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Todas las mañanas, sin importar el viento helado que cala hasta los huesos, don Benito García Chávez y su familia recorren las más de tres hectáreas que componen sus plantaciones de oyameles y ayacahuite. Los poda, quita la hierba que los rodea y prepara el terreno para que resulte más fácil a los clientes elegir el árbol que adornará su sala en esta Navidad.
Para este año están disponibles 800 mil árboles de Navidad cultivados por los 848 productores de todo el país dedicados a sembrar estos pinos; sin embargo, la competencia con los árboles importados que se venden en los centros comerciales representa un desafío para los productores nacionales.
El año pasado se consumieron un millón 800 mil árboles de Navidad, de los cuales un millón fueron importados de Estados Unidos y Canadá, y 800 mil fueron producidos en las 11 mil 335 hectáreas del país, en las que crecen especies como pino blanco, pinabete, pino prieto, pino piñonero oyamel, piceas y cedro blanco.
Benito García es originario de Santo Tomás Ajusco, sus abuelos y padres se dedicaron al campo, a cultivar maíz, haba y papa, pero cuando la tierra se erosionó comenzaron a sembrar árboles de Navidad.
Desde hace más de 15 años don Benito se dedica al cultivo de estos pinos, es uno de los 70 productores en el área del Ajusco de la Ciudad de México que realizan esta actividad y que lucha por mantener este oasis de oxígeno de 175 hectáreas, ante la expansión de la mancha urbana, por lo que pide a los compradores adquirir un árbol mexicano, de esa manera los productores continuarán manteniendo sus cultivos y no cederán ante la tentación de las grandes inmobiliarias que buscan comprar su predios.
Orgulloso de sus plantaciones, Benito presume sus árboles de Navidad como un padre a sus hijos, y explica las características de cada uno de ellos, mientras toma con delicadeza sus ramas. Indica que para que un árbol pueda ser cortado debe tener mínimo cinco años de edad.
“Tenemos que estar al tanto de todo, como guardaparque, venir a revisar los cultivos, las condiciones, lo que hemos cortado, lo que vamos a cortar, estamos preparando los árboles para que el cliente quede contento con su compra”, dice mientras acaricia la rama de un oyamel.
El oyamel —detalla— tiene sus ramas en forma de cruz, mientras que el ayacahuite o vikingo tiene un follaje más frondoso, como si una peluca verde lo cubriera.
“Los árboles también tienen diferentes tonalidades, así como en las personas que hay morenitos, güeros, las ramas pueden tener diferentes tonos algunos son más verdes, otros como azulados, otros más amarillos, pero todos están sanos”, destaca.
En el Ajusco, delegación Tlalpan, hay 175 hectáreas para el cultivo de estos árboles, las cuales reciben algún subsidio de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) para incentivar la siembra y producción de estos pinos. Los apoyos varían dependiendo la etapa de producción en la que se encuentren los propietarios de la tierra; para impulsar las plantaciones se otorga un subsidio de 10 mil 500 pesos por hectárea.
En promedio, el costo de un oyamel con 1.80 metros de altura es de 800 pesos. Esta especie es la más solicitada por los consumidores, mientras que el vikingo cuesta alrededor de 400 pesos. Por cada hectárea del predio de don Benito hay 3 mil árboles sembrados, en su mayoría están listos para su venta; sin embargo, el año pasado sólo vendió 130 árboles.
“Yo los invitaría a que se den una vuelta aquí a los terrenos que nosotros estamos preparando con gusto y voluntad. Que nos apoyen porque la situación del país no es fácil, Estados Unidos está tomando medidas, está restringiendo muchas cosas, hay que promover los productos mexicanos, hay que ser antiTrump, ese señor está haciendo cosas indebidas, nos está marginando a nosotros los campesinos mexicanos, necesitamos el apoyo”, expresa.
Ante la competencia desleal que representan los árboles importados de Estados Unidos y Canadá, don Benito propone seguir mejorando la calidad de las especies mexicanas; sin embargo, el mantenimiento es costoso, tan sólo una camioneta con tres toneladas de fertilizante de borrego, caballo o vaca, cuesta 800 pesos, cantidad con la que se fertilizan apenas 150 árboles.
El hombre de 56 años comenta que el cultivo de estos árboles es un proceso que requiere de muchos cuidados, desde preparar el terreno para su siembra hasta cuidarlo por siete u ocho años que alcanzan la altura suficiente para ser cortados. Resalta que por cada árbol que cortan siembran uno para evitar la deforestación.
“Hay que darles seguimiento, chaponear [deshierbar] y cuando vienen las lluvias, hacerle su cajete a los arbolitos para que capten el agua, fertilizar y si se presentan plagas, estar montanteando para ver que no se nos plaguen los árboles. Trabajamos todo el año y sólo tenemos un mes para vender, si no vendemos los árboles aquí se quedan haciendo su función, siguen vivitos y coleando y no los cortamos”, explicó.
