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Durante las festividades de fin de año aparece un fenómeno que hace que adolescentes y adultos pierdan el interés por las mismas y caigan en un periodo depresivo, el cual se le denomina Trastorno Afectivo de Invierno o "Depresión Blanca".
De acuerdo con la psicóloga María del Pilar González Moreno, estos episodios son recurrentes en determinadas épocas del año, ya sea invierno o primavera, y afecta a uno de cada tres adultos que hayan tenido problemas de depresión en la infancia.
La especialista refirió que en esta época del año este trastorno puede agravarse debido al fin de un ciclo y el comienzo de otro, por la recapitulación que se hace del año, los logros, los regalos que se deben hacer, el “tener que estar feliz" y el dinero que se debe gastar, lo que puede mermar el estado de ánimo de las personas.
En entrevista, explicó que no hay un rango específico de edad y tiene que haber ciertos factores para que aparezca dicho trastorno, los cuales tienen que ser episodios depresivos previos, tener antecedentes familiares o puede ser causado por el abuso de sustancias tóxicas.
Los efectos del clima, abundó, influyen en el estado de ánimo de la persona, ya que tiene que ver con sustancias del cerebro, es decir, los neurotransmisores hacen su función, como la melatonina que tiene que ver con el sueño y la cerotonina con el estado anímico.
Entonces, en el invierno baja la cerotonina y por eso el estado de ánimo se ve afectado, y la melatonina también se ve afectada, por lo tanto estos factores biológicos tienen que ver con dicho padecimiento, pero también influyen los personales y los sociales.
González Moreno señaló que en el caso de la primavera la gente supuestamente se tiene que sentir bien, tiene que estar feliz, pero hay quienes tienen el efecto contrario, pues mucha luz o mucho calor les provoca una inadaptación al entorno y provoca una depresión.
Afirmó que entre uno y dos por ciento de la población padece este trastorno, el cual afecta el sueño, el apetito, provoca irritabilidad, desesperanza, aislamiento social y pérdida de interés en sus actividades cotidianas.
Dicho trastorno puede durar todo el invierno, comienza por septiembre y se extiende hasta noviembre, pero de enero a febrero aumentan los síntomas y disminuye en mayo.
"Puede aumentar, pero después baja; si es un periodo estacional llega a desaparecer junto con la estación, y eso es lo que lo diferencia de otras depresiones", agregó la especialista en terapia cognitiva.
Puntualizó que los principales síntomas son fatiga generalizada, comer en exceso o falta de apetito, modificación en el peso, problemas de sueño con muchas ganas de dormir o no poder lograrlo, letargo, disminución de energía, y en casos extremos, ideas suicidas.
La familia es la que puede detectar estos padecimientos porque es la que conoce al afectado, cuando las personas se empiecen a aislar y a tener cambios abruptos de personalidad, es cuando hay que estar alerta y preguntarle a la persona cómo se siente.
Para ayudarlo, sus familiares deben tener una presencia cálida y empática, para que puedan los pacientes expresar todo lo que sienten, porque la misma persona no sabe qué le pasa.
Para que pueda recibir un mejor apoyo, agregó, se le debe llevar con un especialista, con un psicólogo o en su caso con un psiquiatra, el cual podría medicarlo si se requiere.
En ocasiones el paciente necesita antidepresivos recetados por el psiquiatra y se toman sólo por un periodo de tiempo, la familia puede ayudar a que las tome y a que salga de su aislamiento, a tener actividades al aire libre y a que haga ejercicio, pues éste provoca bienestar, concluyó María del Pilar González Moreno.
ahc