El papa Francisco subrayó que como lo hizo con San Juan Diego, la virgen de Guadalupe hoy "nos vuelve a decir sé mi embajador, sé mi enviado a construir tantos y nuevos santuarios, acompañar tantas visas, consolar tantas lágrimas.

"Tan sólo camina por los caminos de tu vecindario, de tu comunidad, de tu parroquia como mi embajador, levanta santuarios compartiendo la alegría de saber que no estamos solos, que ella va con nosotros, destacó el obispo de Roma quien insistió en que la virgen dice hoy:

"Camina por los caminos de tu vecindario de tu comunidad, de tu parroquia como mi embajador, levanta santuarios compartiendo la alegría de saber que no estamos solos, que ella va con nosotros Sé mi embajador, nos dice, dando de comer al hambriento, de beber al sediento, da lugar al necesitado, viste al desnudo y visita al enfermo. Socorre al que está preso, perdona al que te lastimó, consuela al que está triste , ten paciencia con los demás y, especialmente, pide y ruega a nuestro Dios".

Durante la ceremonia eucarística que encabeza en la Basílica de Guadalupe, a la que además de cerca de 30 mil fieles, asisten personajes de la vida política, social y cultural del país, como el ex presidente Felipe Calderón y su esposa Margarita Zavala, así como la delegada en Miguel Hidalgo, Xóchitl Gálvez, el Obispo de Roma reiteró:

"Al venir a este santuario nos puede pasar lo mismo que le pasó a Juan Diego. Mirar a la madre desde nuestros dolores, miedos, desesperaciones, tristezas y decirle: ¿Qué puedo aportar si no soy un letrado?"

"Miramos a la madre con ojos que dicen: son tantas las situaciones que nos quitan la fuerza, que hacen sentir que no hay espacio para la esperanza para el cambio para la transformación. Por eso nos puede hacer bien un poco de silencia y mirarla a ella, mirarla mucho y calmante".

En su encuentro con la imagen de la virgen de Guadalupe, como lo había deseado desde hace tiempo y anunciado en diciembre pasado, como un motivo de su viaje a México, el religioso argentino se refirió al milagro guadalupano con las apariciones de la llamada Morenita del Tepeyac a Juan Diego.

"En aquel amanecer de diciembre de 1531 se producía el primer milagro que luego será la memoria viva de todo lo que este santuario custodia. En ese amanecer en ese encuentro, Dios despertó y despierta la esperanza de los pequeños, de los sufrientes, de los desplazados y descartados, de todos aquellos que sienten que no tienen un lugar digno en estas tierras. En ese amanecer, Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos".

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