Entre los mayores productores de árboles está el Estado de México, con 500 mil plantados en 4 mil 715 hectáreas; la Ciudad de México, con 178 mil distribuidos en 131 hectáreas, y Puebla en tercer lugar, con 94 mil 600 árboles en 4.6 hectáreas. Otros estados productores son: Guanajuato, Michoacán, Veracruz, Tlaxcala, Coahuila, Durango, Hidalgo, Querétaro, Tamaulipas, Jalisco, Oaxaca, Zacatecas, Nuevo León, Chihuahua, Aguascalientes y Morelos.
Beneficios ambientales contra el cemento
Gustavo López Mendoza, gerente en la Ciudad de México de Conafor, explicó que los árboles de Navidad requieren de un manejo especial, desde que se selecciona la semilla, hasta que se le lleva al vivero y al terreno. Debe vigilarse que no crezcan plagas y podarlos para que adquieran la forma cónica que los caracteriza.
Destacó que en 2013 comenzó en la zona del Ajusco un proyecto para seleccionar las mejores semillas, a fin de sembrar árboles de la mejor calidad y más resistentes a las plagas. Se eligieron 35 especies para obtener las semillas que serían llevadas a un vivero para que crecieran las primeras ramas y más tarde serían plantadas en los predios. Para este proyecto se otorgaron apoyos a los productores por 500 mil pesos; sin embargo, los resultados de este piloto tardarán 8 años, debido al proceso de crecimiento de los pinos.
López Mendoza señaló que los árboles de Navidad proveen beneficios ambientales como la captura de bióxido de carbono, filtración de agua, y ayudan a la conservación de la biodiversidad, por lo que consideró que mantener estas hectáreas al sur de la capital del país para la siembra de los pinos resulta estratégica para detener el crecimiento de la mancha urbana.
“Si no hubiera incentivos para la plantación de este tipo de cultivos, seguramente los dueños de los predios de árboles cambiarían su uso de suelo a la construcción, se los venderían a inmobiliarias y dejarían de tener los beneficios ambientales que tenemos con estas plantaciones. Es un aprovechamiento sustentable que nos permite detener el crecimiento de la mancha urbana, al tener beneficios ambientales que no lo tendríamos de otra manera”, subrayó.
Ante esta situación llamó a la población a consumir árboles de Navidad, puesto que es el único sustento de las familias de los 70 productores de estos pinos, quienes no pueden utilizar los terrenos para la agricultura debido a la deforestación del suelo.
El gerente de la Conafor consideró que la competencia de los árboles importados es un problema para los productores nacionales, y aseguró que se tiene la suficiente producción para satisfacer el consumo en esta temporada.
“Ahora más que nunca debemos generar empleo aquí en la Ciudad de México, en todo nuestro país, además, los árboles importados tienen plagas y enfermedades, por lo que la Profepa está atenta en los diferentes puntos de entrada a México para revisarlos”, indicó.
Datos de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) señalan que en 2015 se revisaron 985 mil 610 árboles, de los cuales 18 mil 164 fueron regresados por plagas, lo que representa 28 embarques. En total se importaron 967 mil 446 árboles.
Llegan los clientes a cuentagotas
Don Benito comenta que los días con mayores ventas son del 1 al 15 de diciembre, aunque días antes de la Nochebuena las familias acuden a elegir el árbol que adornará la sala de su casa en las fiestas decembrinas. Pese a todos los cuidados que le da a sus árboles, el año pasado sólo vendió 130 unidades.
Todas las mañanas recorre sus plantaciones, poda sus árboles, les quita la maleza y hasta platica con ellos; sin embargo, pocos son los clientes que se acercan. En un lapso de cuatro horas tan sólo lo visitaron tres compradores.
“Yo invito a toda la gente a que se acerque con nosotros, que venga a elegir su árbol es una experiencia bien bonita, que venga toda la familia a elegir el árbol de Navidad; los niños son los que más se entusiasman y son los que traen a los papás hasta acá”, afirma.
Mientras quita la maleza a uno de sus árboles, don Benito recuerda que un día un señor llegó a su predio y le preguntó en cuánto lo vendía, al darse cuenta de su negativa se fue, pero a los pocos días regresó con un portafolio lleno de dinero con la intención de comprarle sus más de tres hectáreas de terreno, pero lo rechazó.
“Era un montón de dinero, ni me acuerdo cuánto, pero el maletín estaba lleno de dinero, me dijo: ‘Le doy lo que pida por su terreno. Pero yo no quise venderlo. Yo no vendería mis arbolitos ni por todo el dinero del mundo, es bien bonito levantarse en las mañanas y verlos, o sentarse por la tarde a ver cómo se oculta el sol atrás de los árboles”, expresó mientras acaricia la rama de un oyamel.