El Índice Planeta Vivo de WWF mide la biodiversidad mundial supervisando la tendencia de 14,152 poblaciones de 3706 especies de vertebrados silvestres. El cuadro resultante es descarnado: entre 1970-2012 la abundancia de las poblaciones globales de estas especies se desplomó 58% en promedio; las especies dulceacuícolas disminuyeron 81%, las terrestres 38% y las marinas 36%. Si no hacemos nada las poblaciones disminuirán 67% en promedio para 2020.

Soberbia = vanagloria, ambición, altanería, hipocresía, jactancia, obstinación. Remedio = humildad.

La amenaza más grave para la biodiversidad es la pérdida de hábitat, originada por la agricultura y ganadería no sostenibles, deforestación, desarrollo urbano y turístico, producción energética, minería y fragmentación de ríos.

En América Latina y el Caribe nos vanagloriamos de poseer 40% de la biodiversidad del planeta y seis naciones (Brasil, Colombia, México, Ecuador, Perú, Venezuela) que encabezan la lista de los países megadiversos. Pero la pérdida de hábitat por el avance de la frontera agrícola y ganadera amenaza esta herencia natural y compromete nuestro futuro. Según la CEPAL y FAO, entre 1990-2005 perdimos 7% de bosques y cuatro millones de hectáreas se esfumaron anualmente entre 2000-2010. Más del triple de la tasa mundial. Honduras, Ecuador, Nicaragua, Guatemala, Belice y Paraguay sufrieron la mayor deforestación; pero México, Colombia y Brasil no se quedan atrás.

La destrucción de los ecosistemas costeros ha sido peor: entre 1980-2001 desaparecieron 40% de los manglares por desarrollos turísticos, urbanos y la acuacultura. Los esteros - espacios mágicos en donde la tierra se hermana con el mar – están entre los hábitats más incomprendidos y los más abusados.

Los proyectos faraónicos impulsados por la ambición y altanería de los gobiernos, financiados muchas veces por agencias internacionales y endeudando a generaciones enteras, son caso aparte por su impacto ambiental y en las comunidades locales. Para muestra dos botones, separados por 14,000 kilómetros de mar y tierra: en China y Nicaragua.

La represa Three Gorges Dam en el rio Yangtze es la planta de generación de energía hidroeléctrica más grande del mundo. Empezó operaciones en 2009, después de 15 años de construcción y costó 59,000 millones de dólares: el proyecto más grande en la historia de China desde la Gran Muralla. La construcción de la represa y su embalse no sólo desplazó un millón 300 mil personas, también llevó a la extinción a muchas especies y poblaciones de animales y plantas, destruyendo ecosistemas enteros, alterando el río y delta, y arrasando sitios arqueológicos y culturales de valor incalculable.

Impactos peores se esperan si el presidente Daniel Ortega se sale con la suya y vende el alma de su país para construir el canal interoceánico de Nicaragua. Partiría geográficamente en dos a una nación ya dividida políticamente, y amenazaría el Lago de Nicaragua, la mayor reserva de agua dulce de Centroamérica. Los promotores son el gobierno de Nicaragua y - ¡qué coincidencia! - inversionistas chinos del grupo HKND que prometieron 50,000 millones de dólares. Hipocresía.

El canal tendría 275 km de longitud y se dragarían 5000 millones de m³ de tierra (241 millones en el mar, 739 millones en agua dulce y 4019 millones en tierra firme), incluyendo 715 m³ de sedimentos del Lago de Nicaragua, 1.7 km de costa en el Pacífico y 14.4 km en el Caribe. Los impactos ambientales, sociales y culturales serían descomunales. En comparación, el canal de Panamá sería un liliputiense para el que los estadunidenses “sólo” dragaron 244 millones de m³ de tierra, incluyendo los 60 millones m³ excavados antes por los franceses.

Según Amnistía Internacional la construcción del canal afectará gravemente los derechos de los pueblos indígenas, pues desalojaría a 120,000 personas. Sería uno de los proyectos de ingeniería más grandes del mundo en uno de los países más pobres del hemisferio norte - y los desarrolladores chinos tendrán la concesión exclusiva del canal por 100 años. Un pacto para Fausto y Mefistófeles. HKND y la consultora británica ERM que preparó la manifestación de impacto ambiental se jactan: [el proyecto tiene] “…el potencial de transformar el comercio mundial y convertir a Nicaragua en un centro principal de transporte y logística global. Sería uno de los trabajos de ingeniería civil más grandes que se hayan emprendido”.

Aunque la construcción del canal se anunció en 2013 y el gobierno emitió los permisos de construcción en 2015, la excavación y obras de ingeniería no han iniciado. La obstinación del Sr. Ortega y su desdén por la democracia y los recursos naturales de su país probablemente precipitarán su caída, y los nicaragüenses retomarán el control de su país…sin tener que sufrir las consecuencias ambientales, sociales y económicas de un proyecto fastuoso.

Una buena dosis de humildad podría ser la única medicina eficaz para aplacar nuestra excesiva soberbia y salvar a nuestro ambiente para las generaciones futuras.

Segundo pecado, la sobreexplotación (gula).

Científico y ambientalista.
Twitter @ovidalp

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