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Dionisio tuvo que buscar actividades deportivas o cualquier taller que lo mantuviera alejado de las peleas durante los cinco años y medio que estuvo detenido en el Reclusorio Preventivo Varonil Norte de la Ciudad de México. Cualquier riña podía costarle más días en la cárcel o incluso la vida. Gracias a su buena conducta pudo reducir su condena a la mitad del tiempo que inicialmente había sido sentenciado. Con 49 años, pero con múltiples arrugas en el rostro que lo hacen aparentar más edad, salió casi ileso de uno de los penales más violentos del Distrito Federal, de acuerdo con datos oficiales.
Una tarde, mientras regresaba de comer, este hombre de estatura media y tez morena observó que su compañero de celda estaba siendo golpeado por otros cuatro reclusos. Sin pensarlo, se metió en la pelea. Ningún custodio intervino. De repente, Dionisio sintió una fuerte presión en la cabeza. De una abertura de un poco más de cinco centímetros emanaba sangre que corría desde su frente hasta la barbilla. Su herida sólo requirió unas cuantas puntadas, pero otros reos no tuvieron la misma suerte.
De acuerdo con datos obtenidos por EL UNIVERSAL, a través de la Ley de Transparencia, la Subsecretaría del Sistema Penitenciario del Distrito Federal reportó que en sus centros de reclusión se han registrado, en promedio, dos muertes por semana durante los últimos cinco años. Entre 2010 y lo que va de 2015 han fallecido en total 667 reos en todos los penales ubicados en la capital del país. El reclusorio que está ubicado en los límites con el Estado de México, y donde Dionisio escapó de la muerte, es considerado el número uno de esta lista.
Una de cada diez de estas muertes, es decir 79, fueron homicidios cometidos dentro de los penales. El 12% fueron suicidios y el resto, 523 decesos, ocurrieron como consecuencia de enfermedades. Los padecimientos más comunes son los paros cardiorrespiratorios, insuficiencia renal, neumonía de diferentes tipos y enfermedades crónico-degenerativas.
Con la mirada fija en el suelo y semblante serio, Dionisio habla sobre la violencia y fallecimientos en el penal, “muertes hay casi diario,” dice el ex presidiario. Las agresiones se pueden convertir en el vivir diario de las personas que se encuentran recluidas, no sólo existen peleas entre los internos, “muchas veces hay agresiones de los custodios contra los reos que terminan con heridos e incluso muertos de ambos lados”, relata recargado en la barda de una vulcanizadora donde ayuda esporádicamente a su hermano a reparar carros.
Cifras irregulares
La Unidad Departamental de Servicios Médicos en Reclusorios muestra una realidad totalmente diferente. En respuesta a una solicitud de información reportó que, en el mismo periodo, sólo se han presentado 154 muertes en los centros penitenciarios del Distrito Federal. Los reclusorios Preventivo Varonil Oriente y Norte agrupan 70% de estos registros, con 50 y 58 decesos, respectivamente.
De las 108 defunciones ocurridas en estas dos penitenciarías, en 60 no se cuenta con elementos para determinar la causa de muerte. En 17 casos se reportó que fueron consecuencia de una enfermedad y en 21 a raíz de asfixia por ahorcamiento o estrangulación. Uno de estos episodios fue por broncoaspiración y en otro se reportó un reo que murió electrocutado.
Dentro de este registro, el Servicio Médico en los Reclusorios sólo reporta nueve muertes, en cinco años, provocadas por armas punzocortantes. Dionisio afirma que existen muchas más. No es necesario tener cuchillos, los internos fabrican sus propios métodos de muerte, “las puntas las hacían como sierras para que al apuñalar —por el tipo de estructura— también les pudieran sacar las tripas”, cuenta el ex reo.
El Reclusorio Sur se encuentra en el penúltimo lugar al reportar únicamente 12 fallecimientos en ese periodo.
Y el Centro Femenil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla está en la última posición con tres muertes registradas.
El doctor Sergio García Ramírez, especialista en temas de justicia penal, asegura que “la situación que regularmente guardan los reclusorios en nuestro país ciertamente dista mucho de ajustarse a las normas de la ley y a las normas del trato penitenciario. Tenemos una verdadera crisis penitenciaria”.
Sobrepoblación, el otro gran problema
El Reclusorio Norte inició operaciones en 1976, tiene una capacidad para cinco mil 430 reos, pero reporta un índice de sobrepoblación de más de 60%. Al 8 de junio de este año la población de este penal era de 11 mil 251 internos. El número de custodios que resguardan la seguridad de esta cárcel es desconocido. Al solicitar esta cifra, mediante el portal de Acceso a la Información, las autoridades se excusaron bajo el supuesto de que “el daño que puede producirse con la publicidad de la información es mayor que el interés de conocerla.”
Todos los centros penitenciarios del Distrito Federal presentan niveles elevados de sobrepoblación, lo cual genera mayor violencia y evita que se puedan reinsertar a la sociedad. De acuerdo con las estadísticas actuales, el sistema penitenciario del DF tiene una sobrepoblación de 67%. La capacidad de todos los penales es de 22 mil 411 reclusos, pero hasta finales de julio de este año se reportó que hay 15 mi 109 reos más de los que originalmente puede contener el sistema de justicia de la capital.
