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En la quietud de las aguas de la Laguna de San Ignacio, con el soplar del viento como el único ruido que se escucha, los turistas aguardan la aparición de las ballenas grises. Tras permanecer varios minutos que parecieron una eternidad, a lo lejos se escucha una exhalación. Súbitamente, los curiosos a bordo de la lancha comienzan a buscar el lugar de procedencia del ruido, cuando, de pronto, observan un chorro de agua que es lanzado a 50 metros de la embarcación.
Segundos después una larga aleta se asoma, luego la cola. Tras sumergirse de nueva cuenta en el agua, antes de que la decepción invada a los turistas por no tener un mayor acercamiento con el mamífero marino de 13 metros de largo, el cetáceo posa a un costado de la panga, eleva su cabeza para respirar y hasta se deja acariciar por los espectadores.
En lo que va de la actual temporada de avistamiento de ballenas grises, la presencia de estos animales ha disminuido entre 40% y 60% en refugios de la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno, península de Baja California Sur, debido al cambio climático y a que los mamíferos marinos buscan aguas más cálidas.
Científicos mexicanos que estudian el comportamiento de estos animales han detectado que en la actual temporada se dirigen hacia el sur en busca de aguas más cálidas, a causa de la disminución de la temperatura superficial derivada de la variabilidad climática.
Jorge Urbán, investigador de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, explicó que al 16 de enero de enero se habían contado 347 ballenas en la Laguna Ojo de Liebre, frente a 584 registradas al 18 de enero de 2016. La cifra representa una reducción de 40%. Por otra parte, en la Laguna de San Ignacio, al 19 de enero año pasado se contabilizaron 39, en tanto que en la misma fecha pero del año anterior se reportaron 107; es decir, 63% menos.
El avistamiento representa una importante derrama económica para Baja California Sur. Según datos de la Dirección de la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno, en promedio por temporada, visitan la región alrededor de 10 mil turistas que generan ingresos estimados en 2 millones de dólares a las comunidades costeras.
La temporada 2016-2017 inició el 15 de diciembre del año anterior y concluirá el 30 de abril del presente. Es a mediados de febrero cuando se presentará el mayor número de avistamientos en la presente temporada.
La ballena gris es uno de los cetáceos más conocidos, porque sus rutas migratorias son muy cercanas a la costa, lo que permite que miles de personas la observen año con año. Se han identificado ejemplares que nadan en las aguas de la Laguna de San Ignacio desde los años 80.
Urbán Ramírez explicó que el decrecimiento de las cifras de avistamientos “se debe al fenómeno de La Niña, que es cuando se enfría un poco más la temperatura superficial del mar de lo que en promedio se encuentra.
“A veces hay fenómenos de El Niño y La Niña. Las ballenas se mueven de acuerdo con la temperatura del agua. Esto es un fenómeno que sucede cíclicamente cada tres o cuatro años. Paralelamente está la cuestión del cambio climático que aumenta la temperatura del agua marina, lo que trae como consecuencia que las especies que gustan de aguas frías se queden más al norte, donde pueden encontrar aguas mas frías. Por el contrario, las especies de aguas tropicales pueden viajar más lejos porque son las que les gustan”, explicó.
Georgina Saad, coordinadora de Especies Marinas Prioritarias del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), afirmó que las variaciones por el desplazamiento de las ballenas como consecuencia del cambio climático preocupan a los científicos, ya que hay comunidades que dependen económicamente del avistamiento de ballenas como la zona de la Laguna de San Ignacio, donde se ubican 12 campamentos dedicados a esta actividad.
“Esto nos preocupa porque hay comunidades que dependen del avistamiento de ballenas. Según vayan pasando los años, a largo plazo podría verse un desplazamiento más al norte, debido al calentamiento de las aguas. Este año es más frío y vienen más al sur; sin embargo, en caso del calentamiento global las ballenas tienden a quedarse más hacia el norte, donde las aguas son más frías”, destacó.
Listos para recibir turistas
Mientras sujeta la panga para evitar que la corriente de la laguna se la lleve, Antonio Aguilar Osuna, quien desde hace 30 años se dedica al avistamiento, recuerda la primera vez que recorrió las aguas de San Ignacio. Recuerda que se le acercó uno de estos cetáceos y le dio mucho miedo, debido a las proporciones que tienen estos mamíferos. Cada que navegaba trataba de evitar acercarse a las ballenas, pensaba que le harían daño o volcarían su embarcación; sin embargo, se dio cuenta que son muy amistosas, e incluso se dejan acariciar por las manos curiosas de los turistas.
“La ballena gris es muy inteligente, se te arrima porque ella sabe lo que le vas a hacer. Es un animal al que no lo crías ni lo tienes en tu casa, pero a pesar de ellos se deja agarrar por cualquier persona. Es amistosa, se acerca a las pangas para que la acaricien y hasta posa para que le saquen fotos”, explica.
Antonio recibe cada año hasta mil 600 turistas en el campamento La Freidera, entre los meses de enero y abril. Todos buscan estar cerca de las ballenas grises, las cuales viajan entre 8 mil y 10 mil kilómetros cada año desde las costas de la península de Baja California Sur con el objetivo de reproducirse.
