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Por aquellos años la isla volvió a estar bajo la lupa del imperio. La melodía, el álbum Unicornio en sí mismo, fueron una contestación desde la trova a las maniobras navales que emprendió Estados Unidos para limitar la asistencia cubana al Frente salvadoreño, una apología perentoria del régimen ante un momento álgido y una respuesta en verso para los desertores del éxodo de Mariel, esos ingratos que exhibieron al mundo las miserias de la Cuba castrista.
Por quien merece amor, u otra manera de expresar la consigna de la Revolución cubana, fue tan vigente en 1982 como lo es ahora para cualquier régimen que exija la abnegación del individuo, el voto de castidad secular, el principio de que la crítica sólo es válida dentro del movimiento (Revolución, Socialismo del Siglo XXI, Cuarta Transformación), no contra él. Implícitamente, fue la máxima de los Kirchner, de Chávez; es, qué duda cabe, la de Maduro, y ahora, salvando las distancias, comienza a ser la de López Obrador.
Te molesta mi amor, mi amor de juventud. AMLO encontró en el amor el instrumento de gobernabilidad que la derecha obtiene de la fuerza. Antes de la aplicación acartonada de la ley está la comprensión de los motivos, de las causas del transgresor. Como en un genuino romance, el gobierno debe escuchar a su amada, la gente, antes de juzgarla. Es así, incluso cuando ese amor recibe a cambio el chantaje, como el de la CNTE; incluso cuando ese amor propicie el suicidio, como en Tlahuelilpan.
¿La juventud de ese amor representa una virtud o un agravante? En juventud afloran los actos nobles y heroicos del individuo, que hallan su alegoría literaria en Marius Pontmercy y su cuadro de realidad en el Mayo francés. En relativa juventud política, Morena y AMLO han abanderado las transformaciones postergadas por el viejo régimen: la austeridad del aparato burocrático y la elevación del salario mínimo.
Pero, como a veces ocurre en la juventud, lo impostergable de las causas se ha impuesto a la evaluación de los medios; han dominado el desprecio por las lecciones de la historia y la apuesta cándida por el adanismo; se ha revelado la premura por la inmediatez de los cambios. En fin, como a veces sucede en la juventud, ha prevalecido la convicción de que el crítico es un adversario, al cual, en el mejor de los casos, debe ignorarse.
Y mi amor es un arte en virtud. Para atajar la corrupción, ¿importan las instituciones? Tal vez. Pero no tanto como los principios. Dado que la corrupción viene de arriba, la honestidad del Presidente garantiza la rectitud del gobierno. Por ello no hace falta licitar las pipas -y acaso tampoco muchas adquisiciones postreras- compradas por un gobierno que no es corrupto.
Te molesta mi amor, mi amor sin antifaz. AMLO no finge simpatía por el adversario ni siquiera en su lecho de muerte. Tampoco simula una actitud crítica contra los abusos del aliado ideológico. Sin pisar el terreno peligroso del posicionamiento, el guiño es notorio: reconoce a la dictadura, convoca al dictador a su Toma de Protesta, y comparte con él la mesa y el pan, aunque el pueblo venezolano transite por la cornisa de la inanición. Amparado en una doctrina de la primera mitad del siglo XX, el Presidente logra posicionar su mensaje: Mi amor es un arte de paz.
Te molesta mi amor, mi amor de surtidor. Y mi amor es un arte mayor. Los intereses de la patria, la socialización de las ganancias, la soberanía energética son conceptos reservados para los espíritus nobles. El egoísta vulgar habla de pérdidas millonarias por el desabasto de gasolina. El neoliberal, ayuno de visión patriótica que rebase sus intereses, vocifera que el negocio está en la extracción de crudo. Sólo ellos citan el informe de Fitch Ratings, que advierte sobre el endeudamiento y descapitalización de Pemex. Ellos no son dignos de la autosuficiencia que traerán las refinerías. No entienden que acá se escribe otra historia: Mi amor no es amor de mercado, porque un amor sangrado no es amor de lucrar.
Si no creyera en la balanza, en la razón del equilibrio. AMLO aplica una política de austeridad y combate a la corrupción, apuntando, entre otros objetivos, a disponer de recursos para la inversión y el combate de la desigualdad. Pero mientras el Presidente emprende esa cruzada por la justicia social, las voces expertas cuestionan la rentabilidad del Tren Maya; afirman que la cancelación del NAICM, además de un lastre para las finanzas, significó cerrar la fuente de empleo de trabajadores pobres, justo a quienes se pretende ayudar. No importa. Su criterio opera como fiel de la balanza. No serán las inversiones del viejo régimen, sino los proyectos en los que él confía, con o sin evidencia. Si no creyera en el delirio. Si no creyera en la esperanza.
Si no creyera en cada herida. Si no creyera en la que ronde. El viejo régimen heredó un país lastimado en varios frentes: grupos de interés que capturaron el Estado, discrecionalidad en la gestión del gobierno, intrusión del Ejecutivo en el Poder Judicial. AMLO, sin olvidar esa realidad ignominiosa, propuso empezar una nueva historia. Pero, queriendo o sin querer, resucitó el Fobaproa con los bonos que deberán pagarse por la cancelación del NAICM; a Grupo Carso a través de Grupo Riobóo, y a Eduardo Medina Mora mediante su terna para la Suprema Corte; suena con fuerza un nombre: Yasmín Esquivel. Y la herida, al final, continúa rondando.
Mi amor no es amor de uno solo, sino alma de todo lo que urge sanar. AMLO rompe lanzas en favor del interés general; celebra que la Suprema Corte haya frenado la devolución del IVA a accionistas de Grupo Modelo. Ahí el Estado gana una batalla contra los privilegios. Pero, ¿por qué se permite que la CNTE, un cartel que ha contribuido al rezago educativo mediante largos períodos de inactividad en las aulas, actúe con impunidad en Michoacán? ¿Por qué se le devuelven los privilegios de antaño al cancelar la Reforma Educativa? ¿Por qué ahí es válido el triunfo de un grupo de interés en desmedro de la educación de millones de alumnos mexicanos, uno de los sectores más olvidados en su antiguo dolor?
Deirdre McCloskey señala que un error compartido por la izquierda y la derecha consiste en creer que el capitalismo se reduce a la Prudencia Sola. La Prudencia Sola, en ausencia de otras virtudes, no genera sociedades exitosas. Lo mismo sucede en sentido inverso. De un necio no necesariamente surge el elegido. Hacen falta prudencia y técnica que encaucen los impulsos de cambio. La humanización de la política importa; importa que con la 4T la era esté pariendo un corazón. Pero la vuelta de un presidente todopoderoso, las alianzas políticas con el sindicalismo, las falanges del ejército en las calles, el disenso constante con la lógica del mercado, más que significar una transformación, hacen del gobierno de AMLO un testaferro del traidor de los aplausos, un servidor de pasado en copa nueva. Un eternizador de dioses del ocaso, júbilo hervido con trapo y lentejuela.
OFFSIDE:
Recién leí un artículo publicado en enero de 2005 por Mario Vargas Llosa en el diario El País. El texto se titula “Payasada con sangre” y termina así: “'¿Cuándo se jodió el Perú, Zavalita?’. ¿Todavía lo preguntas, imbécil? El Perú es el país que se jode cada día”. La respuesta, bastante ingrata, contesta la pregunta central de su novela Conversación en la Catedral, publicada en 1969, que cumple 50 años de haberse publicado. Paradójicamente, describe más el perfil de México que el de un Perú que decidió aggiornarse desde hace algunos años. Vale la pena leerla ahora que cumple medio siglo de existencia.