Dionisio intenta dibujar con sus manos la forma tan dramática en la que se tenían que acomodar casi uno sobre otro para lograr dormir en la pequeña celda. En la cárcel nunca hay espacio suficiente. En cada célula tienen que vivir entre 12 y 15 reos. En cada una hay seis camarotes y los que llevan más tiempo tienen derecho a dormir sobre estas pequeñas camas de piedra. El resto duerme en el piso.
“La sobrepoblación genera promiscuidad, genera deficiencia en los servicios y dificultades muy graves desde el punto de vista de la vigilancia. La sobrepoblación en sí misma es un grave problema”, asegura el doctor Ramírez, quien también fungió como presidente del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe) y es miembro de la Junta de Gobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México.
El presupuesto de operación para los reclusorios del Distrito Federal es asignado de manera global a la Subsecretaría de Sistema Penitenciario. De 2012 a 2014, esta Subsecretaría ha recibido recursos por siete mil 340 millones 955 mil pesos; el presupuesto ha aumentado casi 400 millones de pesos cada año.
A pesar de esto, se calcula que hay reclusorios donde la población excede desde los 12 mil hasta 14 mil reos por centro.
Derechos Humanos en el reclusorio
La Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) está facultada para garantizar los derechos humanos de las personas privadas de su libertad y de 2005 a la fecha ha emitido cinco recomendaciones al Sistema Penitenciario de la capital. Ninguna de estas ha podido ser concluida.
La Comisión recibió, entre 2012 y 2014, mil 947 quejas tan solo en el Reclusorio Norte, de las cuales 449 tenían que ver con violaciones a la integridad física de los internos, que iban desde el uso indebido de la fuerza hasta la tortura.
El término “derechos humanos” no le suena familiar a Dionisio, “ahí adentro nadie se mete. Al contrario, luego te echan a los custodios”, dice. Con una mirada tensa y vigilando cada movimiento que ocurre a su alrededor, el ex presidiario afirma que él se salvó de muchos altercados únicamente por el dinero que conseguía al vender algunos bienes dentro del penal y por lo que recibía de su familia.
De acuerdo con el doctor Ramírez, la situación dentro de los reclusorios está en una etapa muy preocupante, tanto a nivel federal como local, “hay una violación frecuente de derechos humanos. Hay muchas garantías individuales que no pueden ser tocadas y que no deberían ser mancilladas, pero no siempre son salvaguardadas. Por lo que sabemos, este tema es alarmante”, dice el analista.
Dionisio pocas veces accede a hablar sobre su paso por la cárcel. Las escenas de violencia quedaron grabadas en su memoria, pero le molesta repasarlas. Mete las manos en los bolsillos de su ropa deportiva como gesto de incomodidad y asegura que el personal de seguridad muchas veces golpea a los internos sin ninguna razón y estos se defienden, pero entonces “son agredidos por más custodios”.
Existe una zona del penal que es conocida como “las cabañas,” ahí los presos pueden tener intimidad con la pareja visitante. En una ocasión, uno de los custodios abrió una de estas puertas sin importar que un reo estaba adentro. Este incidente acabó en homicidio. “El chavo que estaba ahí bajó y llegó con una punta y le picó la garganta al custodio que le había abierto la cabaña,” cuenta Dionisio.
El doctor García Ramírez asegura que no es fácil mantener un buen orden dentro de los centros penitenciarios cuando se le encomienda a manos que no son las más competentes; incluso muchas veces se deja en las manos de los propios reclusos, generando un descontrol total. Explica que esta suma de problemas en el Distrito Federal genera tensión y esta a su vez genera problemas interpersonales que pueden derivar en homicidios o bien en suicidios.
Presos sin condena
José Luis Gutiérrez, director de Asistencia Legal por los Derechos Humanos (ASILEGAL), organización no gubernamental que trabaja en la defensa, promoción y difusión de los derechos humanos de grupos en situación de vulnerabilidad, presentó hace unas semanas cifras poco alentadoras del sistema penitenciario: 57% de la población carcelaria ya cuenta con una sentencia, pero existe un 43% que está recluida bajo la medida cautelar de prisión preventiva.
Gutiérrez denunció el uso excesivo de esta medida que además atenta contra la presunción de inocencia.
Dionisio fue puesto en libertad a sus casi 50 años. Originalmente tendría que haber salido del reclusorio hasta 2020. En su paso por la prisión se dio cuenta de que la ley no siempre es justa, y también hay “personas que sólo están ahí por equivocación… yo creo que los agarraron en mal momento”, dice.
El doctor Sergio García afirma que el tema de los presos sin condena es un problema grave que aún no se ha sabido enfrentar, “se somete a prisión preventiva a un número excesivo de personas que debería encontrarse en libertad enfrentando sus procesos”.
Antes de volver a su trabajo, Dionisio acepta que las cicatrices de estar en la cárcel las vive todos los días, “sales más agresivo. Adentro siempre tienes que estar a las vivas y por eso afuera sigues cuidándote todo el tiempo”.