Dr. Xavier Tello*
El Servicio Social para los médicos, fue concebido romántica y falsamente como una metodología de aprendizaje, en la que los jóvenes graduados se acercaban las comunidades para devolver a la sociedad aquello que habían aprendido de manera gratuita, al tiempo que ponían en práctica sus conocimientos adquiridos.
En esa época las universidades particulares no enseñaban Medicina y el nivel de los conocimientos y la práctica médica, eran los del primer cuarto del siglo XX. Esta tesis humanista, se convirtió rápidamente en el mejor pretexto para ocultar una dura realidad: la terrible carencia de recursos para proveer a la población de servicios médicos de primer contacto y con la calidad adecuada. Los pasantes de la carrera de medicina se convirtieron sencillamente, en mano de obra barata para cumplir con el requisito de dotar de atención médica a las poblaciones más alejadas.
No es una sorpresa que en estas zonas (rurales, indígenas, la selva, la sierra o el desierto), las unidades médicas sean solamente consultorios básicos, carentes de infraestructura adecuada y de elementos diagnósticos avanzados. Por algún motivo, las autoridades de salud piensan que las zonas pobres y marginales sólo deben contar con cuatro paredes, una mesa de exploración maltrecha, y un botiquín básico, desatendido y obsoleto.
Bajo la absurda premisa de que la misión del médico de primer contacto es la de prevenir más que tratar, las obligaciones de este joven pasante no solamente son las de proporcionar la atención médica que los escasos recursos del consultorio y su reciente entrenamiento le permiten; el pasante debe de supervisar obras del drenaje, ventilación de fogones, vacunar perros y llevar a cabo un sinfín de papeleo administrativo, con el que sus supervisores y las autoridades sanitarias locales y regionales le dan seguimiento al cumplimiento de las metas en salud. Si el pasante no cumple por algún motivo con los números y metas impuestas, es sancionado y su certificación de Servicio Social puede ponerse en juego.
De este modo, los pasantes son castigados si derivan a pacientes obstétricas de alto riesgo a los hospitales regionales, ya que en las estadísticas esto es reflejo de una supuesta mala atención preventiva. En la realidad, muchos pacientes acuden por primera vez ya con con complicaciones, al consultorio del pueblo.
Desde hace casi 70 años, este sistema de atención les ha resultado muy conveniente a las autoridades de Salud, ya que cuentan como dijimos, con una mano de obra barata al tiempo que en los números "se cumple con la cobertura a la población".
Sobra decir que en esta precariedad, las herramientas con las que el médico cuenta son en muchas ocasiones, menos que básicas. El realizar diagnósticos certeros para dar los tratamientos adecuados, requiere por lo menos de tiras reactivas para detectar diabetes o infecciones de vías urinarias, equipos adecuados de exploración para la nariz y los oídos o elementos básicos como una báscula para bebés que funcione adecuadamente, además del instrumental mínimo para realizar curaciones de heridas o cirugías básicas; ya no se diga una radiografía de tórax o de algún miembro lesionado. El contar con un micrófono para auscultación fetal pertenece en este caso, a la ciencia ficción.
Lo que a las autoridades de Salud nunca les ha importado, es el bienestar o la seguridad del médico pasante. Es bastante común que en muchos de estos Centros de Salud, los pasantes no cuenten con un área habitacional digna, una cama cómoda, regaderas con agua caliente, jabón o papel sanitario.
A todo este precario panorama, se le agrega desde hace 20 años, la amenaza continua para la seguridad y la vida de los pasantes. Muchas de estas comunidades son conocidas por sus reacciones y tratos hostiles hacia los médicos recién egresados. Existen historias de golpizas, violaciones, homicidios y hasta linchamientos por la frustración de familiares y comunidades ante la muerte de pacientes, sobre todo en áreas en donde chamanes, brujos y curanderos se sienten amenazados o desplazados por la presencia del médico.
Desde hace 10 años a estas amenazas se suma la presencia del crimen organizado en zonas de altísimo riesgo. Al igual que las poblaciones, los médicos son hoy en día sujetos de secuestros y amenazas directas de bandas de narcotraficantes.
La solución al problema es compleja. Las autoridades regionales y locales deben entender que el prestar atención médica a la población, va más allá de un destartalado consultorio con un muchacho que recién termina su carrera. El hacerlo, implica muchos gastos e inversión en infraestructura y recursos humanos y ningún gobernador está dispuesto a reconocer que la cobertura real de sus problemas de salud está por debajo de los estándares internacionales.
Por otra parte, el modelo de Servicio Social para los médicos se ha vuelto absurdo e injusto. Los médicos son los únicos profesionales a los que se les pide un año completo de su vida para poder obtener su título profesional. En otras profesiones, el servicio social se lleva acabo en seis meses y en muchas ocasiones éste se hace al tiempo que se realizan prácticas profesionales seguras y bien remuneradas. La visión del Servicio Social como una forma de devolver a la sociedad la inversión recibida en la educación profesional, se contradijo desde momento en que los médicos comenzaron a graduarse de escuelas privadas en las cuales pagaron cientos de miles de pesos por su educación.
El modelo de medicina socializante y netamente preventiva de los años treintas, ha quedado rebasado por las exigencias y la eficiencia que la medicina de la segunda década del siglo XXI requiere.
Es tiempo ya de pasar de un modelo romántico, anacrónico y enfocado al cumplimiento de cifras y programas, a un modelo que garantice calidad en el diagnóstico y tratamiento de los pacientes, al tiempo que ofrece a los pasantes, la mejor oportunidad para desarrollarse como profesionales, sin poner en riesgo su seguridad o su vida.
*El autor es Médico Cirujano y consultor en comunicación en salud