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Tulancingo, Hgo.— A sus 76 años, María de la Luz Cuautenco terminó la secundaria luego de que su familia la motivó a concluir sus estudios de educación básica, pero sobre todo, impulsada por el deseo de “no querer sufrir más” porque no podía ayudar a sus nietos con sus tareas.

María de la Luz esboza una sonrisa tímida al recordar cómo fue que se decidió continuar con sus estudios, no lo pensó demasiado, cuando iba por sus nietos a la escuela no podía anotar las tareas y a veces nadie le quería ayudar. “Iba por mis nietos a la escuela y tenía que anotar la tarea que les dejaban en el pizarrón, pero yo no sabía. Le pedía ayuda a las señoras, algunas sí me ayudaban pero otras nadamás me decían: ahorita y no me ayudaban. Un día dije: “Yo no quiero seguir sufriendo”.

Marilú, como le dicen en su casa, es originaria de Acaxochitlán, Hidalgo, es una de las 14 millones de personas que en 35 años de la creación del Instituto Nacional de Educación para los Adultos (INEA) ha terminado sus estudios de primaria y secundaria.

En este mismo periodo, el instituto ha alfabetizado a 12 millones de personas más, lo que suma 26 millones que han superado el rezago educativo. Según datos del INEA, 32 millones de mexicanos están en situación de rezago educativo, por lo que la meta de la Campaña Nacional de Alfabetización y Abatimiento del Rezago Educativo 2014-2018 es atender a 7.5 millones de personas mayores de 15 años.

De ellas 2.2 millones se alfabetizarán, 2.2 terminarán su educación primaria y 3.1 millones más obtendrán un certificado de secundaria.

Para el director del INEA, Mauricio López Velázquez, hace 35 años 18% de los mexicanos no sabía leer ni escribir, 26% de ellas eran mujeres, es decir, una de cada cuatro mayores de 15 años eran analfabetas. Informa que el instituto cuenta con 2 mil 475 escuelas en todo el país y que el apoyo recibido hoy servirá para mejorar las instalaciones y el material didáctico.

Marilú se dedicó durante toda su vida a limpiar casas y a lavar ajeno, aunque le habían enseñado “algunas letras” no sabía leer ni escribir. Su madre falleció cuando ella apenas tenía cuatro años, por lo que creció al lado de una tía; su padre se dedicaba al campo.

Cuando decidió estudiar, sus nietos —de 6 y 8 años— la motivaron para que fuera a la escuela a aprender; su hija la apoyó en su decisión y en todo lo que necesitó. Fue así como en 2003 concluyó la primaria con las asesorías que brinda el INEA. Sin embargo, cuando estaba cursando los estudios para certificar la secundaria tuvo un accidente que por poco le roba los deseos de continuar sus estudios.

“Me caí de las escaleras de mi casa, estaba mal de una rodilla; cuando iba bajando las escaleras sentí que perdía fuerzas y me caía, rodé por las escaleras y estuve sin hacer nada bastante tiempo, como dos o tres meses. Me estoy recuperando puedo hacer más cosas. Después de eso no quería saber nada de la escuela, mi hija me preguntaba: ¿Cuándo vas a regresar a tus clases? Pero no tenía ganas”.

Comenta que su hija la motivó mucho para que terminara la secundaria, ahora con el certificado de estudios en sus manos. Dice sentirse muy contenta por haber alcanzado esa meta que se propuso hace 13 años y ahora impulsa a sus nietos que están en la secundaria y en el nivel bachillerato a estudiar, para que se sigan preparando. “Mis nietos crecieron pero los sigo apoyando y les insisto que no dejen la escuela para que tengan un futuro mejor, trato de que tengan las mismas ganas de terminar los estudios”, expresó.

Con el Programa Especial de Certificación, impulsado por la SEP, se han atendido a 1 millón 413 mil personas, con lo que está a punto de llegar a la meta anual de millón y medio. El titular de esa dependencia, Aurelio Nuño, consideró que podrían alcanzarse casi 2 millones de beneficiados.

Marilú llama a los adultos a terminar sus estudios “no importa si están grandes, les va a servir, porque luego uno sufre mucho sin saber leer ni escribir. Ahora que terminé me siento feliz”.

Eugenia Zapotitla, es una de las 80 mil asesoras del INEA y ayudó en todo el proceso a Marilú para culminar sus estudios. Dice que le gusta mucho ayudar a su prójimo, en 19 años ha enseñado a adultos a leer y escribir.

Aunque a veces se topa con dificultades como la negatividad de sus alumnos, aprende mucho de ellos y de su experiencia. “No solamente les enseñó a ellos, a mí también me enseñan, me transmiten sus conocimientos la experiencia que ellos tienen. En ocasiones son negativos pero como asesora debes tener don de convencimiento. Les he dicho que como madres o como abuelas lo que más queremos es a los nietos o a los hijos, y es por ellos que debemos hacer todo, eso les digo para que se motiven a continuar”.

Ser asesora le ha servido para transmitir el “gusto por aprender” a sus seis hijos, cuatro de los cuales ya terminaron una licenciatura, su hija mayor en el área de derecho, y sus otros tres hijos en informática, lenguas extranjeras e ingeniería automotriz; su otra hija es estilista y el menor estudia el bachillerato.

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