Una de las promesas de campaña de Donald Trump fue detener la inmigración de indocumentados: deportaciones masivas, construcción de un muro “grande, hermoso” y condicionar el flujo de miles de millones de dólares de remesas si México no lo pagaba. También aranceles comerciales, cancelar visas y abandonar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
La embriaguez del poder empezó a descomponerse en ráfagas de desazón
(Cien Años de Soledad, Gabriel García Márquez)
No sé si el Sr. Trump cumpla sus promesas. Dice que ya inició la construcción del muro, y hace unos días anunció aranceles al acero y aluminio de México y Canadá. Lo que sí sé es que, sin importar fronteras o muros erigidos por humanos, millones de diminutos insectos de sólo medio gramo continuarán volando cada año de ida y vuelta - sin visa - para entrelazar a millones de estadounidenses y mexicanos: la “pequeña, hermosa” mariposa monarca, reina de los migrantes, indocumentada por excelencia.
Cada invierno la monarca vuela miles de kilómetros desde Canadá y Estados Unidos hasta los bosques de hibernación en Michoacán y el Estado de México. Es la segunda migración más larga del millón de especies conocidas de insectos. Y hoy está amenazada, no por discursos demagógicos, sino por la pérdida de hábitat debido a prácticas agrícolas no sustentables en Estados Unidos. La tala ilegal en los santuarios mexicanos y el clima cambiante en los tres países han agravado el problema.
México ha hecho su parte para proteger los sitios de hibernación, pero no sin dificultades o sacrificios. De las 731 hectáreas deforestadas en 2005-2007 en la reserva monarca, la tala ilegal disminuyó a menos de una hectárea en 2017 gracias a la vigilancia gubernamental, pagos por servicios ambientales a comunidades locales y apoyos filantrópicos y empresariales para crear fuentes de empleo. En 2000 México creó la reserva para proteger las colonias de mariposas y prohibió el aprovechamiento forestal a 17 de 38 ejidos y comunidades propietarios de 13 mil 500 hectáreas de zona núcleo.
Desafortunadamente, el gobierno de Estados Unidos no ha sido recíproco en estas medidas de conservación. La población de la monarca disminuyó dramáticamente en 20 años: de 18 hectáreas de bosque ocupadas en 1996-1997, a sólo 2.5 hectáreas en 2017-2018. La superficie de bosque con mariposas es un indicador indirecto de su abundancia. Pero no se trata sólo de la monarca: las dos naciones comparten 450 especies amenazadas de fauna y flora, y la responsabilidad de protegerlas para ésta y las generaciones futuras.
Las migraciones animales trascienden fronteras políticas y culturas. Conservar especies migratorias depende de que protejamos zonas de alimentación, reproducción y tránsito en territorios diferentes y, aunque las estrategias individuales son compromiso de cada país, la cooperación internacional es esencial. Proteger la abundancia de migrantes es la clave para salvaguardar la importancia ecológica de la migración, pues a medida que su número disminuye también se pierden los servicios asociados con ellos. Y no es sólo perder una mariposa y los servicios ambientales asociados con su polinización de plantas silvestres; es también perder conexiones humanas vitales: historias, folklore y lazos que unen comunidades a lo largo de miles de kilómetros desde tiempos inmemoriales. Asimismo, cuando se erigen muros entre países, se pierde todo eso y se corroe el espíritu de buena vecindad.
La pérdida de insectos silvestres afecta a ecosistemas, agricultura y diversidad genética. 80% de las plantas silvestres depende de insectos para su polinización. Tan sólo en Estados Unidos los servicios ambientales que proveen los insectos, muchos de ellos migratorios, representan un valor estimado anual de $57 mil millones de dólares.
El TLCAN nació hace 26 años, y tres países eligieron a la mariposa monarca como el emblema de su cooperación. Si ese tratado desaparece, ¿se evaporarán también los esfuerzos trinacionales para proteger la migración de la monarca? Y es que la contemplación sublime de millones de mariposas naranja revoloteando en el azul celeste o reposando en las ramas de los árboles depende de la cooperación entre tres naciones. Irse solo y por la libre no es una opción.
Científico y ambientalista.
Twitter @ovidalp