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justiciaysociedad@eluniversal.com.mx
Caracol López Colunga cuenta con educación universitaria. Estudió Letras en la Universidad Autónoma de Nuevo León, es una joven profesionista de 29 años, es social media producer de una plataforma global de medios, revisa portales y trends todo el tiempo.
La tecnología es protagónica en su vida. “Whatsappea”, “textea”, “tuitea” y se comunica con su familia a través de una pantalla. Vive con su pareja, paga renta, no tiene televisión en casa, tiene iPhone, se traslada en Uber o en Metro y consume productos culturales, por ejemplo, series por internet de pago.
Tiene cinco laptops en casa, un proyector, iPod para escuchar música, bocinas bluetooth, juega con un drone y un minidrone. Asistió a todos los festivales de música de 2015 en México. Huye de lo formal en su forma de vestir y le gusta el pop.
No tolera los discursos de superación personal, no desea tener hijos, no está inscrita en un sistema de ahorro para el retiro. Ha cambiado cinco veces de trabajo en busca de nuevas experiencias y oportunidades de superación relacionadas con innovación, entretenimiento, medios digitales y creativos.
Usa una sola tarjeta de crédito y poco dinero en efectivo. No escatima en la compra de productos tecnológicos; casi no usa ni lápiz ni papel. Asiste al cine, teatro y a exposiciones. Consume lo natural. Se preocupa por su salud. Tiene posturas claras y abiertas respecto al aborto, el matrimonio igualitario y la justicia social. Ahorra para viajar al extranjero.
Define el infierno como un lugar sin acceso a una computadora o a un celular sin internet; vive inmersa en un ambiente digital, le interesan los retos desafiantes, estar inmmersa en diferentes proyectos y no concibe un mundo despojada de los últimos adelantos tecnológicos.
Así es Caracol López Colunga y, aunque no le gustan las etiquetas, es una millennial. Le interesa que se sepa, que su twitter es: @Caracol_C. Ella da y pide retroalimentación.
Pertenece a la generación de emprendedores digitales e innovadores nacidos entre 1980 y el año 2000. Es de los que enfrenta desafíos: reinventar, innovar y va tras proyectos laborales que impacten en su vida. “En mi caso todos los festivales de música a los que he asistido, el Corona y el Mutek han sido a través de mi empleo; no me interesan los trabajos de por vida como los que tuvieron mis padres, porque la idea de permanecer años sólo en una organización hasta ver cumplida la promesa de crecimiento laboral no funciona”.
Caracol tiene claro que trabajará más tiempo que la generación de sus padres. “A mi edad mi madre tenía dos hijas, a mi no me interesa tener bebés, el dinero que gano quiero que sea para mí, priorizo el tiempo. No podría comprarme una casa como lo hizo mi madre con su sueldo de maestra de educación básica.
“Me resultaría imposible comprar una casa como lo hizo mi madre”, cuenta la joven desde el roof garden de su centro laboral donde come todos los días alimentos elaborados por ella, “para no gastar afuera, porque no es tanto lo que gano; pero también hay mucha gente aquí —ninguno tiene más de 35 años— que sale a comer afuera y gasta en eso”.
Tiene ambiciones y quiere seguir trabajando en medios, en el área editorial, pero que no le exijan tener que volverse una persona muy seria. “Mis padres fueron hippies y me nombraron Caracolito; aunque no me gusta ese nombre y prefiero que me digan Caracol”, dice.
“Cada tres o cuatro meses mi novia y yo nos vamos a alguna parte, hace poco nos fuimos a una playa nudista en Zipolite, Oaxaca, y estamos ahorrando para irnos a Copenhague. No quiero hijos, no creo que tenga dinero para hacerlo y el dinero que tenga no quiero dárselo a nadie que no sea a alguien más; suena egoísta, ya sé”, admite.
“Nosotros, mi generación, tenemos que aprender cosas para diversificarnos y sobrevivir en un ambiente que te exige muchísimas más habilidades que no recibimos en nuestra educación formal.
“Vivo inmersa en un medio digital. La diversión y el trabajo trascurren delante de una pantalla, trabajo todo el día en una computadora.
“Trabajo en algo que hace 10 años no existía, de hecho me es complicado explicarle a mi madre o a mi suegra en qué trabajo, aunque mi madre sí usa Facebook”.