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La parte más difícil de la lucha contra el cáncer de mama es recuperar la autoestima de las pacientes y motivarlas para que sigan adelante con su tratamiento, afirmó María Luisa Ortega Peimbert, presidenta del Voluntariado del FUCAM.

Abrigada con bata y pañoleta rosas, Maly, como la conocen sus compañeras del voluntariado y las pacientes, muestra las instalaciones donde diario atienden a alrededor de 500 mujeres, que buscan ser diagnosticadas o que son tratadas por cáncer de mama.

Conforme avanza en los pasillos, describe las actividades que se realizan para integrar a las mujeres, a fin de que creen vínculos entre ellas para apoyarse en el largo camino que representa el tratamiento de esta enfermedad, que es la primera causa de muerte por cáncer entre integrantes de ese género.

Clases de danza, yoga, pintura, talleres de cocina y autoestima son algunas de las actividades que organizan para ayudar a las mujeres a “sanar”; más allá de la cura médica, esta fundación busca dar a las pacientes un tratamiento integral que involucre la parte sicológica, fundamental para superar el cáncer.

Al dirigirse a su oficina, Maly pasa por una vitrina donde hay algunas pelucas y turbantes, hace una pausa y comenta que entre las actividades hay talleres de belleza: “Les enseñamos cómo maquillarse, a que se pongan pestañas y cejas, a las pacientes que están atravesando por la quimioterapia les hace sentir muy bien verse arregladas, levanta mucho su autoestima”.

El FUCAM atiende 7% de las pacientes de cáncer de mama del país, Maly señala que, además de organizar actividades para las pacientes, el voluntariado de la fundación, integrado por 20 mujeres, debe encargarse de conseguir recursos para financiar el tratamiento de las mujeres que llegan, que tiene un costo de al menos un millón de pesos por persona, aunque varía entre cada paciente y el número de quimioterapias o radioterapias que requiera.

Entre las voluntarias se encuentra Mainca Manzanero, hija del compositor Armando Manzanero. Mainca es paciente del FUCAM desde hace tres años y medio; en esta fundación se atendió y, ahora, dedica su tiempo a ayudar a mujeres que atraviesan por la misma situación.

La presidenta del voluntariado anunció que el próximo 6 de junio realizarán un concierto con Armando Manzanero en el Centro Cultural de la Fundación, a fin de recaudar fondos para la construcción de un albergue para las pacientes procedentes de otros estados, puesto que muchas son de escasos recursos y se les dificulta permanecer en la capital del país.

¿Cómo contribuyen estas actividades a la autoestima de las pacientes que tratan?

—Vienen con más entusiasmo. Se contagian una a la otra, se platican; eso ha sido bastante bueno para ellas. Muchas llegan tristes, pero al platicar con otras pacientes que se han tratado se van felices, se van más motivadas para continuar con su tratamiento, se sienten contentas, llenan su espíritu. La cuestión psicológica ayuda mucho en la lucha contra la enfermedad.

¿De qué estrato social son las pacientes que atienden?

—La mayor parte de muy bajos recursos, algunas no saben leer y, en ocasiones, han llegado mujeres descalzas. Aunque también tenemos mujeres con buenos recursos, de colonias como Polanco o Interlomas, no es por nada, pero nos hemos hecho de muy buena fama, por el éxito que hemos tenido, tenemos médicos muy profesionales.

¿De qué estados provienen las mujeres que reciben?

—Vienen de toda la República, pero principalmente de estados como Hidalgo, Oaxaca, Morelos, Querétaro, Veracruz, Puebla, Guerrero, Chiapas y del Estado de México, las cuales no cuentan con ningún tipo de seguridad social.

¿Se ha avanzado en la cultura de la prevención para detectar oportunamente el cáncer de mama?

—Estamos llegando bastante a tiempo. A través de los años, en la fundación hemos hecho mucha difusión en medios televisivos, escritos, para explicarles a las mujeres cómo deben tocarse, y si sienten algo que vengan para acá.

¿Qué tan difícil ha sido recabar recursos para apoyar a las pacientes en su tratamiento?

—Es muy caro el tratamiento, mínimo un tratamiento por persona cuesta un millón de pesos, por lo menos; depende de la cantidad de quimioterapias que reciba, las radioterapias, la cirugía, la reconstrucción de mama. Las que pueden tener acceso al Seguro Popular, éste paga sus gastos para que les demos la atención aquí, pero son muy caros los tratamientos.

Las empresas han mostrado mucha disposición para ayudar, nos han mandado cajas con ropa, cuando son fechas especiales como el Día de las Madres o Navidad, nos envían regalos. Económicamente no hay mucho apoyo, porque no hay mucha confianza en las empresas en México, no hay una cultura de donación, pero nos ayudan con otras cosas; incluso, nos han llegado a donar colchones, nos apoyan en especie. Es muy importante que la gente sepa que nosotros no realizamos boteo.

¿Qué significa para usted encabezar este voluntariado?

—Mucha satisfacción, me siento muy contenta de ayudar a los demás, por eso siempre trato de entusiasmar a las voluntarias para que se sumen a esta labor que es necesaria para las demás. A las pacientes me gustaría decirles que nunca se dejen de revisar y, si se detectan algo, acudir aquí a la fundación para que sean atendidas, porque 96% de los casos que se detectan a tiempo son curables. A las mujeres que se les diagnosticó el cáncer, que no todas acaban mal, que continúen luchando, no se dejen, aprovechen la vida para salir adelante.

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