 pisos con juzgados, tribunales, oficinas de estadística y defensoría de oficio. Este edificio fue inaugurado en 1970. La Torre “D” fue la que sufrió el mayor daño al desplomarse sobre la avenida Fray Servando.

Debido a los daños en la estructura, todo el complejo fue demolido. En 1992, el terreno fue utilizado para reubicar a comerciantes ambulantes y crear el bazar comercial Pino Suárez.

Oficinas, hospitales, teatros…

Sobre Paseo de la Reforma, en la colonia Tabacalera, se alzaba El Roble, un edificio de 14 niveles, con un teatro en la planta baja, que resultó con serias afectaciones y tuvo que ser demolido. Actualmente en este espacio se encuentra la nueva sede del Senado de la República.

El terremoto de 1985 no discriminó ningún tipo de edificio. En el cruce de Eje Central y Xola se colapsó una parte del inmueble de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y en la colonia Roma se cayó el edificio de la secretaría de Comercio y Fomento Industrial.

En el multifamiliar Tlatelolco, construido en la década de 1960 como un modelo de “regeneración urbana”, cayeron los edificios de 14 pisos de Nuevo León, sepultando a cientos de sus habitantes.

También hubo colapsos en el Hospital General y en varias áreas del Centro Médico Nacional. Ambos fueron reconstruidos.

Otro nosocomio afectado fue el Hospital Juárez, en la avenida San Pablo, también en la zona centro, donde cayó la torre de hospitalización y donde ocurrió el “milagro” de rescatar a tres recién nacidos una semana después del terremoto. Años después, se construyó un nuevo Hospital Juárez, en el norte de la ciudad. El derrumbe de edificios en San Antonio Abad, donde había varios talleres de costureras, dejó muchas trabajadoras muertas además de destapar una red de talleres clandestinos donde se explotaba a las empleadas.

“Somos muy de la Roma”

Con el sismo de 1985 cayeron parte de las oficinas de Televicentro, las instalaciones de Radio Fórmula y los televiteatros, en cuyos predios ahora está el Centro Cultural Telmex, en los límites de la colonia Roma.

Aquí también se colapsaron varios edificios de vivienda en el multifamiliar Juárez, muy cercano a la estación Centro Médico del Metro. Los edificios A, de 13 pisos, y C, de menor altura, terminaron en escombros.

El complejo contaba con 19 edificios, en los que reunía mil 43 departamentos para las familias de quienes trabajaban en el gobierno federal. Tiempo después, ocho edificios tuvieron que ser dinamitados por los severos daños. Sólo nueve quedaron en pie.

Ana Serrano, de 53 años, recuerda las escaleras de un edificio dañado como si fuera una columna vertebral retorcida y a los residentes que subían por sus pertenencias antes de que dinamitaran sus casas, “fue muy doloroso ver que tenían que ir desalojando sus departamentos”.

“Muchos se fueron a Ecatepec, por allá los mandaron, otros por Culhuacán, son de los que supe porque ahora hasta por Facebook nos comunicamos”, recuerda Ana, quien vive en uno de los edificios que sobrevivieron al 85.

Aunque se pueden encontrar textos que atribuyen al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) una cifra de 700 mil personas desplazadas por el sismo, dicho órgano aclaró mediante su oficina de comunicación que no cuenta con una cifra exacta de este fenómeno.

Las familias que por quedarse sin techo o por miedo salieron del DF, se fueron principalmente a municipios mexiquenses como Ecatepec, Nezahualcóyotl, Naucalpan o Tlalnepantla.

Los censos del Inegi de 1980 y 1990 registraron una disminución de 595 mil personas viviendo en la capital del país. Los factores son diversos, y entre ellos está el terremoto de 1985. En 1980 había ocho millones 831 mil 79 habitantes y 10 años después la población disminuyó a ocho millones 235 mil 744.

Ana Serrano ve cómo ha cambiado la zona del multifamiliar Juárez. Los amplios terrenos que quedaron libres después de dinamitar los inmuebles más dañados del Juárez ahora sirven como canchas de futbol públicas y otras fueron privatizadas, de las cuales “no sé quién haya dado permiso para que les den ese uso”.

En la esquina de Antonio M. Anza y Orizaba se construyó una tesorería, las oficinas de lámina de la dirección territorial Roma Condesa de la delegación Cuauhtémoc y también el famoso Huerto Roma Verde.

En su entorno más cercano, Ana dice que ya no conoce a la mayoría de sus condóminos, y a pesar de vivir en una de las zonas consideradas por muchos como de riesgo sísmico, no piensa en dejar su colonia. “Será porque mis padres siempre han vivido en la Roma”, dice junto a su padre de 87 años y una hermana.

“Somos muy de la Roma”, continúa Ana al resaltar que es una colonia céntrica donde han construido sus vidas y donde ha aumentado el nivel adquisitivo de los residentes.

La colonia Narvarte, donde el antiguo estadio de béisbol se convirtió en un anfiteatro para resguardar a los cadáveres del 19 de septiembre de 1985, también cambió su rostro y actualmente se caracteriza por su centro comercial.

Flora, de 56 años, quien en aquella tragedia tenía 27 y estaba a un par de meses de tener a su primera hija, dice que el sismo dejó una huella imborrable, pues “quienes lo vivieron en carne propia no lo han olvidado, pero la vida tiene que continuar”.

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