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Las manos de Angélica Lagunas tratan de seleccionar los mejores romeritos para la cena de fin de año.

Con ayuda de su hija María, las yerbas son seleccionadas con cuidado para que las mejores sean cocinadas y disfrutadas durante la bienvenida al Año Nuevo, la noche de mañana sábado.

Debido a su precaria situación económica, Angélica no puede comprar esta verdura, por lo que como ha hecho desde hace seis meses, cada semana acude a la Central de Abasto de la Ciudad de México —la más grande del mundo— a recoger aquellos vegetales y frutas que los locatarios tiran a la basura por no estar en las mejores condiciones para venderse.

“Mira estos romeritos están buenos, sólo que están un poco maguyados, pero sirven para hacerlos. O mira, estas cebollas están buenas, solo están sucias”, comenta a su hija de nueve años, quien la acompaña a recolectar alimentos para la cena de Año Nuevo.

Con pena, la ama de casa responde brevemente cuando se le cuestiona el motivo de recoger alimentos de la basura en este mercado, localizado en la delegación Iztapalapa.

“Por qué crees”, responde seria, “porque el dinero no alcanza y tengo que ver qué come mi familia. Con el sueldo de mi esposo no podemos comprar todo y si aquí puedo tener comida gratis y de calidad, pues, ¿por qué no? Sólo porque está sucia o feíta la tiran, pero está buena”, comenta mientras continúa recogiendo la mayor cantidad de romeritos del piso.

Su hija sostiene una bolsa de plástico donde lleva chiles, cilantro y zanahorias que también han sido recolectadas en este basurero. “Mira mamá, esta naranja está buena”, le enseña a su madre, quien le da el visto bueno.

Al preguntarle acerca de la cena de fin de año, asegura que no sabe qué hará, pero indica: “Lo más seguro es que haré romeritos, porque llevamos muchos. Mira, son dos bolsas y nos van a durar algunos días”, manifiesta mientras continúa agachada escogiendo la mejor verdura y fruta.

“Me gustaría hacerlos [los romeritos] con su mole y sus tortitas de camarón, pero no hay dinero y así los voy a hacer, sólo con mole. Lo importante es convivir, ¿o no?”, pregunta mientras sigue seleccionando el alimento regado.

Un tercio de alimentos producidos se desperdicia: FAO. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un tercio de los alimentos producidos para el consumo humano se pierde o se desperdicia en todo el mundo, lo que equivale a cerca de mil 300 millones de toneladas al año.

“Es un exceso en una época en la que casi mil millones de personas pasan hambre y representa una pérdida de mano de obra, agua, energía, tierra y otros insumos utilizados en la producción de esos alimentos”, considera el organismo.

En el estudio “Pérdidas y Desperdicios de Alimentos en América Latina y el Caribe”, realizado por esta dependencia de la ONU, se informa que en la región se pierden o desperdician hasta 127 millones de toneladas de alimentos al año, esto supondría el desaprovechamiento diario de 348 mil toneladas de productos comestibles.

El organismo detalla que esta cifra de desperdicio se podría comparar con cerca de 10 veces la capacidad que tiene la Central de Abasto de la Ciudad de México. La FAO estima que los alimentos desaprovechados en América Latina serían suficientes para satisfacer las necesidades alimenticias de 300 millones de personas.

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