Discurso del secretario de Salud, José Narro Robles, después de recibir la medalla Félix Fulgencio Palavicini que otorga el periódico EL UNIVERSAL.

Quiero agradecer la generosidad de las palabras de quienes hicieron referencia a un servidor y al trabajo que he desarrollado, lo dijeron tan bonito que estoy seguro que no se referían a mí, pero de cualquier manera muchas gracias por la generosidad y la gentileza de sus palabras.

Hace 100 años inició una de nuestras tradiciones, la publicación de uno de los grandes órganos informativos con los que dispone la sociedad mexicana, EL UNIVERSAL.

Esa rica tradición se ha convertido en referente para entender la historia reciente de la nación en una de las formas pertinentes para interpretar la vida cotidiana de nuestra colectividad. De una sociedad que lucha por resolver los problemas que la aquejan y por incorporarse a la modernidad en un mundo duro y a veces insensible pero paradójicamente lleno de posibilidades de alcanzar una vida mejor.

Mi reconocimiento para todos los que han hecho posible la zaga de un siglo, una historia que resulta monumental, el reconocimiento para quienes concibieron el proyecto y para todos aquellos que le han dado vida durante más de 36 mil días. De la segunda mitad de la biografía de EL UNIVERSAL, destaca la presencia y trabajo de su director, del coordinador de una obra colectiva, de un emprendedor capaz de entender la conveniencia de mantenerlo actual y exitoso, pero al mismo tiempo de poner en marcha los cambios que demanda la actualidad, de un personaje pleno de responsabilidad y compromiso con el país de alguien que ejerce la libertad y que lo hace con institucionalidad, me refiero, por su puesto, a nuestro amigo Juan Francisco Ealy Ortiz, para quien le brindamos nuestro aplauso.

Esta ceremonia adiciona a la conmemoración de una efeméride mayor la celebración del Día Nacional de la Oratoria, promovida por EL UNIVERSAL y por su director, una propuesta más que pertinente dedicada a la palabra, las ideas y la elocuencia, una acción diseñada para destacar a una muestra representativa de lo mejor de nuestra juventud para desarrollar en ellos, talento y vocación para cultivar el estudio, la inteligencia y la seguridad.

Tengo la fortuna de que en este mismo acto se me distinga al entregarme la medalla Félix F. Palavicini, no encuentro la manera de transmitir a ustedes el sentimiento de agradecimiento que me acompañan, no tengo duda de que había muchos mexicanos que podrían, con toda justicia, estar en mi lugar; la generosidad de quienes optaron por seleccionarme es la única razón de mi presencia en este acto, a ustedes Juan Francisco y a quienes participaron, mi profunda gratitud.

Esta medalla rinde homenaje a Félix Fulgencio Palavicini, fundador del diario que nos ocupa e integrante destacado del Congreso Constituyente de Querétaro.
Él fue un defensor de la libertad del pensamiento y de palabra, un luchador de las causas sociales, un mexicano que supo estar a la altura de los desafíos de su tiempo, un creador de espacios para el ejercicio de la libertad, un impulsor en el terreno de la diplomacia, del cultivo de las relaciones de México con otros países. En un día como éste me resulta imposible dejar de mencionar el valor del lenguaje y la palabra, hay pocos elementos tan distintivos de lo humano como la palabra, se trata sin duda, de la capacidad que adquirimos, a través de ella de expresar nuestro pensamiento y las emociones que nos acompañan, no importa la manera en la que se manifiestan, mediante la palabra aprendemos, interactuamos y nos relacionamos, en la palabra se deposita el código de la cultura, en ella reside en mucho el secreto de nuestra especie.

George Stainer hizo notar lo que la palabra significa para el ser humano cuando escribió y cito textualmente: "poseedor del habla, poseído por ésta cuando la palabra eligió la tosquedad y la flaqueza de la condición humana como morada de su propia vida, el ser humano se liberó del gran silencio y de la materia", por eso creo que es válido hacer la paráfrasis del pensamiento de Jacobson para sostener que el gran salto que representa el lenguaje encarna el paso de la biología a la filosofía o la evolución de la genética a la cultura.

La palabra tiene tal poder que para muchos pensadores representa la forma de adueñarse del mundo, el medio de darle sentido al pensamiento, la herramienta para traducir las emociones, el amor, la ira, la alegría, pero también para compartir sueños y esperanzas.

En alguna oportunidad señalé, y ahora lo reitero, que la fuerza de la palabra es tal que la expresión cordial e inteligente es un estupendo antídoto en contra de la violencia y que entre mejor sea el manejo del lenguaje mayores serán las posibilidades de resolver en paz, mediante el diálogo y la razón, los diferendos que con frecuencia registra nuestra vida colectiva, por ello, urge recuperar el valor de la palabra, por ello debemos acudir al lenguaje para apreciar en su justa dimensión a nuestro país para reivindicar los asuntos de la función y el servicio públicos, para dar sentido a la tarea política, en virtud de ello comparto con ustedes una convicción, que estoy cierto, alcanza a todo el auditorio.

México es una gran nación, podría documentar de muchas maneras mi aseveración, lo he hecho en otras oportunidades en múltiples foros en México y fuera de nuestro país y frente audiencias muy variadas, la historia de México y la cultura que ha acompañado a su desarrollo, su extensión territorial, ubicación y geografía, la biodiversidad que le caracteriza el tamaño de su economía y de las riquezas naturales de las que dispone, su demografía y la capacidad de su gente, el conjunto de las instituciones que se han consolidado al paso de los años y la voluntad de nuestra sociedad de trabajar en paz.

La creatividad y calidez de los habitantes de la nación, son solo algunas de nuestras condiciones ventajosas que sostienen mi afirmación.

Es cierto que tenemos rezagos y problemas que nos aquejan, pero las posibilidades de que disponemos para hacer frente a ellos y al complejo entramado del mundo contemporáneo, deben alentarnos.

Estos son tiempos para concentrar los esfuerzos en favor de la nación, de hacer a un lado los legítimos intereses personales o de grupo y de anteponer los que reclama la marcha del país, resulta indispensable aumentar nuestra tolerancia y aprender a vivir en la pluralidad.

Concluyo esta intervención con la reiteración de mi certeza que el porvenir de México es portentoso, compartiendo con ustedes la seguridad de que a partir de las ideas del debate y la palabra se construye la vida democrática.

De igual manera, con mi felicitación a EL UNIVERSAL a Juan Francisco y a toda la familia de ese gran diario por su primer siglo de vida y por la iniciativa que nos permitirá celebrar a partir de ahora el primer viernes de marzo de cada año, el Día Nacional de la Oratoria, junto a eso deseo sinceramente que el trabajo que yo haga a partir de hoy, justifique la distinción que se me ha concedido y que me llena de orgullo.

Muchas gracias por pensar en mí.

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