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Mariana Zapata es bajita, usa traje sastre negro con blusa blanca, el cabello sujeto con una coleta y lleva lentes. Nació en Tlalnepantla en 1995 y, apoyada por el gobierno de Barack Obama, se convirtió en dreamer. Hoy quiere especializarse en la Escuela de Leyes, no sabe si lo logrará.
Hace dos meses regresó de México, estuvo una temporada con la intención de medir la posibilidad de volver a sus orígenes e iniciar una nueva vida, una nueva vida para ella y su madre, pero “está difícil”, son sueldos bajos y pocas oportunidades de desarrollo, menos cuando se ha estudiado leyes en otro país, pese a hablar inglés y español.
Es licenciada en Justicia por la Northeastern Illinois University, de 9:00 de la mañana a 5:00 de la tarde trabaja como secretaria legal para un bufete de defensa penal en el barrio de Pilsen. Quiere ir a la escuela de leyes para especializarse y ser “abogada” con todo lo que implica esta figura en la Unión Americana.
Pero esta mexiquense mira con el pasar de los días cómo poco a poco su sueño comienza a desmoronarse. No sabe si el DACA y su calidad de dreamer se mantendrá con las políticas antiinmigrantes anunciadas por el presidente Donald Trump.
Hoy busca apoyo por todas partes para defender su derecho a seguir viviendo en un país al que llegó cuando apenas tenía 10 años. Acepta que ha decidido creer en los políticos mexicanos, pero que “me han roto el corazón. Estamos con incertidumbre y siento que no soy de ningún lado, ni de México ni de Estados Unidos. No sé qué hacer, pero seguimos luchando”, dice.
Se enteró que el lunes pasado Andrés Manuel López Obrador, presidente de Morena, estaría en la escuela comunitaria Benito Juárez, en el barrio de Pilsen. Fue a verlo, levantó la mano y le preguntó que haría para que los dreamers que quisieran regresar a México a hacer vida lo hicieran con salarios justos.
El tabasqueño le dio una respuesta de casi cinco minutos: le dijo que hay una corrupción “voraz”, le habló de que le habían robado dos veces la Presidencia de la República, que no había una austeridad republicana, entre gritos de los asistentes la pregunta de Mariana quedó en el olvido.
Dice que en cambio el gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, ayuda a la comunidad mexicana de Chicago, a los jóvenes, con recursos para que mantengan su DACA, para convertirse en ciudadanos de EU.
“De López Obrador todavía tengo fe, porque sé de las cosas que ha hecho por la comunidad pobre en México, pero no respondió mi pregunta y eso me rompió el corazón”, dice.
Mariana se apresura. Tiene que alcanzar el autobús número 9 para llegar a casa y mañana, muy temprano, seguir con su sueño y buscar ser abogada para ayudar a los suyos, para salir adelante. A pesar de todo. A pesar del temor que la agobia.