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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
Teoloyucan, Méx.
Con deshechos como cubetas, botes de yogur, latas de galletas, cartones, mangueras, tubos de PVC, grabadoras o juguetes viejos, Maribel y sus cinco hijos, habitantes del asentamiento informal Compuertas, en el Estado de México, se integraron recientemente a una orquesta con la idea de denunciar cómo son las condiciones de exclusión en la que viven en la ladrillera.
Al escuchar la combinación de notas musicales y el rasgar de las cuerdas en esos espacios, con esos novedosos instrumentos, se puede mejorar la situación de los asentamientos informales.
Han aprendido a hacer instrumentos y a tocarlos guiados por los integrantes de la Orquesta Basura y de la organización latinoamericana Techo. Maribel sabe cómo se elabora por ejemplo un Tololoche, hecho con un PVC hidráulico y tres cuerdas de un bajo eléctrico que no servía.
Aprender a tocar este y quizá a futuro conocer los otros 40 instrumentos que conforman la orquesta, le ha permitido encontrar una alternativa de vida, acceder al universo de la música de una manera lúdica —no totalmente formal— y dar a conocer a través de la música la situación de exclusión en que viven.
Vivir en favelas en AL. Maribel es también integrante de un programa de capacitación de oficios, de reforzamiento educativo los sábados para sus hijos y del programa Casas de Emergencia.
Ella cuenta con una de las 24 Casas de Emergencia que se han construido en esta comunidad. Son casas de madera prefabricadas con materiales seguros y techo firme, construidas en dos días por estudiantes de diversas universidades con la ayuda de los propietarios; en este caso, Maribel y sus hijos. Ella carga mil 500 ladrillos diarios por un sueldo de 70 pesos; trabaja de las siete de la mañana hasta el anochecer. Tiene cinco hijos y es madre soltera.
Su marido fue asesinado en el 2104. Vive en pobreza urbana y su comunidad carece de calles pavimentadas, servicios médicos y alcantarillado.
Como Maribel y su familia, 104 millones de personas viven en favelas, villas, campamentos o invasiones en América Latina. Son habitantes de asentamientos informales que no pueden acceder al pago o renta de un lugar en la ciudad. Si bien no existe un registro nacional con información pública que indique cuántos asentamientos existen en México, dónde están, cuántas personas viven en ellos y qué características tienen, se considera una problemática invisibilizada según una investigación del Colegio de México desde 2012, la cual refiere que cerca de 70% del suelo en el que han crecido las ciudades mexicanas ha sido de manera informal.
Comer pollo: mollejas y patas. Aquí en Compuertas, a dos horas de la Ciudad de México, viven 120 familias que carecen de recolección de basura y los servicios básicos. Es un asentamiento informal bajo condiciones sanitarias precarias. Maribel y sus hijos viven carencias relacionadas con alimentación, salud, educación y seguridad social. Ella es parte de los 38 millones de personas que viven en pobreza urbana en México.
Quienes habitan en esta comunidad no cuentan con trasporte público y para llegar a la escuela más cercana debe recorrerse un camino de 45 minutos a pie; lo cual ha contribuido a la no inclusión o deserción escolar.
Tal es el caso de José Eduardo, de 16 años quien abandonó sus estudios para apoyar a su madre con los gastos de la familia. Estudió hasta segundo de secundaria, y se dedica a cargar ladrillos , con la posibilidad de que en su caso el ciclo de pobreza se repita.
Jesús Leobardo y Gerardo Ángel, de 11 y 8 años respectivamente, también cargan ladrillos. Entre los dos se echan sus 150 ladrillos diarios, dice su madre, quien también denuncia los problemas de contaminación generados por la constante actividad de los hornos al aire libre.
“Sólo así alcanza para la comida, la escuela y para lo que mis hijos necesitan, aunque a veces, en épocas de lluvias y heladas, el ladrillo no se puede trabajar al aire libre y sólo alcanza para el pan de la mañana con café y el pan de la noche también con café. Carne jamás comemos, y del pollo solo las mollejas y las patas”, dice la mujer que en fechas recientes se ha integrado a un programa comunitario para aprender a hacer dulces típicos y pan dulce.
Desarrollan otras habilidades. Silva Suárez, de 47 años, otra de las habitantes de Compuertas, en Coyotepec, narra que ha dejado de trabajar con el ladrillo a partir de que “en la cabaña de la organización Techo se colocó un horno para hacer pan. Yo hago pan de muerto y rosca, gano mil pesos todos los sábados con la venta del pan. Mi inversión es de 400 pesos. También nos han dado clases de habilidades para la vida y administración de empresas”.
Ella es ejemplo del buen recibimiento y éxito de esta organización civil en la comunidad; por ello será quien dé testimonio de su experiencia en la Tercera Conferencia sobre Vivienda y Desarrollo Sostenible (Hábitat III) de las Naciones Unidas que se llevará a cabo en Quito, Ecuador de cara a la aprobación de una Nueva Agenda Urbana.
Uno de los temas a tratar en esa conferencia será la problemática que enfrentan las ciudades y la necesidad de garantizar los derechos humanos de quienes habitan en asentamientos irregulares.
En Hábitat III se definirá una Nueva Agenda Urbana, es decir, las ciudades donde viviremos los próximos 20 años.
La experiencia de Techo en México será compartida en ese foro. El objetivo de la organización ha sido impulsar el desarrollo comunitario en los asentamientos informales para superar la pobreza y desigualdad, en conjunto con los habitantes de los asentamientos y más de 600 mil jóvenes voluntarios presentes en 19 países de América Latina y el Caribe. En México está presente en siete estados de la República: Ciudad de México, Estado de México, Jalisco, Puebla, Nuevo león, Querétaro y Guanajuato.
“Hablar de un asentamiento informal es hablar de personas en condición de pobreza que en México son más de 55 millones, entre las cuales siete de cada 10 viven en la ciudad”, comenta Dulce Colín, directora de Comunicación de Techo.
“La complejidad de la situación de los asentamientos convierte en prioritario su lugar en la agenda pública y política; por esta razón queremos que los asentamientos informales sean reconocidos e integrados como parte de la ciudad y que los derechos de sus habitantes sean respetados. Naciones Unidas planteó 17 objetivos de desarrollo sostenible para alcanzar de aquí al 2030. Entre ellos figura la erradicación de la pobreza , y la construcción de ciudades y asentamientos humanos inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”, precisó.