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La Arquidiócesis de México exhortó a los fieles a “no contaminar” con otras creencias paganas la tradición de bendecir las doce velas que cada primero de mes se encienden en devoción a la Divina Providencia.

Recomendó cuidar este rito católico y llevarlo a cabo sin relacionarlo con señales de magia o brujería. Evitar usar velas de un color u otro por suponer que son para el dinero, el amor o para evitar las envidias.

Pidió a los fieles a no llevar a bendecir semillas mágicas, borregos, cruces de ocote, monedas, espejos o sábilas con moños rojos.

“Esta piadosa costumbre no debe tomarse como un ritual más, sino como un acto de fe que recuerda algo muy importante: confiar en que Dios dará, si es su deseo y voluntad, salud, alimento, casa y trabajo”, señaló la Arquidiócesis en un comunicado.

Aclaró que encender una vela de éstas el primer día de cada mes significa una acción de agradecer a Dios por todo lo que da a los hogares.

Las velas son, para los católicos, un signo de la luz que trae el nacimiento de Jesús. El Cirio Pascual es signo de luz, vida y salvación; la vela es fe y alabanza. Se llevan a bendecir el primero de enero y en el mismo rito se acostumbra depositar en la alcancía de la Divina Providencia tres monedas iguales, una por el Padre, otra por el Hijo y una tercera por el Espíritu Santo, lo que simboliza pedir que no falte dinero, salud y unión familiar.

Algunas parroquias destinan lo recaudado para obras de caridad y a la Pastoral Social.

Para resaltar el sentido de esta tradición, la Arquidiócesis recomendó hacer una reunión familiar de oración el primer día del mes, cuando se enciende la vela, para dar gracias y pedir por el bienestar de todos.

El sacerdote José de Jesús Aguilar, encargado de Radio y Televisión de la Arquidiócesis de México, resaltó que iniciar un nuevo año no debe ser únicamente acostarse por la noche para levantarse al día siguiente, ni cambiar el calendario viejo por el nuevo.

Destacó que “el inicio de un nuevo año constituye una oportunidad para hacer proyectos de vida, fortalecer lo positivo o hacer grandes cambios para sacar de nuestra vida lo que es destructivo.

“No es la vida la que nos marca lo que tenemos que hacer, somos nosotros los que la dirigimos y le damos sentido. Nosotros somos los responsables de construir el presente y el futuro”, afirmó.

Aguilar recomendó hacer los propósitos de año nuevo con calma, buscar un tiempo de reflexión profunda, pidiendo la ayuda de Dios, preguntando a los seres queridos en qué consideran que podrían ser mejores.

“Así podremos hacer que nuestros propósitos se conviertan en realidad y sean como una casa que no es derribada por los 365 días que se aproximan”, dijo el sacerdote.

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