Érika y Marco no se conocieron por casualidad, sino porque la vida y su trabajo los llevó a cruzarse en el camino. Ambos compartían la misma preocupación sin saberlo. Luchaban en distintas trincheras, pero con un mismo objetivo: dar a los niños la posibilidad de cumplir sus sueños a través del uso y creación de tecnología.

Érika Luna tiene 29 años y ha tenido una carrera meteórica en el mundo de la programación y el desarrollo web. Aunque estudió administración, actualmente forma parte de ocho proyectos diferentes vinculados al mundo del emprendimiento, el desarrollo tecnológico y la educación, pero es en esto último donde ha encontrado su verdadera vocación.

Su formación como programadora web empezó de manera autodidacta y se consolidó en la práctica, en su trabajo para crear el sitio de internet de autopublicación novelistik. Érika se descubrió a sí misma como educadora cuando se integró a un proyecto que le abrió un mundo hasta entonces desconocido para ella: el de la educación y la perspectiva de género.

La joven estaba preocupada por la discriminación que ella misma había experimentado en el mundo de los desarrolladores y programadores. No es un error de estilo escribirlo en masculino, porque ese sí es un mundo dominado en su mayoría por hombres, donde las mujeres que tratan de adentrarse suelen ser relegadas.

Pero había dos chicas que estaban haciendo algo con miras a que esa brecha de desigualdad en el desarrollo y creación de tecnología se redujera al paso del tiempo. Su apuesta era, y sigue siendo, de largo aliento, por el único remedio sostenible contra la desigualdad: la educación.

Esas dos chicas habían fundado Epic Queen, una startup dedicada a desarrollar espacios lúdico-educativos para que las niñas aprendieran programación, desarrollo de apps, robótica y otras competencias tecnológicas. Invitaron a Érika a sumarse al proyecto y así comenzó su camino por el mundo de la educación.

Meses más tarde, Érika se separó de Epic Queen y aunque de inmediato logró integrarse a otro espacio importante en el ecosistema emprendedor, donde desarrolló otras competencias de su perfil profesional como desarrolladora, programadora y community manager, extrañaba “a sus niñas”.

Así que comenzó con algunas alumnas y ahora también varones de manera particular, a quienes enseñaba a programar y diseñar páginas web. También siguió recibiendo invitaciones a conferencias y eventos en el mundo de la tecnología, donde jamás dejaba de hablar de la importancia de acercar estas herramientas a los niños, de manera accesible. Fue así que su camino se cruzó con el de Marco Velázquez.

Él tiene 23 años y creció en el municipio de Acolman, en el Estado de México, y había vivido en carne propia las carencias, la falta de oportunidades educativas, las complicaciones para trasladarse desde la casa de su familia en el Estado de México hasta su escuela, la UPIICSA de Iztacalco, del Instituto Politécnico Nacional, donde estudió ingeniería en sistemas.

Esas preocupaciones lo llevaron a querer hacer un movimiento en internet para solucionar los problemas de marginación que aquejaban a su comunidad. Invitó a otros estudiantes que, como él, hacían un esfuerzo mucho mayor para llegar a la ciudad y poder graduarse de sus estudios universitarios. Nadie acudió. Entonces supo que la apatía debía combatirse desde antes. Sus amigos y familiares le sugirieron iniciar con niños y adolescentes que quisieran aprender, primero, a programar, y luego ya se vería.

En mayo de 2015, literalmente, Marco comenzó a transformar la sala de su casa en un espacio educativo para niños y jóvenes. Los más pequeños aprendían con juegos, pero los mayores pedían más. Estaban inquietos por programar, diseñar, hacer animación y usar tecnología como los profesionales. Ese fue el origen de lo que hoy es DeKids, donde Marco y Érika trabajan.

“Cuando conocí los proyectos que se habían creado en DeKids, que vi que habían surgido canales de YouTube, marcas que tenían ventas y que, lo mejor, ellos sí estaban programando, abriendo la consola y escribiendo código en un editor de texto, dije: ‘Este es el mejor programa educativo para niños enfocado a la creación de tecnología’. Ni siquiera en Estados Unidos hay algo así. El programa tiene estructura y, claro, porque se contó con la asesoría permanente de un pedagogo y ahora se integrará una pedagoga, que sí hablan con los niños, sí los escuchan. Ellos se encargan de acompañar al niño en cada paso. Hay profesores que son programadores, pero esa enseñanza va acompañada por un profesional de la educación. Eso fue lo más maravilloso, por ello me encantó que me invitaran a ser parte de esto”, dice Érika.

Romper los miedos

DeKids es un programa donde los niños aprenden a crear tecnología construyendo proyectos con modelos de negocios a partir de sus sueños, manteniendo la motivación en el aprendizaje. “Buscamos que rompan sus miedos y se atrevan a equivocarse, generando en ellos seguridad y experiencia. Los incentivamos a llevar sus ideas a la realidad y a emprender”, explica Marco.

La única forma de aprender es el ensayo y el error. Por fortuna, Marco tenía una clara conciencia de que su buena voluntad no iba a ser el único ingrediente que necesitaría para que un programa educativo como el que había creado fuera un éxito.

Así que lo primero que hizo fue buscar mentores. Había conocido a alguien de Google en una conferencia, así que, repitiéndose que no tenía nada que perder, lo buscó y lo invitó a dar una charla a los niños que tomaban clases los sábados en la sala de su casa, en Acolman.

