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El 15 de marzo, la crisis siria entró en sus ocho años de muerte, sufrimiento y destrucción. Las estadísticas sobre la crueldad de la guerra que consume el país son asombrosas. Medio millón perdieron la vida, más de un millón están heridos o sufren alguna discapacidad, 200 mil permanecen en condiciones espantosas en los campos de detención del régimen. Más de 5.5 millones han huido del país y 6.1 millones están desplazados internamente. Las ciudades están devastadas y vaciadas de habitantes, la pérdida material es de cientos de miles de millones y la infraestructura está en ruinas. Con la tremenda pérdida, la identidad nacional se convirtió en la principal víctima del feroz conflicto entre los sirios.
Después de siete años de guerra en Siria, las Naciones Unidas tienen una cosa que decir: “Detengan la guerra contra los niños”... de 10 millones, 8.6 millones necesitan urgentemente asistencia. Seis millones de ellos están desplazados, 2.5 millones están fuera de la escuela y 3 millones están expuestos a peligros de minas y bombas sin estallar. El 40% de los muertos por minas terrestres son niños que, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos con sede en Gran Bretaña, representan hasta 23% de las víctimas civiles. En el asalto actual contra Guta oriental, fueron atacadas 60 escuelas, 24 hospitales y muchas otras instalaciones médicas. Hasta el momento, alrededor de mil 500 civiles fueron asesinados, más de 300 de ellos niños.
Las zonas de desescalada propuestas originalmente por los rusos en Astaná como un paso hacia la pacificación parecen ser sólo un episodio de las tácticas de guerra, se convirtieron en el terreno de las campañas más violentas para erradicar a sus habitantes de sus hogares y aldeas y cambiar la demografía del país mártir. El régimen sigue esta política desde el primer año de la crisis y las intenciones iraníes son obvias para toda la región, utilizando su discurso sectario para sembrar la división en las sociedades del Levante. Lo que no está claro es el interés ruso en apoyar este proyecto radical que cambiará la característica histórica de la diversidad étnica, religiosa y social de esta parte del mundo.
Guta oriental está cayendo ante las fuerzas de avanzada del régimen, con sus aliados de milicias sectarias al mismo tiempo que la caída de Afrín, la ciudad mayoritariamente kurda en el norte, por el ejército invasor turco y sus aliados sirios. Parece ser el resultado de otro acuerdo entre Rusia y Turquía, después de muchos otros en los que las vidas humanas y las propiedades se sacrifican en el altar del interés nacional de otros países, o las ilusiones imperiales de sus gobernantes. La escena siria está dominada por jugadores malvados... rusos, iraníes, turcos, iraquíes, qataríes, israelíes y libaneses, vinieron de todas direcciones y los sirios son las víctimas.
Siete años atrás, los sirios celebraban en las calles su sentimiento de liberación. Fue su primera experiencia con la libertad de expresión y se sintieron empoderados para atreverse a soñar con la dignidad y la democracia. Pronto entraron en la pesadilla de la opresión y la crueldad por parte de su régimen, y luego por los partidarios regionales e internacionales del dictador.
La revolución siria fue legítima por su espontaneidad y veracidad, pero con la falta de experiencia y visión de sus líderes y sus divisiones y afiliaciones contradictorias, cayeron presas de las intrigas y polarizaciones políticas de la región. La crueldad del régimen y su respuesta no tenían precedentes: una guerra sistemática contra su propia gente, donde los aliados de Teherán y Moscú fueron invitados en una amplificación flagrante de un conflicto local. Vinieron con sus siniestros planes de expansión y dominación imperial. Su presencia desafiante incitó a otros a interferir, y el territorio sirio se convirtió en escenario de objetivos e intereses contradictorios y abarrotados.
En sus ocho años, la revolución siria se está convirtiendo en la víctima de muchos jugadores en el terreno, pero su debilidad principal sigue siendo la pérdida de la identidad nacional entre las facciones y los partidos sirios. Desafortunadamente, las circunstancias actuales están desgarrando aún más el tejido social del país, haciendo de su diversidad una fuente de conflicto y división. La unidad nacional no está en la agenda de ninguna facción siria, y particularmente del régimen.
El autor fue embajador de Líbano en México entre 1999 y 2011nouhad47@yahoo.com