Para llegar a la Laguna de San Ignacio se requiere tomar un avión al Aeropuerto de la Paz, en Baja California Sur, y conducir nueve horas desde la capital del estado hasta la Laguna de San Ignacio. Una vez instalado en uno de los campamentos de esa zona, se aborda una panga para ir en busca de ballenas. Junto con sus tres hijos y su esposa, el hombre de 55 años atiende su negocio Antonio's Ecotours, uno de los 12 campamentos ubicados en la Laguna de San Ignacio. Señala que esta temporada comenzó un poco difícil, debido a los bloqueos que se registrados en Baja California Sur en protesta por los incrementos a los precios de los combustibles. Esto ha impedido que lleguen turistas, además de las fuertes lluvias de las últimas semanas.
Antonio dice que le preocupa que esa zona deje de ser un punto para el avistamiento de ballenas, puesto que este atractivo turístico es su principal fuente de ingresos. El resto del año se dedica a la pesca.
Confía en que más visitantes lleguen a finales de este mes, así como durante marzo, dado que es en este periodo es cuando mayor cantidad de cetáceos se pueden observar. Por el momento, explica, tiene reservaciones hasta la segunda semana de marzo.
“Las ballenas han estado muy bien, han llegado varias y están pariendo en estas aguas; sin embargo, nos hemos visto afectados por los bloqueos que se han hecho en protestas por los aumentos a los precios de los combustibles. Tapan las vías para venir aquí y los turistas no llegan; también han habido muchas lluvias, hace como dos semanas estuvo lloviendo todos los días. Esperemos que en lo que resta de la temporada el clima no falle”, destaca.
Valeria, hija de Antonio, detalla que son los turistas extranjeros los que más frecuentan la Laguna de San Ignacio, principalmente los estadounidenses, seguidos de europeos, asiáticos y, en menor medida, de mexicanos, quienes en Semana Santa llegan a estas costas para tener contacto con los mamíferos marinos.
“Vienen muchos extranjeros. En Semana Santa es cuando llegan mas mexicanos, sobre todo del estado [Baja California Sur], pero la mayoría son extranjeros, más estadounidenses, pero también muchos franceses, alemanes, grupos de italianos y japoneses. Cada año viene un grupo de japoneses de 11 personas”, dice.
Identificando cetáceos
Sergio Martínez Aguilar, encargado del trabajo de campo en el Laboratorio de Investigación de Laguna San Ignacio, comentó que para conocer a las ballenas que se observan en esta zona utilizan la fotoidentificación; es decir, toman fotografías del costado derecho o izquierdo de los cetáceos para detectar balanos —una especie de parásito—, piojos y marcas de ataques de orcas, a fin de determinar rasgos que las caractericen. Con esas imágenes los científicos pueden estudiar cuánto tiempo permanecen las ballenas.
Detalló que diariamente salen a navegar desde las 9:00 de la mañana hasta las 5:00 de la tarde, que es el horario permitido para permanecer en altamar y en el que las condiciones del clima son las mejores para observar a estos mamíferos. Al término de su expedición revisan cuántas ballenas vieron y sus características. Al día siguiente comparan los resultados.
Martínez Aguilar destacó que han logrado identificar ballenas que vienen a la Laguna de San Ignacio desde hace más de treinta años y todavía continúan reproduciéndose, ya que las han observado con sus crías.
“Hemos encontrado cuatro que fueron fotografiadas en los años 80 y otras tienen al menos 40 años, todavía se siguen reproduciendo porque son hembras, la mayoría de las que vienen a la laguna son hembras”, dijo.
El científico explicó que cuando salen en busca de estos cetáceos navegan a 11 kilómetros por hora para poder observarlas, contarlas y tomarles fotografías. “Hay días en los que tenemos mucha suerte y podemos obtener buenas fotos, pero hay otros en los que las ballenas no se acercan demasiado. Es cuestión de tener mucha paciencia”, detalló el experto.
Indicó que los cetáceos que tienen crías son las que permanecen más tiempo en la laguna, debido a que buscan una zona segura para tener a sus ballenatos y que estos ganen peso; en contraste, los machos y hembras sin crías viajan más rápido, pueden estar en una sola laguna o en varias, incluso nadar a lo largo de la Península de Baja California.
La ballena gris mide 13 metros de largo y pesa 30 mil kilos, su temperatura corporal es de 37 grados centígrados, mientras que sus crías tienen una longitud al nacer de 4.5 metros y pesan 500 kilos. Su periodo de gestación es de 13 meses. Durante su migración a costas mexicanas salen a respirar cada tres o siete minutos. La exhalación cuando salen a respirar alcanza entre tres y cuatro metros de altura.
Para Georgina Saad la ballena gris es un “caso único” porque pese a que estuvo en riesgo de desaparecer a principios del siglo XX —quedaba sólo 10% de su población—, actualmente se han recuperado en casi 100%, dado que se tiene registro de 25 mil ejemplares.
“Es una historia de éxito que viene a Baja California Sur a tener a sus crías. Se caracteriza por ser muy amistosa, se acerca a las lanchas para que los turistas la acaricien”, indicó.