No podía creer cuando el futuro mentor le dijo que sí iría “hasta allá”, cerca de las pirámides de Teotihuacán. Este mentor lo fue conectando con otros, y así el éxito del joven ingeniero que daba clases de programación y emprendimiento a niños en la sala de su casa llegó a oídos de Wayra México, una de las aceleradoras de startups más reconocidas en el ecosistema global de emprendimiento.

Allí no sólo encontró nuevos mentores para integrar a su programa, también el apoyo para traer el modelo a la Ciudad de México y contar con un espacio más apropiado para las clases, justo en el coworking de Wayra México.

“Nos enfrentamos a algunos retos, uno de ellos la falta de sensibilidad de los padres de familia”, comenta Érika, quien explica que el problema es convencerlos de que “les presten” a sus hijos, de que se comprometan a llevarlos cada fin de semana a participar en las clases y las actividades.

Contra la educación tradicional

Durante el programa educativo de DeKids, conocido como batch, los niños practican las habilidades para realizar un buen pitch, es decir, para poder explicar sus proyectos como verdaderos emprendedores. Eso es importante porque al final de cada ciclo presentan sus proyectos ante mentores reales, líderes tecnológicos exitosos que los evalúan, les brindan retroalimentación y eligen el proyecto en el que ellos invertirían, generando así una experiencia real donde el aprendizaje va más allá de un aula.

“Lo que yo hice fue preguntarme por qué no hay personas como Mark Zuckerberg, Steve Jobs o Bill Gates en México, y si ellos deben su éxito dado a que comenzaron desde niños a desarrollar sus pasiones e intereses incluso en contra del sistema educativo tradicional. Por ello es que busco generar un cambio de impacto a través de la educación. Veo una creciente necesidad de revolucionar la educación como factor principal para cambiar al mundo, a través del aprendizaje con pasión y un proceso que se apegue más a la vida real”, señala.

Así nació DeKids, donde ahora Érika Luna se ha integrado. Primero, Marco la invitó a dar una de las muchas charlas que ella impartía en espacios de emprendimiento para niños, pero, irremediablemente, Érika quedó fascinada con el programa educativo creado por Marco y ahora dirige codo a codo con él.

“Me atrevería a decir que DeKids es realmente un programa único no sólo en México, ni siquiera en Estados Unidos hay uno así, enfocado en que los niños vivan en la realidad el proceso de crear un emprendimiento tecnológico desde cero y puedan concretarlo”, comenta Érika.

Mirada a futuro

Siete millones de empleos desaparecerán en México gracias a la tecnología y sólo 2 millones se crearán gracias a ésta en los próximos años. México necesita más y mejores emprendedores, pero es un mundo que pocos exploran, ya sea por miedo, por falta de seguridad, conocimiento y motivación. Es importante que cada vez más niñas se sumen al mundo de la tecnología como creadoras y no sólo como consumidoras, por ello es que la presencia de Érika es clave en la filosofía de DeKids.

“Pero, ¿cómo hacer cambiar estas ideas si a lo largo de nuestra educación escolar nunca se nos incentivó a verdaderamente trabajar por nuestros sueños? Por otro lado, ¿cómo saber que algo te gusta si no lo has experimentado? Es como decir que el chocolate es tu sabor de helado favorito sin haberlo probado antes, o que no te gusta la sopa de pasta sin haberla comido. Lo mismo pasa con las personas que eligen una carrera universitaria o un empleo sin conocer realmente qué les apasiona. Entendemos que es un proceso a largo plazo, pero es tiempo de ocuparnos en hacer personas felices que decidan e innoven en su vida, que no dependan de lo que hoy en día está establecido, necesitamos más gente que ame lo que haga”, cuenta Marco.

Al esfuerzo de Marco, Érika y el resto del equipo de DeKids se han sumado espacios como Wayra México, Google, Impact Hub y Centraal, en cuyas instalaciones los niños del batch 7 podrán conocer y trabajar para desarrollar sus proyectos de emprendimiento a partir del próximo 5 de noviembre. Las inscripciones están abiertas en dekids.com.mx.

Desarrollar este tipo de propuestas educativas cuesta y lamentablemente se tienen que hacer desde la iniciativa ciudadana privada para volverlas realidad. Eso lo tuvo claro Marco, por eso DeKids ha sido una empresa desde su inicio, aunque socialmente responsable.

Al principio, cuando no tenía idea del tiempo que podría llevarse este programa y lo miraba sólo como clases aisladas para niños que quisieran aprender a hacer páginas web, cobraba 350 pesos por clase, algo similar a lo que se paga por una de idiomas o deportes.

Con el paso del tiempo, tras diseñar el programa que ahora cuenta con más de 11 sesiones, ha logrado fijar un costo más accesible que el pago por hora. El batch tiene una duración de más de 40 horas, en distintas sedes, y tiene un costo individual de 5 mil pesos en pago único. Esto ha permitido a Marco, a Érika y a los pedagogos que integran el equipo demostrar que el ser tecnoeducador sí puede ser un oficio con ingresos sostenibles, lo que les permite dedicarle el tiempo necesario a los niños y al diseño y perfeccionamiento del programa. Por ello alientan a otros desarrolladores a compartir conocimiento con los más jóvenes, transformando el emprendimiento en una cultura que pueda sacar a México adelante.

“El uso de la tecnología está presente en nuestra vida diaria, pero, ¿la creación? Aquí nos estamos rezagando, la tecnología no se creó de manera independiente, necesitamos más personas creativas capaces de crearla con ideas innovadoras, y qué mejor que los niños para comenzar ese proceso”, concluye Marco.

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