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politica@eluniversal.com.mx
Juana, Lorena y Mario se apellidan Ramírez. Son hermanos rarámuris. Los tres corren. Las mujeres han ganado y el hombre sigue luchando para quedar en los primeros lugares de las competencias de atletismo mayores a los 42 kilómetros en montaña. El éxito les ha llevado a conocer regiones de la República, algunas de España y en octubre estarán en Japón.
Ayer conocieron al presidente Enrique Peña Nieto. Antes sólo sabían cuál es su apellido y que tiene poder. Mario dice a EL UNIVERSAL, antes de verlo: “Le iba a decir que nos dieran beca, casa y que nos ayudara allá [en la Sierra Tarahumara]”.
En el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, las jóvenes Ramírez, de 16 y 22 años, recibieron un reconocimiento del mandatario por ser rarámuris destacadas y su hermano Mario fue su traductor.
El gimnasio contra la sierra. Cuando corren piensan que ganarán y recibirán premios. En un hotel de lujo ubicado en Tuxtla Gutiérrez no dejan de pensar en las siguientes carreras: Guadalajara, Guanajuato, Puebla y Japón.
Cuando entrenan lo hacen en las montañas. Lo hacían, sin saberlo, desde los cinco años cuando su padre, Santiago Ramírez, los mandaba a cuidar las 30 cabras en las brechas de su rancho.
A más de 2 mil kilómetros de distancia lo hacen en las caminadoras del gimnasio del hotel donde se hospedan. A paso lento. Nunca se han subido a una.
Mario espera que la banda tenga velocidad y se avienta con el pie derecho primero y luego con el izquierdo, “¿no podrá ir más rápido?”, pregunta. Lorena, de 22 años, ganadora de los 100 km en el maratón de Guachochi, es la segunda.
Copia los movimientos de su hermano; sin embargo, ella no se suelta. Juana, segundo lugar del ultra maratón, de 16 años, contempla entre risas cómo sus hermanos batallan con la tecnología para el atleta de ciudad.
Lorena viste el mismo vestido azul con línea rojas y las mismas sandalias que usó cuando ganó en Guachochi hace unas semanas. Juana lleva un vestido rojo que ella misma cosió en el último mes.
Él sí, ellas no. Mario, a diferencia de ellas, se quita el pantalón y los tenis; se pone una indumentaria tradicional rarámuri que compró antes de salir de Chihuahua porque los organizadores del evento le pidieron ir “bien tarahumara”. Pagó 500 pesos por un taparrabo, faja y una camisa suelta.
A diferencia de ellas es casado, con dos hijos, ellas no tienen. Fue a la escuela, ellas no. Terminó la secundaria, sólo Juana fue unos meses y abandonó. Para completar su vestimenta pidió prestado a su papá unos huaraches hechos de llanta, calzado tradicional que guardó en su maleta. Él, desde que salió de su casa hace seis años, usó zapatos y tenis.
Juana tiene unas semanas con teléfono celular. No deja de sacarlo y tocar la pantalla. Lo compró con el premio por llegar detrás de su hermana en los 100 kilómetros. Ayudó con comida a su casa donde viven sus otros cinco hermanos.
Lorena, primer lugar, dice que se quiere hacer una casa en el rancho de su papá. Mario explica que una casa “así como las de los rarámuris cuesta 15 mil o 20 mil pesos”. Es comprar el adobe, pagarle a una o dos personas que la construyan y esperar dos meses a que esté lista. A diferencia de su hogar, en el hotel hay agua todos los días; allá tienen que recorrer varios kilómetros para ir por agua cada tercer día y bañarse. La diferencia más grande que encuentra es que “acá en los hoteles no hay polvo, no como en nuestra casa”. Si puede pedir algo al Presidente, dice, sería cemento.
Finalmente, el encuentro. Cuando el mandatario arribó a Chiapa de Corzo, Chiapas, su primera señal fue la tierra que levantó el helicóptero a su llegada. Los invitados, vestidos con sus trajes tradicionales, trataron de no ser alcanzados por el polvo, pero sólo cubrieron sus ojos. Después de descender, Peña Nieto tardó más de 30 minutos en llegar a la tarima y saludar a las mujeres que coreaban su apellido. Mientras, representantes de las 68 etnias indígenas lo esperaban. Viven distintos tiempos, 30 minutos para Lorena y Juana significa recorrer los primeros 10 km de los 100 de Guachochi y 10 km corriendo para el Presidente son 53 minutos, según su última prueba.
De las dos jóvenes, la que recibió más aplausos fue Lorena. Saludó de mano al Presidente de la República y al gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, y posó en medio de los dos extendiendo su reconocimiento para la foto. Después pasó su hermana y al final entró Mario quien tenía la misión de traducir. Cuenta que el mandatario le preguntó si habían recibido la ayuda y él dijo que no. Narra que a Lorena le preguntó cuántos hermanos tenía y que ella contestó: “Ocho”. Eso fue todo.
El reconocimiento fue por los primeros lugares en el maratón de Guachochi, Chihuahua. Recibieron un certificado de apoyo del Programa para el Mejoramiento de la Producción y Productividad Indígena. Es decir, recibirán un monto para comprar animales, darles de comer y cuidarlos. De los 30 chivos que tenían hace unos años, ahora sólo quedan 18. A la salida, cayó una lluvia fuerte. La gente originaria de Chiapa de Corzo, que se había manifestado un día antes para no ser anfitrionas del evento, gritaban enojadas al paso de los invitados quienes querían encontrar refugio. “¿Para qué se ponen esos trajes si no les quedan?, ¿por qué se dejan?, ¡vendidos!”. Mario sorprendido por los gritos sólo preguntaba: “¿Por qué están enojados?”. Los días para la familia Ramírez desde hace un año se miden en las invitaciones a carreras que tengan en un mes.