Saludo con mucho afecto a don Juan Francisco Ealy Ortiz, agradeciéndole profundamente esta invitación.

A quienes presiden el día de hoy este importante evento, senadores, diputados, amigas, amigos todos, ministros.

Saludo con mucho afecto a la familia de un indiscutible mexicano, don Tomás, querido amigo de mucho tiempo.

“Vuelvo al periodismo para servir a intereses comunes, ideales altos, sentimientos generosos y propósitos levantados”, escribía así en el primer artículo de EL UNIVERSAL, hace precisamente un siglo, su fundador Félix Fulgencio Palavicini.

Palavicini abandonaba su encargo como secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, desde donde impulsó la educación rural, diseñó un proyecto de autonomía universitaria y luchó por la unificación de la enseñanza en la lengua nacional.

Palavicini además estaba en campaña para ser diputado constituyente; se declaraba partidario de un gobierno fuerte, adicto a los más radicales principios revolucionarios, al mismo tiempo que definía el programa de EL UNIVERSAL como el programa de la Revolución.

Abogó por el reparto agrario, defendió la libertad de enseñanza, promovió la igualdad de los derechos políticos de las mujeres, supo leer su momento y encontrar un lugar desde el cual participar y desde el cual incidir.

Vivió en esa generación de grandes definiciones que buscó sustanciar nuestra identidad nacional, pero que también delineó conceptos fundamentales en la definición de la renaciente nación mexicana.

En ese primer artículo que marcó el nacimiento de EL UNIVERSAL, Palavicini hacía la reflexión sobre su participación en la política nacional, a la vez que develaba la agenda política de su nuevo proyecto.

Estaba convencido de que la obra reconstructora de la nación requería con urgencia de una prensa amiga, pero también de una prensa libre y ofrecía una pluma amiga, pero no esclava.

Félix Fulgencio Palavicini era un político, un hombre destacado, un hombre visionario, un hombre de letras y de ciencia, pero también y tal vez sobre todo un hombre de profunda conciencia política.

Nos mostró una prensa como la que queremos: una prensa libre, libre para abrazar proyectos, para reconocer preferencias, para perseguir e impulsar agendas, para recrear nuestra pluralidad.

Una prensa que se sabe protagonista del debate público, que entiende la defensa de sus argumentos como un auténtico ejercicio de deliberación.

Una prensa que reconoce que en cada uno de sus procesos se defienden prioridades, se construyen reputaciones y se distienden pasiones.

Una prensa franca, responsable y sobre todo, sincera.

Una década después de su fundación, EL UNIVERSAL promovió por primera vez el Concurso Nacional de Oratoria, plataforma de posicionamiento de muchos de los grandes oradores que años después trasladaron su talento a la actividad pública.

Potentes oradores, polemistas natos, hombres y mujeres de la política, constructores de palabra y de lenguaje, iniciaron en este concurso su largo peregrinar político.

Al abrazar la causa de la palabra, EL UNIVERSAL ha refrendado año con año su compromiso con la centralidad de la palabra en la actividad pública; su convicción sobre la necesidad de encontrar en la deliberación respuesta a los grandes problemas nacionales.

Porque la oratoria, la palabra, es la actividad política por antonomasia; frágil equilibrio entre la belleza de la forma y el poder de la sustancia; eficaz herramienta de persuasión, para algunos incluso tan poderosa como riesgosa cuando muta a demagogia, hoy tan vigente en algunas sociedades, tan actual en nuestro tiempo, incluso en naciones políticamente desarrolladas.

Y a la demagogia populista, al discurso de la ira, de la irritación, de la exclusión, no se le vence con adjetivos o con otros insultos, sino con la palabra razonada, la palabra deliberada en público.

Para derrotar la sinrazón de Trump, no es suficiente con llamarlo ignorante, sino debatir con él en cada espacio, en cada momento, con política total, como diría alguna vez Carlos Castillo Peraza.

La oratoria es el poder político más elemental. Es la capacidad de leer un auditorio, de empatizar con sus expectativas y necesidades; de transmitir un proyecto a una idea en términos de realidad.

Es el espacio donde crece, donde nace la política.

Al mantener el interés por la oratoria vigente, al promover que se decretara el año pasado por primera vez el Día Nacional de la Oratoria, EL UNIVERSAL ha apostado por la política que se desarrolla en la plaza pública, política que esgrime argumentos, que se ocupa de encontrar consensos.

Apostar por la política que se defiende en el debate, es apostar por la política con sentido de bien, con una política que se justifica en su argumento y por ello se fortalece en la defensa de las razones antes que en las pasiones.

Muchas felicidades a EL UNIVERSAL por su centenario.

Muchas felicidades por insistir en honrar a la palabra.

Muchas felicidades también, a nuestro galardonado del día de hoy, al doctor José Narro Robles, universitario comprometido con el cuestionamiento constante de verdades y dogmas, funcionario eficaz y destacado, hombre de principios y congruencia, político de la deliberación, ante todo, político de la esperanza.

Felicidades por este reconocimiento doctor Narro.

Felicidades a EL UNIVERSAL.

Felicidades a don Juan Francisco Ealy Ortiz.

Y sobre todo gracias, don Juan Francisco, por insistir en que la política y la palabra, y en la política y en la palabra, está en futuro de nuestro país.

Muchísimas gracias.

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