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Más grande y brillante que en los últimos 68 años, ayer se pudo apreciar en todo el mundo la “superluna”: una ilusión óptica generada por el acercamiento extraordinario del satélite a la Tierra y porque éste entró en su fase de plenilunio, también conocida como “luna llena”. Esta coincidencia tan exacta no ocurría desde 1948 y es probable que no vuelva a repetirse hasta 2034, es decir, en 18 años.
Como un objeto opaco del Sistema Solar, el satélite natural de la Tierra tiene un lado “brillante” y otro “oscuro”; ello ocurre puesto que no genera luz propia, sino que la Luna refleja la proveniente del Sol.
Así, dependiendo de la posición del astro con respecto al Sol, será la fase que podamos observar. Esto es lo que conocemos como los ciclos de la Luna, que duran 29 días.
Julieta Fierro Gossman, investigadora del Instituto de Astronomía y divulgadora científica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explicó que la superluna se explica mediante la conjugación de dos fenómenos importantes.
“Uno es que la Luna va a estar llena, además se cumple otra cuestión: la Luna gira en torno de la Tierra en una órbita ligeramente elíptica (muy poco, la órbita es casi circular), esto quiere decir que a veces va a estar un poco más lejana de la Tierra y a veces un poco más cerca. En esta ocasión van a coincidir el máximo acercamiento de la Luna a la Tierra con el hecho de que la primera está llena porque el Sol está del otro lado. Esto va a ocasionar que se vea particularmente brillosa”, explicó.
El satélite natural de la Tierra debe su luminosidad a que el material con el que está cubierta parte de su superficie es de rocas formadas por una combinación de calcio y aluminio, que muy reflejantes; las partes más oscuras de la superficie lunar son lavas solidificadas que les dan una apariencia más grisácea.
La científica explicó que la Luna se ve más grande por la perspectiva que tenemos de ella desde el horizonte, puesto que en su trayectoria orbital presenta diferentes ángulos, según cómo se observa desde la Tierra.
El astro describe una trayectoria elíptica en torno a nuestro planeta y en ocasiones está más cerca de éste (el perigeo) y en otras se aleja (el apogeo), por lo tanto, su diámetro aparente es ligeramente mayor.
Estos sucesos son geométricos y a simple vista no los podemos percibir. Esto quiere decir que la Luna no crece, pero la apreciamos más grande por la perspectiva que tenemos de ella desde la Tierra. “Cuando la Luna está cerca del horizonte se ve muy grande porque está cercana a objetos como montañas o edificios; en cambio, cuando está en el cenit se ve más chiquita. Esto hace que la superluna se vea más sorprendente”, describió.
Influencia de los ciclos lunares. El encargado del Anuario del Observatorio Astronómico Nacional, Daniel Flores, explicó que la Luna llena ocurre cuando la línea que la une al Sol y a la Tierra coincide con la distancia mínima de la Luna a nuestro planeta.
Los ciclos lunares, dijo, influyen sobre una gran variedad de hechos en el planeta. “Nosotros somos parte de la evolución de la materia que se dio en el Sistema Solar. Entonces, nuestra evolución de la vida está íntimamente relacionada con los ciclos naturales que son, en este caso, las variaciones solares y la interacción Tierra-Luna”.
Fierro Gossman explicó que una de las preocupaciones más constantes es el efecto del astro sobre la Tierra, en específico las mareas en los océanos y mares. “La Luna atrae a la Tierra, por ello, la parte que está más cerca de ella siente una mayor atracción gravitacional que la que está lejos. Esto hace que los mares se ‘abomben’ ligeramente hacia la Luna, la Tierra se mueve una cantidad intermedia y los mares del otro lado quedan rezagados. Conforme la Luna se mueve o la Tierra gira, las mareas van cambiando de lugar. Cuando están opuestos el Sol y la Luna hay mareas más altas”.