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Don Ricardo Luna es agricultor y vive con su esposa Margarita desde hace 22 años en el ejido Tomás Garrido, en Tabasco, lugar que año con año enfrenta severas inundaciones que amenazan el hogar, los cultivos y el ganado de las familias que viven en esta comunidad rodeada de ríos y pantanos.
“Cada año llueve más. El nivel del agua crece y nos preparamos para abandonar nuestra casa y refugiarnos en las zonas altas más cercanas; y luego... hay que empezar todo de nuevo, una y otra vez, de cero, todos los años nos vamos a pique”, dice don Ricardo. “Irse a pique significa inundarnos todos”, explica.
Margarita dice que ellos siembran maíz, frijol, calabaza y yuca para su autoconsumo, “y si sobra lo vendemos, pero cada vez es menos porque las temporadas de lluvia se prolongan y la cosecha se arruina con las inundaciones.
“Vivimos en una zona muy baja y nuestros terrenos se encharcan, los ríos se desbordan, invaden toda nuestras zonas de cultivo. Ahora comienza a llover en junio y terminan las aguas hasta septiembre; estamos seis meses bajo el agua”, continúa Margarita con su andar veloz y agitado mientras señala el patio de su casa, aún húmedo, y un tinaco elevado que la Cruz Roja Mexicana construyó en la comunidad.
“Antes toda el agua con la que nos bañábamos, que consumíamos nosotros, que tomaban nuestros animales estaba contaminada; ahora, desde hace algunos meses, tenemos agua buena, segura y limpia”.
Esto ha sido posible gracias al programa de agua segura que consiste en la rehabilitación de pozos y reforzamiento de la red hidráulica, lo que permite contar con agua potable incluso durante las inundaciones. Estas obras fueron construidas por la alianza entre la Cruz Roja Mexicana, seguros Zurich y la Federación Internacional de Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y la Media Luna Roja.
“En total se han impartido 140 cursos con el apoyo de 410 socorristas comunitarios capacitados por voluntarios de la Cruz Roja para actuar en caso de situaciones de emergencia ante las adversidades naturales”, destaca Fernando Suinaga Cárdenas, presidente nacional de la Cruz Roja Mexicana.
Para don Ricardo, las inundaciones implican tener que trasladar su ganado hacia otros terrenos que están en las zonas más altas, hacia Chiapas, “pero por mes nos cobran 150 pesos por cada res y tengo 15. Hay que rentar esos terrenos y esperar a que los nuestros vuelvan a servir, a secarse. Cuando no estamos en lluvias ordeñamos las vacas y vendemos quesos y también becerros, pero cuando nos inundamos no podemos producir nada; y esto es año con año.
“Luego… si las cosechas están maduras y llega el agua, éstas se arruinan, no da tiempo de nada; en la casa la humedad destruye pisos y paredes, y a los animales hay que subirlos a la azotea, aquí estamos muy marginados”, continúa Margarita, para quien la Cruz Roja ha significado una diferencia muy importante en su vida.
Explica el porqué: “Han venido a capacitarnos, ahora sabemos dar una respuesta rápida, nos han traído herramientas: palas, machetes, picos, botiquines, camillas, motosierras y equipo para tomar la presión; hemos recibido primeros auxilios; ya no esperamos a que llegue la catástrofe, sino que nos están capacitando para enfrentarla con tiempo y de manera organizada; las lluvias no se van a detener, pero ahora sabemos qué hacer cuando nos vamos a pique.
“Sabemos cuales son nuestras rutas de evacuación; estamos aprendiendo el manejo y protección de nuestros animales de granja y ganado; hemos aprendido a trabajar en equipo”, continúa Margarita, quien también se ha capacitado con el programa Abeja Maya, que consiste en la instalación de colmenares para el aprovechamiento de la miel a nivel familiar, y en la medida de lo posible, generen otra fuente de ingreso.
Territorio vulnerable
Tabasco ha sido desde 2007 un territorio altamente vulnerable a los efectos del cambio climático por inundaciones, aluviones y desbordamientos de ríos que han perjudicado a las comunidades. Es un estado con 2.2 millones de personas y con un ecosistema de pantanos y ríos caudalosos que amenazan constantemente a los pobladores.
Contra la lluvia no hay nada que hacer; pero los pobladores de estas comunidades se han capacitado y blindado de forma distinta para enfrentar sus embates.
Enedina Cruz Díaz, delegada de la ranchería Tomás Garrido del Rincón, explica que la presencia de la institución ha significado que “sepamos de primeros auxilios y qué hacer para protegernos del temporal y las inundaciones. Por ejemplo, sabemos qué hacer con los adultos mayores y los niños para refugiarlos en las casas que están en las zonas más altas; algunos usan sillas de ruedas, pero nos hemos organizado para trasladarlos. En tiempo de inundación sabemos cómo aplicar los primeros auxilios, contamos con un equipo de protección civil; ahora sabemos cómo hacer para llevar a las personas al albergue en lo que llamamos a Protección Civil para que vengan a auxiliarnos.
