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Así comenzó el nuevo año en Medio Oriente. Todos estaban aún bajo la conmoción del anuncio del 19 de diciembre de 2018 del presidente Donald Trump, en Twitter, de su decisión de retirar las fuerzas estadounidenses de Siria. La fuerza está formada por 2 mil soldados cuyo papel es principalmente simbólico, con la tarea de brindar apoyo a los grupos kurdos que aún participan en la lucha contra los restos de terroristas del Estado Islámico (EI) en el área estratégica que une las fronteras de Siria e Irak cerca del territorio turco. La decisión de Trump fue una sorpresa desagradable para sus aliados en los países occidentales y árabes, como lo fue para sus ayudantes más cercanos en su administración. Puede ser considerada como la decisión estratégica más flagrante y contraproducente que haya tomado un líder en nuestro tiempo. La subsiguiente carta de renuncia del secretario de Defensa, general Jim Mattis, es un documento de condena a la política exterior de Trump y sus efectos perjudiciales sobre las relaciones entre Estados Unidos y sus aliados históricos.
En una región conocida por su diversidad étnica, religiosa y política, y en un momento en que los conflictos militares son la regla de los últimos ocho años, y donde muchas potencias externas están disputando territorios e influencias, en un punto crucial de la crisis siria, la presencia estadounidense representa un factor de seguridad para algunos, como los kurdos. Un elemento de equilibrio para aquellos que se oponen a Bashar al-Assad y sus aliados. Un contrapeso para la fuerte influencia rusa en apoyo de un régimen dictatorial y criminal. Una esperanza de limitar la intervención iraní en los países sufrientes del Levante. Eliminar el efecto estabilizador de Estados Unidos es como un terremoto que cambiaría la ecuación principal en la región y revertiría el status quo que costó enormes sacrificios para las partes en el terreno.
La presencia occidental representada por las fuerzas francesas y británicas tiene al ejército de EU como un importante apoyo político y táctico, y sin él no habrá ningún razón para quedarse. Esa fue la razón por la que el presidente francés Emanuel Macron mencionó la confianza entre aliados como requisito para la responsabilidad compartida en esa región. Es notable que la decisión de Trump recibió el aplauso sólo del presidente ruso Vladimir Putin y el sentido implícito de victoria en Teherán y Damasco. Incluso Ankara está en una nueva situación en la que muchas constantes están cambiando y amenazando sus ganancias en el norte de Siria durante la guerra.
El otro problema es llenar el vacío después de la retirada estadounidense. No será fácil ni pacífico, y podría influir en los eventos futuros, por largo tiempo. La ironía está en la temporizacion de un paso tan drástico, cuando Trump está librando su feroz guerra política contra Irán, que sería el primer beneficiario de su movimiento. El absurdo se convirtió en parte de un juego complicado y sangriento en esa desafortunada tierra. La administración de Trump está tratando de limitar el daño con sus aliados en la región. Las visitas de Mike Pompeo, el secretario de Estado, y John Bolton, ssesor de Seguridad Nacional a las capitales de Medio Oriente, últimamente intentaron tranquilizar a los gobiernos sobre el compromiso estadounidense continuo con sus responsabilidades hacia ellos y contra la República Islámica de Irán. Las dudas prevalecen entre los antiguos aliados en Ankara y Washington y, en otras capitales, una reevaluación de las relaciones con una administración norteamericana mercurial se impone sobre quienes contaban como un hecho con una alianza con EU.
En otros lugares, las condiciones en muchos países no son prometedoras. En Irak, el nuevo gobierno no está completo aún después de largos meses de maniobras y disputas. En el Líbano y después de ocho meses de las elecciones parlamentarias, no se formó ningún gobierno, y cada grupo está tratando de maximizar sus beneficios mientras el país se encuentra en una crisis económica aguda. En Siria, todos los esfuerzos para resolver la larga y sangrienta crisis están en suspenso, debido a la intransigencia del régimen de Al-Assad y sus aliados iraníes con respecto a cualquier reforma a la Constitución o las instituciones del Estado, y la falta de una gran presión de la comunidad internacional. En Yemen, los acuerdos alcanzados en Estocolmo el mes pasado no se materializaron, y los hutíes continúan sus violaciones al alto el fuego y complican los esfuerzos de socorro para la población hambrienta allí.
El impacto de la campaña estadounidense contra Irán y la reacción generada son evidentes en el estancamiento reinante en los países mencionados anteriormente. Irán los toma como rehenes y como moneda de cambio en su confrontación con la política y las sanciones de Estados Unidos. Las vidas, los intereses y el futuro se sacrifican por objetivos nacionales extranjeros en diferentes partes de Medio Oriente y el círculo vicioso continúa generando la pobreza, la miseria, el terrorismo y la ignorancia.
El autor fue embajador de Líbano en México entre 1999 y 2011 nouhad47@yahoo.com