Más Información
Anuncian instalación de 25 albergues en la frontera con EU por amenaza de deportación masiva; Rosa Icela dialoga con gobernadores
Tras denuncias en Infonavit, revelan fraude en Yucatán; resurge caso del Cártel Inmobiliario de los Mañé
Ya extinto el Inai, pide garantizar acceso a la información; reitera intención de participar en diseño de nuevo modelo
Fraude, insolvencia económica, trámites burocráticos y otras vicisitudes son las que ha vivido una joven emprendedora, quien a ocho años de comenzar su aventura ha logrado exportar su creación a cinco países: Ecopipo, un pañal ecológico.
Preocupada por la dermatitis de su primer hijo y con ayuda de la máquina de coser de su abuela, Ixchel Anaya dio las primeras puntadas que dieron forma a un pañal de tela que no sólo protegió la piel de su bebé, sino la economía familiar.
Con una producción de casi 4 mil pañales al mes, Ixchel ha visto crecer, tropezar y levantarse a lo que llama su quinto hijo y reconoce que parte fundamental del éxito obtenido es el modelo de distribución que implementó, cuya fortaleza radica en sus distribuidoras, que en su mayoría son madres de familia como ella.
De su producción, 80% se queda en territorio nacional y 20% restante lo exporta a países como Reino Unido, Perú, Argentina, Colombia y Ecuador, este último juega un papel clave, pues es el lugar en donde Ecopipo se comercializa más, después de México.
“Mi primer taller: la casa de mi abuela”
Estudiante de Diseño de Interiores, a los 22 años la vida la sorprendió haciéndole honor a su nombre (diosa del amor y gestación, en la cultura maya), con su primer hijo en brazos y, al no poder usar pañales desechables, Ixchel Anaya decidió crear su propio modelo.
Con ayuda de su abuela aprendió a coser, a cambiar el típico seguro metálico por velcro y ponerle resortes que se amoldaran a las piernas de su hijo.
Durante un recorrido por las instalaciones de la empresa de origen mexicano, su fundadora detalló que “siempre me gustó la creación de algo, pintaba desde chiquita, toda esta parte del diseño y creación de producto. Mis primeros pañales eran literalmente muy caseros, entre mi abuelita y yo los cosíamos, puedo decir que mi primer taller fue su casa”.
Las casi 300 distribuidoras que tiene a nivel nacional, en su mayoría son las mismas consumidoras que han hecho de Ecopipo su fuente de trabajo.
“No es un producto que puedas llegar a un exhibidor y te lo lleves, te tienen que explicar cómo funciona, lleva una asesoría. Muchos se preguntan: ‘¿Por qué voy a pagar tanto por un solo pañal?’, ‘¿Qué hace?’, por eso el modelo de negocios es a través de distribuidoras y la mayoría son usuarias que ya los probaron. Es todo un convencimiento en este tipo de venta”, explica Ixchel.
La publicidad que utilizan para dar a conocer sus productos es “de boca en boca”, por recomendación de usuarias, explotan los medios electrónicos como las redes sociales y asisten a las exposiciones de productos de bebés en distintos estados.
Su mayor satisfacción, cuenta, es ver a otras familias que se dedican a vender sus productos y viven de eso.
Ambientalmente amigable
Cauta en el proceso de inversión para crear su empresa, prefirió acudir a familiares y amigos, antes que a una instancia gubernamental o bancaria.
“No fue a través del gobierno ni de ninguna incubadora, fue financiamiento familiar, de repente, poquito por aquí, poquito por allá, mi abuelita, mi mamá, mis tíos, mis cuñados. Fue un poco difícil, pero gracias a las mismas ventas fuimos reinvirtiendo hasta llegar a una estabilidad”, recuerda con emoción la originaria de la Ciudad de México.
Ixchel Anaya recuerda que 2013 fue el año más complicado en cuanto a finanzas, pues vio disminuido su número de distribuidores tras ser defraudada por una colaboradora cercana. Relata que “sufríamos cada semana para juntar la nómina, estábamos en el banco esperando a que cayera el depósito. Cuando unos distribuidores nos traicionaron fue cuando pensé que se acababa todo, me quedé con una deuda, así que hipotequé mi casa. No tenía opción de sacar ningún crédito empresarial o personal, pensé que se acababa”.
La creadora de Ecopipo trabaja para crear conciencia sobre el daño que causan los pañales desechables al medio ambiente y convencer a las familias para que tomen en cuenta esta opción, pues asegura “la gente no los conoce o se imaginan que son los pañales de tela que se utilizaban antes”.
Sin tener conocimiento en la materia, buscó en internet pañales de tela y fue así como encontró un sitio electrónico español sobre pañales ecológicos, lo cual la inspiró a crear su propia línea y se asesoró para el uso de las telas indicadas.
