Desde que las autoridades en Venezuela aceleraron su retroceso autoritario a partir de 2016, los actores internacionales y de la oposición venezolana han emprendido diversos intentos por restaurar la democracia en el país. Rara vez dichas acciones han convergido para aplicar el tipo de presión necesario para crear una ruptura interna dentro del gobierno de Maduro que lo obligara a dejar el poder.

Los acontecimientos del miércoles parecen sostener la posibilidad de que finalmente el gobierno de Maduro pueda verse vulnerable ante la acción coordinada a nivel doméstico e internacional. En este momento se encuentran alineados distintos factores que de fomentar una presión sostenida podrían favorecer una transformación positiva en la situación actual del país. De esta forma, el miércoles se vio una movilización masiva en distintos puntos del país, en la que han tomado las calles personas de distintos estratos socioeconómicos, tanto chavistas como de la oposición, y la que ha reflejado una renacida esperanza entre buena parte de la población cansada de los niveles alarmantes que ha tomado la crisis económica y política interna.

Si bien la autoproclamación de Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional, como presidente interino de Venezuela tomó por sorpresa a algunos sectores de la oposición, hemos podido ver cómo muchos de ellos han manifestado su apoyo al joven líder. Dentro de poco tiempo, Estados Unidos, los países del Grupo de Lima y otras naciones reconocieron a Guaidó como legítimo encargado del país.

A pesar de la oportunidad que abre esta convergencia de factores y la fortaleza que le ha ganado este momento a la oposición, los líderes opositores deben concentrar sus esfuerzos en mantenerse unidos, dar indicaciones claras a los venezolanos sobre cómo procede la lucha y en ganar el apoyo de las fuerzas armadas, aún leales a Maduro. Es preocupante que, al parecer, un potencial momento de poder del pueblo, “People Power,” de forma semejante a lo que aconteció en Filipinas en 1986, se haya perdido. Con poca coordinación logística, un inadecuado flujo de información y un liderazgo incapaz de guiar a las masas hacia siguientes pasos, el impresionante conglomerado de personas que se movilizó ayer en Caracas y el resto de Venezuela no marchó hacia Miraflores y se disipó gradualmente a lo largo de la tarde. Así, elementos de las fuerzas de seguridad que pudieran simpatizar con la oposición no cambiaron de bando.

Ayer en Caracas no existía claridad sobre lo que está pasando en el país ni sobre cuál será el siguiente movimiento de Guaidó, cuando es claro que cada momento que pasa sin nuevas acciones por parte de la oposición en medio de esta situación fluida y oportunidades efímeras, es un momento que potencialmente fortalece a Maduro, cuyo régimen aún posee gran fuerza.

Sin embargo, la presión ejercida por el desafío de Guaidó y la renovada presión de la comunidad internacional, abren la posibilidad de una nueva ronda de negociaciones y diálogo. Dicha decisión debe partir del aprovechamiento de la oposición de su recién ganada fortaleza y de la posible vulnerabilidad de Maduro, ya que intentos pasados de diálogo han mostrado cómo el régimen chavista se ha aprovechado de su fuerza ante la oposición para utilizar los procesos de diálogo a su favor y ganar tiempo.

Ante el rechazo de un papel de mediador para la Organización de Estados Americanos (OEA), resalta el papel que pueden jugar México y Uruguay en fomentar y facilitar una eventual negociación, quienes han de aprovechar la credibilidad que gozan frente al gobierno de Maduro, pero deben tener cuidado de también construir el apoyo y la confianza de la oposición venezolana y del Grupo de Lima, la Unión Europea, Estados Unidos y otros países clave como China y Rusia. La postura asumida hasta ahora por el gobierno mexicano parece permitir esta posibilidad, pero acciones como la de pedir un informe ante la OEA sobre la legalidad de la proclama de Guaidó pueden terminar minando su credibilidad como posible mediador imparcial, en una situación en donde cada momento es crucial.

Dirección de Investigación, Universidad Iberoamericana Ciudad de México, thomas.legler@ibero.mx.

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