El sexenio empezó con mano dura. Mr. Henry no titubeó y puso a Elba Esther Gordillo en calidad de aceituna, es decir, le quitó el hueso, la metió al bote y la agarró de botana. Sólo así el SNTE se aplacó, pero la CNTE, su gemela malvada, siguió causando estragos contra la reforma educativa, que consideran un ataque a sus derechos laborales. Y Don Aurelio Ñoño (como ya lo apodaron los profes) volvió al ataque: anunció despidos a diestra y siniestra contra los manifestantes, mientras la PGR fue a la defensiva con órdenes de aprehensión a líderes de la Coordinadora, que a su vez protestaban exigiendo la liberación de otros tantos presos. También les cortaron un flujo importante de dinero del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca. Pero no se quedaron desamparados. El Pejemesías —quien gusta de revivir a los muertos— acudió a su rescate, y don Martí Buitres anunció una alianza “por la educación” (no se rían, es en serio) con la CNTE. No obstante, los esfuerzos magisteriales parecen ser en vano. Los maestros disidentes pierden cada vez más fuerza y poder de negociación con el gobierno federal, su movimiento se percibe desgastado y la sociedad pierde la simpatía restante por ellos.

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