Empleos y ahorro familiar
Actualmente, esta tecnología textil genera a las familias un ahorro de hasta 25 mil pesos, al elegir un producto reutilizable en lugar del desechable.
La planta matriz de Ecopipo se localiza en la conocida capital mundial de las fresas, emplea a 30 personas, la mayoría mujeres, sólo tres son hombres.
En promedio cada trabajador maquila 900 pañales al mes. Sin embargo, la demanda de producción obligó a la empresa a buscar otras opciones de fabricación y en Xalapa, Veracruz, encontró el apoyo de un distribuidor que trabaja en una empresa dedicada a artículos de exportación.
“Era importante seguir cuidando la calidad del producto, no podía ser cualquier maquiladora, porque son telas muy delicadas que necesitan cierto tipo de costuras y aguja. Buscamos que tuvieran la misma calidad como si las hubiéramos hecho aquí”, explica Ixchel.
Para encontrar nuevos distribuidores e incrementar sus ventas, cada año Ixchel asiste a varias exposiciones dedicadas al cuidado de los bebés, tres en la Ciudad de México, tres en Guadalajara, Jalisco; dos en Monterrey, Nuevo León, y una en Veracruz y Puebla.
En el catálogo existen más de 20 modelos, todos diseñados por Ixchel. Cada uno es elaborado con telas impermeables importadas de Estados Unidos y, en su mayoría, contienen bambú, lo que mantiene seca la piel y a la vez la dejan transpirar. Además, no se manchan, son fáciles de lavar y se pueden echar a la lavadora.
La joven emprendedora lamenta que este tipo de insumos no existan en México, porque eso la obliga a consumir productos extranjeros, además de generarle gastos extra en impuestos y transportación.
“México no es muy textilero, en telas no salen del algodón y la mezclilla. Habría que pensar en que innovaran, porque, para mí, no está bien importar telas que implican más gastos. Si yo pudiera encontrar todos los materiales aquí, sería la primera en comprar”, apunta.
El producto no tiene tallas, debido a que tiene broches que los ajustan al tamaño del bebé, desde que son recién nacidos hasta que cumplen dos años y medio.
Los precios de los pañales varían, van desde los 255 pesos a los 600 que cuesta el pañal nocturno, que es más absorbente.
El costo podría parecer alto si se toma como referencia el salario mínimo que reciben los mexicanos; sin embargo, el tiempo útil de cada pañal es de cuatro años y medio. “Una mamá necesita, más o menos, entre 15 a 20 pañales, durante el periodo en que el bebé los utiliza, para no estar gastando”, pues en promedio cada bolsa de 36 pañales desechables cuesta 130 pesos y regularmente un pequeño gasta dos paquetes al mes.
Aunque la competencia dentro del mercado de este producto en su mayoría es nacional, los chinos han ganado terreno, por lo que Ixchel pide se protejan con aranceles altos otro tipo de productos dentro de Guanajuato, como se hizo con el calzado.
Incursiona en otros productos
La marca mexicana no sólo ofrece pañales de tela, sino que ha incursionado en el mercado con otro tipo de productos que también protegen el medio ambiente, como calzones entrenadores, pañales de natación y toallas sanitarias lavables, las cuales han sido bien recibidas por las consumidoras; su producción ha crecido de manera constante y representa 15% de sus ventas. “Las mujeres que las han probado quedan encantadas porque es un problema grave toda la contaminación que generan y el dinero que gastan… Espero que, al igual que con los pañales rompimos con ese tabú, poco a poco la gente esté dispuesta a este cambio”, explica la joven de 30 años.
Esto ha motivado a Ixchel Anaya a crecer su empresa y uno de sus planes a futuro es llegar a nuevos mercados como Estados Unidos y Australia. Recientemente tuvo un acercamiento con el DIF estatal con el fin de tener algún convenio que le permita seguir posicionando a Ecopipo.
“Sí nos hemos acercado a algunas instituciones para ver si se animan a hacer este cambio, empezando porque va a ser mucho el ahorro, por la ecología, el impacto ambiental. Todavía no se ha logrado nada, pero esperemos que en algún momento se apoye esta iniciativa”.
En estos años Ixchel aprendió a compaginar su trabajo como empresaria y el tiempo de madre, al llevar a sus cuatro hijos, desde bebés, al taller por las mañanas y dedicarles las tardes.
Por ahora sólo cuida al más pequeño de dos años, sin embargo, se da tiempo para llevar y recoger de la escuela al resto. De lo que más disfrutan hacer en familia es cocinar cupcakes de vainilla.
“En algún punto estaba con mis hijos aquí en el taller, cuando empezaban a gatear, ya tenían que irse a casa. Siempre me han apoyado mis papás y mi esposo, pero siempre busco darles tiempo de calidad. Mi idea es que ellos también algún día lleguen a emprender algún negocio”.