Apunto de cumplir los 75 años de edad, los que hacen que el cardenal Norberto Rivera Carrera llegue a la edad de jubilación y presente su renuncia al papa Francisco para iniciar el proceso de retiró, según lo establece la norma de la Iglesia Católica, el arzobispo dejará la Arquidiócesis de México “en crisis” con un catolicismo desorganizado y desalentado, carente de un proyecto pastoral, aseguran especialistas.
De cara a la sucesión en el Arzobispado de México, los especialistas Elio Masferrer, Jorge Traslosheros y Bernardo Barranco, coinciden en que la lejanía de Rivera Carrera hacia los feligreses y la desconfianza de la población, provocada por factores como los supuestos abusos de quien fuera el líder de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, contribuyeron a que en los últimos 22 años el catolicismo en la capital del país se volviera “desalentado”.
La gestión del cardenal Rivera al frente de la Arquidiócesis ha sido una de las más largas en la Ciudad de México. Un periodo en el que investigadores coinciden que hubo decenas de escándalos, desde las acusaciones por el presunto encubrimiento a sacerdotes acusados de abusos sexuales contra menores; así como la relación del cardenal con la clase política.
Ante la pluralidad que existe en la capital del país, quien vaya a suceder en su momento a Rivera Carrera, deberá tener capacidad de diálogo para escuchar todas las voces y ser cercano a los fieles, pero también tener una amplia experiencia política para posicionar nuevamente el catolicismo en la CDMX, resaltan los especialistas.
El próximo 6 de junio, Norberto Rivera cumplirá 75 años, por lo que presentó su renuncia como arzobispo de México, como lo establece el derecho canónico; el 13 de junio de 1995, el entonces papa, Juan Pablo II, lo designó para encabezar una de las diócesis más importantes del país.
Actualmente, se señala que su posible sucesor sería Carlos Aguilar Retes, arzobispo de Tlalnepantla, ex presidente del Conferencia del Episcopado Mexicano y ex presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano, donde habría entablado relación con el ahora papa Francisco.
Se trata del sexto mexicano que alcanza la designación de cardenal en este momento y fue concedido por su amigo el papa Francisco. Otro de los posibles sucesores sería el cardenal Francisco Robes Ortega, actual presidente de la CEM y arzobispo de Guadalajara, quien ha acumulado experiencia sobre el impacto de violencia en México, debido a que él se desempeñó como arzobispo de Monterrey durante la etapa más violenta del narcotráfico en aquella entidad.
Por el perfil que han desempeñado, se señala a los obispos de Morelos, Ramón Castro Castro, por su labor en su diócesis contra la inseguridad; así como el arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera, cuya línea pastoral se ha enfocado en atender impactos de la violencia en Nuevo León.
Entre 1990 y 2010, el número de católicos en la Ciudad de México disminuyó 8% al pasar de 92.4% en 1990 a 84.4% en 2010, de acuerdo con datos de los censos de población del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), que se realizan cada 10 años.
Sin proyecto pastoral
Para Jorge Traslosheros, investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, la Iglesia católica en la capital del país está “ausente”, no porque falten fieles, sino porque no existe un liderazgo ni un proyecto pastoral.
Además de que en sus 22 años al frente de la Arquidiócesis más importante del país no existió una comunicación entre el prelado y sus fieles, lo que devino en una falta de organización de la feligresía capitalina en momentos claves, como fue la aprobación de la interrupción del embarazo y del matrimonio entre personas del mismo sexo.
Comentó que cuando llegó al arzobispado de México el 29 de junio de 1995, Norberto Rivera recibió una feligresía que tras el sismo de 1985 se volvió participativa y organizada encabezada por el cardenal Ernesto Corripio Ahumada, antecesor de Rivera Carrera, quien desempeñó una labor fundamental en la reconstrucción de la Ciudad de México, pero 22 años después existe un “naufragio pastoral” carente de un liderazgo.
Elio Masferrer, investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, comentó que nunca hubo un proyecto pastoral para la Arquidiócesis de México y su gestión quedó subordinada a la relación que mantenía con el papa en turno, por lo que gozó de mucho poder durante el papado de Juan Pablo II, el cual fue decayendo con los obispos de Roma subsecuentes, en especial, cuando Jorge Mario Bergoglio se convierte en papa. “Norberto no ha dirigido a la diócesis, se dedicó a cosas frívolas, a casar a gente rica, es como el capellán de la clase política y empresarial, pero nunca tuvo un proyecto para la Arquidiócesis”, insistió.
Para Masferrer, Norberto Rivera no desarrolló en sus dos décadas frente de la Arquidiócesis un trabajo “colegiado” con el resto de los obispos del país, lo cual se vio reflejado en el hecho de que nunca presidió la Conferencia del Episcopado Mexicano.
“Comienza una perdida de confianza muy fuerte de la sociedad hacia la Iglesia católica, disminuyeron el número de bautizos, de matrimonios religiosos; en la Ciudad de México se aprobó la interrupción legal del embarazo, los matrimonios entre personas del mismo sexo y Norberto no tuvo la capacidad para frenar nada”, afirmó.
Enfatizó que el sucesor al frente del arzobispado de México debe ser una persona dinámica. Señaló que el nuevo arzobispo debe contar con “mucha muñeca política”, sobre todo, en el contexto de la sucesión presidencial de 2018. Consideró al obispo de Cuernavaca, Ramón Castro, como un personaje que se acerca a este perfil, al igual que Rogelio Cabrera, arzobispo de Monterrey.
Gestión envuelta en escándalos
Bernardo Barranco, especialista en temas religiosos, concluyó que Rivera Carrera fue uno de los arzobispos más polémicos que ha tenido la capital del país, puesto que a lo largo de dos décadas se vio envuelto en numerosos escándalos que fueron desde lo financiero, su postura hacia los matrimonios del mismo sexo y el aborto, hasta las acusaciones por el presunto encubrimiento de casos de pederastia.
“Ha sido un periodo marcado por los continuos escándalos de un pastor quien, muchas veces, no tenía un comportamiento de un líder de fe, líder espiritual, sino que tendía a ser un personaje de corte político más que estar con los feligreses, con los pobres, con los enfermos; sus lugares más concurridos eran los lugares de los ricos, sus cenas, sus eventos”, enfatizó.
Recordó que entre los episodios más polémicos resaltan la ruptura de Rivera Carrera con el abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulenburg, por el control del recinto Mariano. Así como las acusaciones por la supuesta venta del copyright de la imagen de la Virgen de Guadalupe.
“Pero los escándalos mayores fueron por la protección de pederastas, concretamente a Marcial Maciel y al padre Joaquín Aguilar”, dijo Barranco.
Destacó que el cardenal no tuvo la capacidad para dialogar con los diferentes sectores de la sociedad capitalina, sino que enfrenta a los ciudadanos con “un recetario tradicionalista de la doctrina moral de la Iglesia”.