“Contamos con lámparas, estamos organizados para ayudar a las personas a recoger y preservar sus documentos importantes en caso de inundación; contamos con motosierras para cortar las ramas de los árboles, para limpiar las áreas de derrumbe y así poder salir… estamos organizados gracias al programa de Resiliencia ante inundaciones”, cuenta Enedina, quien cada 15 días asiste a la capacitación que brinda la brigada de la Cruz Roja.
La Cruz Roja Mexicana, la empresa de seguros Zurich y la Federación Internacional de Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y la Media Luna Roja facilitan el programa Resilencia ante inundaciones. Se han unido con el fin de mitigar y disminuir las catástrofes naturales que provoca la gran cantidad de ríos que atraviesan el estado de Tabasco.
“No somos pasivos”
Son 41 las comunidades capacitadas por la institución en el municipio de Jonuta, considerado como un foco rojo en inundaciones, además de ser uno de los más marginados de la entidad.
La Cruz Roja Mexicana define la resiliencia como la capacidad de prevenir desastres y crisis, así como de amortiguarlos y recuperarse de ellos a tiempo, de forma eficiente y sostenible, incluida la protección, el restablecimiento y la mejora de los sistemas de vida frente a las amenazas que afectan a la agricultura, la nutrición, la seguridad alimentaria y la inocuidad o vigencia de los alimentos.
EL UNIVERSAL realizó un recorrido por las comunidades rurales de El Corrazal, Tomas Garrido, El Bejucal y Güiro Arrancado, donde más de mil 180 pobladores han sido capacitados para mitigar los riesgos ante las inundaciones que dejan municipios incomunicados, viviendas anegadas y familias completas lejos de sus casas por el desbordamiento de los ríos Usumacinta y Grijalba, los más caudalosos del país.
“Gran parte de los pobladores de estas regiones alejadas utilizan motocicletas para trasportarse; los hospitales están muy retirados y cuando hay un accidente no se pude trasladar al herido en moto, de ahí la importancia que ellos conozcan de primeros auxilios: pueden salvar una vida en lo que logran trasladar a la persona a un hospital cercano o en lo que llega una ambulancia a la comunidad.
Queremos que los pobladores dejen de ver a la Cruz Roja Mexicana como una institución proveedora de despensas cuando hay desastres, sino como agentes de cambio que buscan generar la capacidad para enfrentar desafíos por difíciles que estos sean a través de una comunidad organizada bajo el lema de ‘Salvar vidas, cambiar mentalidades’”, comenta Mónica Flores Martínez, sicóloga por la UNAM y coordinadora de terreno del Programa Alianza por la Resiliencia ante Inundaciones de dicha institucion. Ya no somos pasivos”, remata.
Socorristas comunitarios
“Ahora nosotros, los socorristas comunitarios, hemos aprendido a brindar los primeros auxilios que no conocíamos para estabilizar a una persona herida: hoy más de 300 habitantes de nuestra comunidad ya conocen de primeros auxilios”, dice una habitante de la comunidad de Güiro Arrancado, quien también se está capacitando con el programa Pez Diablo para aprovechar esta especie invasora en la región y convertirla en una fuente alimentaria y de recursos económicos.
“No esperamos a que la emergencia nos alcance, sino que nos anticipamos a ella con la capacitación que hemos recibido”, dice un habitante de la comunidad, quien esta mañana es el encargado de organizar un simulacro en el que un joven aparenta estar herido y desmayado tras caerse de una motocicleta. Esto con el fin de demostrar cómo la población reaccionaría ante esta emergencia. Don Gabriel activa una alarma en la comunidad para indicar que hay un accidente; los habitantes salen de sus casas con un chaleco naranja que les han dado. Cada uno de ellos tiene asignada una función, llevan cubrebocas y cuentan con férulas y collarines. Ocho mujeres van por una camilla, mientras dos hombres colocan al herido de lado para aplicarle RPC (programa de reanimación pulmonar).
Otro poblador es el encargado de contactar a Protección Civil para llamar una ambulancia. El joven accidentado está estable. “Dejamos de ser gente pasiva para ser gente activa, Monte Grande, el hospital más cercano, está a tres kilómetros de aquí”, dice Carlos Alfredo, otro de los pobladores de la región.
Parte del proyecto también consiste en ubicar zonas de seguridad comunitaria en caso de desastres; para tal fin, en la comunidad de El Bejucal, en el municipio de Jonuta, se ha construido una casa-albergue en una zona alta, donde en caso de inundación los cerca de 354 habitantes de la región podrían refugiarse.
“Nos han capacitado para organizarnos. Sabemos qué debemos llevar a este albergue en caso de inundación; qué tipo de ropa, zapatos, papeles personales y alimentos. Nos han capacitado, por ejemplo, para saber cómo construir una escalera que permita que las gallinas suban a los techos del albergue de emergencia en caso de inundación; también hemos aprendido sobre cultivo de peces”, dice Enrique, un habitante de esta comunidad, también campesino.
En el poblado Corozal, en Jonutla, es Christian, un joven de 17 años del Grupo Juventud Cruz Roja, quien describe cómo han capacitado a cerca de 30 alumnos del Centro de Educación Media Superior a Distancia número 35, incluyendo el programa de RPC. Christian manifiesta su interés en incorporarse de manera formal al grupo Juventud.